domingo, 27 de enero de 2013

LA IMPORTANCIA DE JOHN RAWLS


El desaparecido filósofo estadounidense John Rawls dejó una impronta indeleble en la filosofía moral, la filosofía política y en la filosofía del derecho. Su Teoría de la justicia en 1971 se posicionó poderosamente frente a la concepción dominante hasta entonces en la filosofía del derecho anglosajón. Hasta entonces los herederos de Jeremy Bentham habían articulado una teoría del derecho que marcaba la hora en el debate anglosajón, junto con el positivismo reformulado por Hart. La aparición de Teoría de la justicia dejó en claro que tanto el utilitarismo de Bentham y el positivismo de Hart quedaron fuera del debate. La obra de Rawls se convirtió en un foco de discusión en la que participaron dos filósofos que asestaron cuestionamientos centrales: Michael Sandel, con su El liberalismo y los límites de la justicia, y Michael Walzer, con su Esferas de la justicia cuestionaron argumentos centrales de la obra de Rawls, a la vez que lo colocaron en un lugar central de la discusión de la filosofía del derecho.
En la década de los 90 aparece Liberalismo político, libro que procesa las críticas a su teoría y desarrolla con mayor detenimiento dos ideas fundamentales: la idea de un consenso entrecruzado y la idea de la estructura básica de la sociedad. La idea del consenso entrecruzado explica las razones de la estabilidad de la sociedad en torno a los principios de justicia desarrollados por el liberalismo político. Dicho consenso permite que los diferentes grupos de una sociedad caracterizada por el pluralismo de doctrinas religiosas y laicas encuentren razones poderosas para apoyar los principios de justicia. Muchos de los críticos, como Charles Taylor y Martha Nussbaum) de Rawls has cuestionados elementos de su teoría, como la restricción de lo político a lo estatal, o la idea de contrato original, pero han encontrado en la idea de consenso entrecruzado un punto que permite avanzar, de manera sustantiva, en el esclarecimiento y la implementación de la tolerancia, en la igualdad y la libertad de los ciudadanos en una sociedad democrática y liberal.  
La idea de la estructura básica de la sociedad es otra de las ideas valiosas que Rawls ha estado desarrollando en su obra. El valor de esta idea reside en su poder para articular un conjunto de intuiciones que son sumamente importantes para entender tanto la política como el derecho. La teoría de Rawls señala que los principios de la justicia se aplican a la estructura básica de la sociedad. En ella se encuentran una serie de instituciones centrales de la sociedad que tiene dos características: primero, cada una de ellas tiene su propio funcionamiento, y por ello los principios de la justicia de aplican a cada una de ellas de manera diferente, de acuerdo a su propia naturaleza, por decirlo de algún modo. La segunda característica es que todas estas instituciones se encuentran articuladas unas con otras por medio de una concepción liberal de la política.
Esta segunda característica implica que las instituciones jurídicas de la sociedad se deben articular con las demás instituciones de la sociedad a través de un conjunto de intuiciones políticas propias de una democracia liberal. Esto significa una aclaración, a la vez que una aclaración de lo que es el derecho y cuál es su relación con la política. En contra de la posición del positivismo jurídico imperante, lo que sostiene Rawls es que no sólo el derecho se encuentra en una íntima conexión con la política liberal, sino que la política liberal debe subordinar al derecho y a las instituciones jurídicas de manera poderosa para que la sociedad democrática y liberal funcione adecuadamente. Esta idea ciertamente resulta entre rara y escandalosa a los abogados  de formación positivista, acostumbrados a ver en el derecho una suerte de institución autopoiética y completamente autónoma; pero también escandaliza a realistas de orientación schmittiana, foucaultiana o marxista que no comprenden la interpretación liberal de la política. Sea como sea, el resultado es intentar expulsar la obra de Rawls del campo de la filosofía del derecho y confinarla sólo al de la filosofía política; razón por la cual no es leída y difundida entre los abogados. Haga el intento y pregunte a un abogado enterado si Rawls hace filosofía del derecho y espera la respuesta. 

domingo, 20 de enero de 2013

TEOLOGÍA DE LA LIBERACIÓN


            La Teología de la Liberación es una de las corrientes más importantes y renovadas que se han forjado en Latinoamérica y que tiene como su referente más importante al sacerdote peruano de la orden de los dominicos Gustavo Gutiérrez. Siguiendo las líneas esbozadas por el Concilio Vaticano II (1962) y las Conferencias Episcopales de Puebla, Medellín y Santo Domingo, la obra teológica de Gutiérrez significó  un llamado a renovar la práctica del evangelio, imitar a Cristo en su trabajo al lado del pobre, del desvalido y los marginales de la sociedad. Junto con el Concilio, significó una apertura de la Iglesia hacia el mundo, y especialmente un signo de sensibilidad de la Iglesia respecto de los sufrimientos del mundo.
           
           Esta teología se enmarca en el desarrollo de un conjunto de teologías modernas que tienen como eje una serie de ideas comunes, entre las que destacan las siguientes: la Iglesia debe mirar al mundo, el cristianismo es una religión de un Dios encarnado en el mundo concreto, y las situaciones de pobreza e injusticias tienen causas sociales y no son eventos naturales. De esta manera, la Teología de la Liberación señala que la Iglesia no debe centrar su trabajo en exigirle a la sociedad a que se ajuste a sus preceptos, sino que, en primer lugar, ella debe volcar su mirada a la sociedad y reflexionar sobre las situaciones de injusticia y exclusión que existe en él para denunciarlas y comprometerse con su eliminación. Las teologías premodernas, en cambio, exigen que el mundo se ajuste a sus preceptos morales – especialmente indicar cómo debe comportarse la gente en sus dormitorios - y no se interesan por las condiciones sociales de injusticia –como, por ejemplo, las violaciones de los derechos humanos.

            La Teología de la Liberación toman en serio el hecho de la encarnación de Cristo, Dios hecho hombre, que decidió  quedarse entre nosotros para estar del lado de los excluidos de la sociedad y denunciar las condiciones de pobreza. Con ello, el cristianismo se presenta como una religión de la secularización, en dos sentidos. En un primer sentido, el hecho de que Dios se haga hombre, supone que abandona el ámbito de lo atemporal para insertarse en el ámbito temporal, que es el de la vida ordinaria de los seres humana, vinculada a seculo, a lo secular. Dios habitó entre nosotros y decidió quedarse entre nosotros. En cambio, las teologías premodernas señalan la extraña y antievangélica idea de que Dios se encarnó, habitó entre nosotros, y al resucitar regresó al ámbito  atemporal desde donde envía sus preceptos morales (cual diez mandamientos) y no se quedó entre nosotros para denunciar las injusticias. El segundo sentido de la secularización es la separación de la Iglesia y el Estado. El mismo Jesús del evangelio señaló claramente que lo que debemos hacer es dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César, es decir separar la esfera del Estado de la esfera de la Iglesia. El cristianismo se presenta, entonces, como una religión de la separación de ambas esferas, con lo cual se opone a la idea de que las iglesias deban controlar la sociedad utilizando los mecanismos de control estatal, ya sea de manera directa o por medio de lobbies.

            Otro elemento central de la Teología de la Liberación es la idea de que las injusticias no tienen causas naturales, como sostienen las teologías premodernas, y por lo tanto pueden ser revertidas si es que se realiza una organización justo de la sociedad. Las teologías premodernas señalan que si una persona es pobre y se muere de hambre por falta de accesos a recursos, es porque el mundo es así, y que cuando llegue al reino de los cielos va a ser recompensado por Dios por los sufrimientos que tuvo en éste. Esta idea que comparten las teologías premodernas, según la cual El Reino se encuentra fuera de este mundo contradice el Evangelio, según el cual El Reino de Dios ya ha sembrado sus semillas en este mundo secular y que se va desplegando a través del tiempo. Este desarrollo del Reino de Dios en el mundo empata con el cumplimiento de las bienaventuranzas y se dirige a liberar a las personas de las condiciones de injusticia en las que se encuentran.

            En 1971, año en que Gutiérrez publicó su libro Teología de la Liberación, el liberalismo era mal visto por la Iglesia porque éste se identificaba con el mercantilismo y con la llamada Escuela Austriaca, de Mises, Von Hayek, Freeman y los Chicago Boys. Pero en la actualidad, ese mercantilismo está siendo desenmascarado y se está recuperando un liberalismo político que apunta a la autonomía, las libertades, incluso en aspectos que van más allá del económico y la liberación de las injusticias, la Teología de la Liberación ha encontrado un campo fértil en el cual renovarse teóricamente y que puede ser muy útil en la práctica de la Iglesia. 

lunes, 14 de enero de 2013

¿Quién dijo “heterodoxia”?


             
La conocida decisión Mons. Cipriani de no renovar el permiso a los teólogos de la Pontificia Universidad Católica del Perú para el dictado de los cursos de teología ha resultado, a todas luces,  polémica. El Cardenal ha alegando –al igual que la Agrupación Riva- Agüero, expresando una lamentable opinión de extrema derecha-  que una Universidad se encuentra en un conflicto con Vaticano y por lo tanto no tiene derecho de dictar ese tipo de cursos. Esta decisión resulta controvertida por varios aspectos que han sido comentados, entre otros por Gonzalo Gamio y Salomón Lerner. Uno de estos aspectos es el jurídico: la Pontificia Universidad Católica del Perú se encuentra entre el derecho civil peruano y el derecho canónico. Desde el punto de vista del primero, la decisión del Cardenal viola la autonomía universitaria, mientras que desde el derecho canónico la decisión se salta con carrocha el procedimiento debido. Alguien podría alegar que como Cardenal, tiene el derecho de actuar intempestivamente en estos asuntos, sin aviso previo, pero ello colisiona con lo que se espera del derecho en general.

            Pero otro aspecto importante, enfatizado por Lerner, es el de la falta de coherencia con el Magisterio  de Iglesia y las posiciones de personas importantes en la misma Santa Sede. El Cardenal no parece estar de acuerdo con que en la Pontificia Universidad Católica del Perú se dicten cursos de teología porque está aplicando la lógica del todo o nada que caracteriza a los grupos más conservadores de la Iglesia Católica, según la cual o aceptas todo o quedas excluido. De acuerdo a esta lógica cualquier voz disidente dentro de la Iglesia queda acallada, y cualquier desacuerdo se resuelve no por medio del diálogo sino por medio de la violencia de una autoridad que ejerce su función de manera autoritaria.

Lamentablemente, para el Cardenal de Lima, esa no parece ser la política de Vaticano. El mismo Benedicto XVI, en su discurso en la Universidad de Ratisbona, menciona la importancia del diálogo entre la teología y las demás ciencias en el seno de la universidad, a propósito de su experiencia en la Universidad de Bonn, que dicho sea de paso no tiene título de pontificia. La intención del Papa es subrayar la importancia de asumir la teología como una reflexión racional sobre la fe, capaz de entrar en diálogo con otras disciplinas universitarias.  En esta tarea es irrelevante si la universidad en cuestión es pontificia, católica o se encuentra en algunas diferencias con Vaticano. En este sentido, el Papa no sigue la lógica conservadora del todo o nada.
            Más bien, esta iniciativa de Benedicto XVI se encuentra en plena consonancia con el Concilio Vaticano II. Como es sabido, el Concilio significó una apertura de de la Iglesia hacia el mundo, y en ese marco, se inserta la necesidad del diálogo entre la teología y las demás disciplinas universitarias, diálogo que ha sido muy fructífero para todas las disciplinas, y también para la teología, pues ha permitido el surgimiento de una diversidad de teologías que han aportado mucho a la espiritualidad de la Iglesia. Entre esas teologías, fruto del diálogo interdisciplinario, se encuentra la Teología de la Liberación desarrollada por Gustavo Gutiérrez.
            Ciertamente, al Cardenal de Lima no le agrada mucho que sea  la Teología de la Liberación, una de las líneas teológicas que se enseñan en la Pontificia Universidad Católica del Perú y aunque es una teología que el mismo Ratzinger validó cuando era Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Cipriani se ha encargado de perseguirá cual herejía. Tal vez esta podría ser otra de las razones por la cual el Cardenal ha tomado la cuestionada decisión, es decir, para buscar acallar la Teología de la Liberación de Gutiérrez. En este contexto resulta curioso que el actual  Prefecto de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Mons. Gerhard Müller da muestras de su aprecio y reconocimiento a la obra teológica desarrollada por Gutiérrez, tal como ha destacado Salomón Lerner.
       Así, parece ser que mientras que Vaticano rema en un sentido, Cipriani lo hace en el sentido opuesto. Mientras que el Papa busca incorporar la teología en el debate universitario, Cipriani busca excluirla; del mismo modo, mientras que Vaticano ensalza el valor de la Teología de la Liberación de Gutiérrez, Cipriani busca eliminarla. Esta situación no hace más que recordar a aquél que, después de hurtar la cartera del bolsillo de un caballero, grita a voz en cuello “¡Al ladrón!”.

domingo, 6 de enero de 2013

La querella sobre el liberalismo

El significado y la naturaleza del liberalismo han generado una serie de discusiones desde sus orígenes, entre los siglos XVI y XVII. Pero desde el siglo XIX el nombre ha sido usurpado por un grupo de pensadores de derecha que lo usan para defender el libre mercado sin restricción. Estos autodenominados "liberales" consideran que las únicas libertades que el sistema político, el Estado, e incluso las instituciones de formación moral, han de defender son las libertades económicas de quienes pueden competir exitosamente en el mercado. El último de estos confundidos es el blogero Paul Laurent, quien cuestiona la distinción entre liberalismo económico y liberalismo político, que ha presentado hace poco Nelson Manrique.

He de señalar que concuerdo con Laurent en que tal distinción es falaz, pero lo considero por razones  diferentes. Para él, lo único que merece la pena llamarse liberalismo es el que él denomina "liberalismo económico". En cambio, considero que lo único que merece en serio tal apelativo es el liberalismo político, que tal como Gonzalo Gamio ha señalado acertadamente, lejos ser la ideología -que Laurent y sus correligionarios defienden- constituye una familia de doctrinas políticas que tienen como centro la defensa de la democracia, de los derechos fundamentales y el rechazo a la tiranía o al autoritarismo, entre otros valores públicos. El  mal llamado "liberalismo económico" no constituye en ningún sentido una forma de liberalismo, porque simplemente, en su afán de defender sólo las libertades económicas, atenta abiertamente contra las demás libertades, como las políticas, las sexuales, las de conciencia, y especialmente aquellas que tienen que ver con las personas que se encuentran en desventaja en la sociedad. Desde sus orígenes, el liberalismo ha sido una doctrina política que ha reivindicado, al lado de la libertad, tanto a la autonomía del sujeto y como la igualdad entre ciudadanos.

Laurent expone una idea recurrente en los ideólogos dogmáticos del erróneamente llamado "liberalismo económico", a saber, la economía determina las relaciones políticas y las consideraciones morales. En esto no se distinguen de marxismo más simplificado. Así, consideran que el poder económico debe de convertirse en poder político, y que la formación moral de las personas debe de servir para fortalecer los valores del mercado.  Paro estos personajes, ideológicamente formados, abrazan una concepción de la economía que es debatible: se trata de la teoría de los mercados perfectos que la teoría neoclásica propugnó. Dicha teoría cuenta con varios problemas, pero el más serio es que en ninguna parte del mundo existen ni han existido mercados tal como esa teoría los describe, y permanentemente los Estados han tenido y tienen que intervenir para corregir las distorsiones producidas. Y el otro problema central es la creencia de la distribución de la riqueza por medio del "chorreo". Ciertamente, la teoría neoclásica tiene otros problemas que no mencionaré.

Esta teoría económica tiene como uno de sus indicadores al PBI, indicador que no permite ver las desigualdades, ni otras cosas que teorías recientes como la del Desarrollo Humano o la teoría de las Capacidades, desarrolladas por Sen y Nussbaum entre otros, han presentado. La teoría de las Capacidades, por ejemplo, se centra en las libertades de las que las personas pueden gozar de manera efectiva, y aquí las libertades no son sólo libertades en el mercado, sino también libertades políticas, la educación y la salud como fuentes de libertades, entre otras.

El dogma que Laurent y otros defienden, como verdad absoluta, se presenta como bastante cuestionable. En realidad, el liberalismo no se encuentra comprometido con un mercado omnipotente que controla las demás esferas sociales, sino con una política liberal que busque hacer valer los derechos y las múltiples libertades de todos. Es decir, en vez de que la política, la moral y el derecho se encuentren subordinados a la economía (entendida en sentido neoclásico), la economía debe encontrarse subordinada a una concepción liberal de la política. La concepción liberal de la política tiene diferentes variantes, de acuerdo a cada doctrina que forme parte de la familia de concepciones liberales, pero algo que no debe faltar en ella es una alta consideración de los derechos fundamentales, la igualdad y la democracia, como valores políticos centrales, a los que se pueden añadir otros más.  

Pero se puede entender muy bien la estrategia de estos mercantilistas cuando dirigen su artillería de juguete contra el liberalismo político. Es claro que ellos representan a una derecha que, si bien desconfía de la democracia, pretenden presentarse como los únicos demócratas del espectro político, pues la extrema izquierda no se encuentra comprometida con una democracia liberal. Pero como han visto florecer una robusta tradición liberal que pasa por Locke, Kant, Berlin, Rawls, Rorty y Sen, entre otros, pretenden atacar dicha tradición, que tiene diferentes ramificaciones y que es sumamente fructífera al defender las libertades, la autonomía y la igualdad civil. Es por ello que sindican, de manera absurda, de comunistas a pensadores como Rawls, Rorty y Sen. Todo quien tenga una cultura política básica sabe que esa acusación es falsa. La estrategia es simplemente descalificar un liberalismo político que se compromete con un liberalismo de izquierda.