domingo, 27 de abril de 2014

JUAN XXIII, EL GRANDE

     

La santificación de Juan XXIII es un acto que enaltece a la Iglesia Católica, debido a lo que significó e imparcto positivo su papado. El Papa Juan XXIII marcó de manera decisiva, por sus acciones,  ideas y gestos, a la Iglesia. Después de él, nadie se le puede comparar en grandeza.  Su gran legado fue el modernizar a la Iglesia como Institución, más que imprimirle una dirección política en tal o en cual sentido. Esta modernización se consolidó a través del Concilio Vaticano II, que es el que rige a la Iglesia Católica hasta el día de hoy. 
      El Concilio Vaticano II significó un giro copernicano en la Iglesia. Antes de él, la Iglesia exigía al mundo a que se adecuase a un modelo preestablecido, que no se había modificado desde la Edad Media, y que suponía el desdén por la Modernidad y la laicidad (es decir, la separación entre Estado e Iglesia). Con el Concilio, en cambio, la actitud de la Iglesia cambió radicalmente: en vez de cerrar la Iglesia al mundo moderno, ésta se abre de para en par, para comprenderlo.
      A la luz del Concilio, se produjeron las conferencias episcopales latinoamericanas más importantes del siglo XX y XXI: Puebla, Medellín, Santo Domingo y Aparecida. Además se gestaron espiritualidades y teologías que fueron de suma importancia para la Iglesia y para el mundo. Entre ellas se encuentra la Teología de la Liberación del padre peruano Gustavo Gutiérrez. La Teología de la Liberación fue uno de los aportes más importantes a la Iglesia. La obra de Gutiérrez impactó en todo el mundo de manera significativa porque recoge una de las grandes instpiraciones del Concilio y del papado de Juan XXIII: la opción preferencial por los pobres, que se recoge de los evangelios.
      De manera vergonzosa, dentro de la Iglesia hubo personas que no estuvieron a la altura del Concilio Vaticano II. Algunos de ello fueron separados, pero muchos permanecieron dentro. Incluso algunos papas posteriores consideraron que el concilio representava un exceso que había que corregir o cancelar. Algunos, cargados de una ideología extremadamente conservadora y de odio contra todo lo que les podía oler a "comunismo", prefirieron encubrir a sacerdotes que tenían cuentas con la justicia a seguir las líneas del Concilio Vaticano II.
       Uno de esos papas fue Juan Pablo II. Durante su excesivamente largo pontificado se dedicó, entre otras cosas, a desarrollar una política conservadora que tenía tres líneas centrales: a) Desmantelar Vaticano II, b) Perseguir a las teologías que se inspiraron en el concilio y c) Proteger a los sacerdotes que tenían cuentas con la justicia. Juan Pablo II combatió con todas sus fuerzas a la Teología de la Liberación de Gustavo Gutiérrez por considerarla una penetración del comunismo en la Iglesia Católica. Con ello mostró tener una pobre comprensión del mundo no europeo, a pesar de haber viajado mucho. Es en ese contexto que nombre cardenal de Lima a Juan Luis Cipriani, en primer cardenal miembro del Opus Dei. Esta acción representa una política completamente opuesta al Concilio Vaticano II.
       Felizmente, para la Iglesia, parece que los años de oscuridad que el pontificado del papa polaco están quedando atrás. El Papa Francisco ha mostrado una actitud de apertura frente a la Teología de la Liberación. Hace unos meses invitó al padre Gutiéttez a Vaticano para darle su apoyo. Eso es un buen augurio respecto de la dirección que va a tomar la Iglesia respecto al concilio. Un signo de esperanza para creyentes y no creyentes.

lunes, 21 de abril de 2014

MUJERES, EDUCACIÓN Y JUSTICIA EN LAS SOCIEDADES CONTEMPORÁNEAS (SEGUNDA PARTE)

2.- ¿Han de estudiar las mujeres?

            Frente a esta pregunta es posible responder afirmativa o negativamente. Quienes afirmamos que las mujeres han de estudiar, consideramos que el derecho a la educación es un derecho que las mujeres han ganado durante el siglo XX y frente al cual no puede haber marcha atrás. Consideramos que la conquista del derecho a la educación se inserta en el enfoque de los derechos humanos y en la perspectiva de una sociedad democrática y liberal.
            Quienes afirman, en cambio, que las mujeres no han de estudiar abrazan lo que podemos denominar, con Julia Annas,  la “teoría de las dos normas” (ANNAS, 1996).  Según tal teoría las sociedades contemporáneas han de tener dos normas jurídicas y sociales distintas, una para los varones y otra para las mujeres. Esta teoría tiene diferentes posiciones que se van organizando gradualmente. En la posición conservadora más radical, las normas jurídicas y sociales que las sociedades extremamente conservadoras tienen para las mujeres señalan que ellas no deben estudiar y deben de encontrarse recluidas a la esfera privada del hogar. Del otro lado se encuentra la posición liberal que señala que no deben existir dos normas, sino sólo una, de tal manera que las mujeres y los varones deben de gozar de los mismos derechos y libertades, y como consecuencia, las mujeres tienen el mismo derecho a la educación que tienen las mujeres. Si nos comprometemos con el enfoque de los derechos humanos, no hemos de suponer que lo correcto se encuentra en la posición que coincide con el “justo medio”, de modo que lo correcto sería que los varones cuenten un esquema de mayores derechos a la educación apropiado. Si estamos comprometidos con los derechos humanos, no hemos de elegir la tesis del “justo medio” en esta cuestión, sino que hemos de comprometernos con la posición liberal.
            Entre la posición del conservadurismo radical y la posición liberal encontramos una línea continua de posiciones intermedias que vale la pena explorar. Hay una posición que considera que desde el punto de vista del derecho debe dar educación a las mujeres, mientras que desde el punto de vista social no las familias no deben enviar a las mujeres a la escuela o permitirles educación, debido a que las requieren para el trabajo y el cuidado de la casa. En muchos sectores rurales se considera que invertir en la educación a las mujeres no es una idea conveniente porque una mujer educada en la escuela no tendrán tanto éxito en la esfera pública como un varón educado en la escuela, de manera que si la familia tiene pocos recursos, los más conveniente será utilizarlos en la educación del varón que invertirlos en la educación de las mujeres. Pero además, esta conducta de la familia se ve complementada con un argumento cultural según el cual la norma de la tradición consiste en no educar a las mujeres. Muchas mujeres, en esos contextos abrazan dicho argumento y consideran que es correcto el que ni ellas ni sus hijas tengan educación escolar.
            Una posición más progresista considera la educación para las mujeres debe ser sancionada tanto por el derecho como por las normas sociales, de manera que se considera que las mujeres deben ir a la escuela, e incluso tener la posibilidad de acceder a educación superior. Pero esto no supone que deben acceder al mismo grado de educación que los varones. Los varones deben de tener una educación de mayor calidad y llegar más arriba en la educación superior. Las mujeres deben de tener una educación mediana, lo suficiente para que sea atractiva para poder acceder a un buen partido como marido. De esta manera, la mujer instruida en esta perspectiva ha de estar instruida para casarse “bien” y educar a los hijos y reformar al marido conforme a los valores tradicionales. Es por esa razón que más importante que la calidad de la educación que la mujer adquiera en la universidad resulta ser el que tenga un título universitario, que la acredite como “digna” de un “buen partido”. 

3.- ¿Qué es lo que deberían estudiar y para qué? 

            Una cosa es preguntarse si las mujeres han de estudiar y otra es qué han de estudiar ellas. Una sociedad tradicional que considere que las mujeres tienen el derecho a estudiar puede considerar que las mujeres sólo pueden tener acceder a la educación primaria y secundaria, pero no avanzar hacia la instrucción técnica o universitaria. En este caso, la sociedad considera que las mujeres deben tener poco acceso al ámbito público del trabajo y de la participación política. Una sociedad más progresista puede considerar que las mujeres pueden acceder a educación técnica y universitaria, pero sólo para ciertas carreras, principalmente, la educación. Algunas pueden abrir el espectro de opciones a otras carreras como la psicología.
            Pero, incluso, cuando las mujeres acceden a la educación superior, el posible la educación que reciben no les permite para acceder a mayores márgenes de justicia política. La educación que reciben puede encontrarse dirigida a que se adapten a un esquema político y social de dependencia frente al varón. Este es el denominado modelo de educación   autodependiente de capacitación y autonomía. Este enfoque considera que “una mujer ‘está capacitada’ si sabe leer y escribir, si tiene educación, habilidades productivas, acceso al capital y confianza en sí misma” (UNESCO, 1997). Este enfoque no considera si las mujeres tienen acceso a recursos, más allá del capital,  y acceso a cargos públicos. El proceso de educación no las prepara para el trabajo cooperativo, sino que las atomiza como individuos que deben competir entre ellas. 
            El enfoque alternativo es el de la educación dirigida al denominado “equilibrio de género”, que permite el poder político suficiente a las mujeres para que modifiquen el esquema de justica imperante en sus sociedades, de manera que puedan acceder a una igualdad de oportunidades tanto en el plano social como en el político. Este modelo las prepara para, y enfatiza, el trabajo cooperativo, pues entiende que sólo a través de la asociación y el trabajo en conjunto las mujeres podrán exigir derechos dentro de la sociedad en la que se encuentren. Siendo los derechos a la educación, de redistribución social y de representación política los más importantes para que las mujeres puedan acceder a la justicia, el enfoque del “equilibrio de género”  resulta ser el adecuado. El mismo término “equilibrio de género” evoca el equilibrio de la “balanza de la justicia” en la que varones y mujeres deben encontrarse en iguales posiciones. Más allá de las diferencias biológicas entre varones y mujeres, la justicia debe de garantizar la igualdad de oportunidades. En sociedades conservadoras, la educación no permite que las mujeres accedan a la igualdad de oportunidades. En cambio, el enfoque educativo de “equilibrio de género” otorga a las mujeres las herramientas suficientes para poder modificar las condiciones sociales y políticas en las que se encuentran.

4.- Lo que la educación puede lograr en pro la justicia para con las mujeres

            La educación, en sus diferentes niveles, puede otorgar a las mujeres herramientas valiosas en su camino de acceso a las mujeres. Estas herramientas pueden ir desde información relevante hasta comprensión más amplia respeto de las relaciones económicas, sociales y políticas en las que se encuentran inmersas. Una de estas herramientas lo constituye la información relevante para que las mujeres puedan salir del ámbito doméstico e insertarse en la red del mercado para tener pequeñas empresas comercializadoras. Pero este paso no es suficiente, pues lo            que logran con ello es incorporarse a un sistema de mercado que puede ser injusto porque carece de límites y los poderes hegemónicos en él colocan a las mujeres en una situación de desventaja.

            Un nivel superior lo constituye la educación que permite a las mujeres comprender las relaciones sociales, económicas y políticas en las que se encuentran. Esta les ofrece herramientas para que puedan formar asociaciones que puedan fortalecer sus posiciones en el mercado, así como defender sus derechos y ganar puestos de representación política (NUSSBAUM, 2012). La incorporación económica no basta para que la educación redunde en funcionamientos valiosos, es decir, para que tenga consecuencias prácticas importantes en la vida de las mujeres. De tal manera, no basta con que adquieran habilidades verbales y matemáticas básicas, como son aprender a leer, a escribir y a realizar operaciones matemáticas básicas. Una formación de mayor calidad, que involucre el cultivo de la imaginación por medio de las humanidades y las artes, permite a las mujeres comprender las relaciones en las que éstas se encuentran inmersas. Comprender las situaciones políticas y sociales, y poder asociarse para pensar en maneras de acceder y conseguir derechos es lo mejor que la educación puede hacer para las mujeres.

lunes, 14 de abril de 2014

MUJERES, EDUCACIÓN Y JUSTICIA EN LAS SOCIEDADES CONTEMPORÁNEAS (PRIMERA PARTE)

El acceso a una educación de calidad en igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres representa uno de los pilares fundamentales de la justicia para con las mujeres, pues la educación resulta ser una herramienta de capacitación importante para poder lograr funcionamientos valiosos para el desarrollo de los planes de vida de las mujeres, además de ampliar los horizontes de lo que una mujer puede aspirar a ser y a hacer, así como dotar de recursos para que pueda hacer frente al medio social y político en el que se desarrolla.
Si bien, desde hace muchos años se ha sancionado el derecho igualitario a la educación entre varones y mujeres en el ámbito legal, no obstante, en el campo social su acceso a la educación se encuentra restringido por un conjunto de condicionamientos sociales que aún no han sido derribados. Respecto del derecho a la educación para las mujeres, se puede consultar los documentos del sistema internacional de protección de los Derechos Humanos. (ONU, 1948, 1966 ,1979 y 1984). Tales condicionamientos sociales se encuentran asociados a ideas que en muchos sectores de las sociedades contemporáneas persisten y que impidan que las mujeres tengan acceso a la educación o que cuenten con una educación de calidad. Desde el punto de vista legal la educación es universal y gratuita, sin embargo hay muchos sectores sociales en los que las personas, en general, no van a la escuela, y mucho menos tienen acceso a la educación superior (ya sea técnica o universitaria). Pero el grupo que cuenta con menos oportunidades reales son mujeres de sectores sociales deprimidos y que pertenecen a grupos étnicos excluidos.
            En las sociedades contemporáneas, el acceso a la educación de las mujeres, y el acceso a la justa igualdad de oportunidades en general se encuentran obstruidos por la confluencias de dos fuerzas políticas que han ido frenando los avances hacia una sociedad democrática y de respecto de los derechos humanos. Estas fuerzas son la neoliberal y la del conservadurismo ultramontano que han aunado esfuerzos para ganar terreno en la política internacional y al interior de los Estados. Aunque ambas fuerzas tienen raíces distintas, ambas coinciden en una política de conservadurismo cultural y de desmantelamiento de la democracia liberal. Justamente, el progresismo cultural y la profundización en la democracia liberal permiten un mayor acceso de las mujeres a la justicia, en especial a una educación de calidad. Tener en cuenta esto nos permite comprender la situación del derecho de las mujeres a la educación desde una perspectiva más amplia. 

1.- La escalada neoliberal en la escena mundial contemporánea

            A raíz del derrumbe del bloque soviético, simbolizado por la caída del Muro de Berlín    en 1989, analistas políticos como Francis Fukuyama pronosticaron “el fin de la historia” (FUKUYAMA, 1992). Dicho acontecimiento traería consigo el fin de las ideologías, pues se había dado término a la confrontación entre las ideologías capitalista y comunista. En una suerte de laberíntica interpretación de Hegel, lo que Fukuyama señala es que con el fin de las ideologías se abre el campo para el reino de la libertad. Pero lo cierto es que con el fin de la “Guerra fría” lo que se impuso fue la omnipresencia de la ideología neoliberal disfrazada de mundo no ideologizado y de pragmatismo.
            De esta manera, lejos de abrirse paso la libertad en el mundo y de de finalizar las ideologías, lo que sucedió es que se resucitaron las tesis de la economía neoclásica y los trabajos de los liberales económicos de la escuela austriaca de principios del siglo XX, especialmente los trabajos de Von Mises y Von Hayek. Lo que esos economistas traen consigo son las ideas de un mercado de productos, de servicios y de trabajo completamente desregulado, junto con la exigencia de un Estado reducido a su mínima expresión[1].
Estas ideas se han puesto en circulación en las sociedades por medio de las políticas económicas fomentadas desde el Banco Mundial, las escuelas de economía de las universidades, de las escuelas de derecho – bajo la forma del Análisis Económico del Derecho – y a través de la prensa escrita y televisiva; de manera que se han vuelto moneda corriente en los debates sobre políticas públicas y sobre las cuestiones privadas. Un anexo de estas ideas lo constituye el discurso del “sujeto emprendedor”, que supuestamente, a través de su esfuerzo podrá incorporarse al sistema económico dominante. Pero todo discurso, desde la economía, la política, la filosofía y el derecho, que sostenga que hay que modificar el sistema dominante en parte o en su totalidad es prontamente satanizado y tildado de “estatista”, “comunista” o “caviar”.  Es claro que no resulta buena la idea de desarticular los mercados. El mercado se ha mostrado como una herramienta eficaz de distribución de muchos bienes, pero hay que tener en cuenta que hay bienes que no se deben distribuir por o exclusivamente a través del mercado, como son la salud, la educación y la seguridad, entre otros.
La dominación de las ideas neoliberales ha hecho que las sociedades occidentales pasen del “Estado de bienestar” al “Estado de precariedad” (FASER, 2008). En este tránsito las personas en las sociedades contemporáneas han ido perdiendo  seguridad de empleo e incertidumbre frente a sus futuras condiciones de vida. Las mujeres, en especial, se han visto vulnerables y, como consecuencia de ello, se han replegado a políticas adversas al feminismo de reivindicación de derechos que tuvo fuerza entre los años 60 y 90. Este repliegue de las mujeres en el contexto de los “Estados de precariedad” ha tenido dos direcciones complementarias. La primera ha sido adherirse a un nuevo feminismo conservador que dejó atrás las reivindicaciones de justicia y las ha reemplazado por la exigencia de reconocimiento de la identidad. Este nuevo feminismo incluye un discurso de diferenciación biológica que explica los diferentes roles que cumplen los hombres y las mujeres. Conforme a dicho discurso, los hombres están más capacitados biológicamente para ocupar cargos públicos, para el pensamiento abstracto y la conducción de organizaciones, mientras que las mujeres serían más aptas para el cuidado y la expresión de la sensibilidad[2]
La segunda dirección consiste en la adhesión, por parte de las mujeres, a grupos religiosos y políticos conservadores, grupos en los que ellas encuentran seguridad y protección.  En el contexto de la “guerra contra el terrorismo”, esta segunda tendencia se ha acentuado en gran parte del mundo.  Las mujeres suelen preferir apoyar a líderes políticos que representen virilidad, seguridad y protección, incluso cuando estos líderes tengan políticas que disminuyen las posibilidades de educación y empleo de las mujeres. Incluso, las mujeres se encuentran más propensas a votar por propuestas que atentan contra su libertad reproductiva y su vida sexual, así como contra sus posibilidades de desarrollo en la sociedad y en la política. En el campo religioso, las mujeres tienden adherir a movimientos claramente machistas que limitan sus posibilidades de alcanzar cargos directivos dentro de sus congregaciones y asociaciones religiosas. Ambas direcciones comparten el matiz de un extremado conservadurismo, completamente adverso al progresismo que podría garantizar los derechos de las mujeres.
Ciertamente, no todas las mujeres que viven en un contemporáneo “Estado de precariedad”  toman decisiones sociales, religiosas y políticas adversas a sus intereses y derechos como mujeres, pero la tendencia es marcada.  En sociedades como las latinoamericanas, en las que la ola neoliberal ha penetrado con radicalidad, muchas mujeres adhieren a versiones del catolicismo radical de derecha, a movimientos políticos de derecha radical y votan por propuestas adversas a sus intereses y derechos, motivadas por la precariedad en el empleo y en sus condiciones de vida presente, así como la incertidumbre respecto del futuro.
Probablemente se intentará argumentar que este problema de la precariedad en las condiciones de vida que enfrentan las mujeres empata más con la experiencia de las mujeres en Estados Unidos y Europa a raíz de la crisis económica que estalló desde el 2008, pero que en América Latina  la situación es diferente, debido a la boyante economía y a los “éxito” de las políticas neoliberales en la economía. Sin embargo, la precariedad laboral se expresa en las políticas de desregularización del mercado de trabajo, la penetración de las ideas machistas en las sociedades latinoamericanas y en la desestructuración de las redes y movimientos sociales que protejan las condiciones de vida de las mujeres en sociedades fuertemente machistas, competitivas y consumistas. Las trompetas de victoria de la derecha neoliberal en Latinoamérica no son una buena noticia para las mujeres del subcontinente. Las protestas en Chile y en Brasil son una muestra de ello. No es casual que la lideresa más exitosa de la FECH (Federación de Estudiantes de Chile) haya si Camila Vallejo, una mujer.
La ola conservadora y neoliberal que se ha impuesto en las sociedades contemporáneas, traen consigo preguntas respecto de la educación de las mujeres que estas sociedades  se están formulando, a causa del retroceso conservador que estamos viviendo. Entre estas preguntas podemos destacar dos que son centrales: a) ¿Las mujeres han de estudiar?, y b) ¿Qué y para qué han de estudiar las mujeres?




[1] Últimamente, el abogado Alfredo Bullard defendió la idea de que la educación en su totalidad debería de privatizarse, y que el Estado debería apoyar a los padres de familia con un sistema de bonos para que puedan escoger la escuela que preferían. La propuesta de Bullard parecería apoyar  la capacidad de elegir de los padres respecto del tipo de escuela a la que enviar a sus hijos, sin embargo no es eso exactamente. Lo que se está defendiendo con esta propuesta es la empresa privada, y no al consumidor, pues el financiamiento por medio del sistema de bonos sería una versión criolla de lo que se hizo en Chile. Con ello, la educación dejaría de ser gratuita y universal, y estaría atada a un sistema de crédito bancario, con la lógica del interés bancario. Las propuestas de Bullard se mueven en péndulo. Van de una opción ultraneoliberal a lo superrealista. Hace no mucho sostuvo que la mejor manera de terminar con la congestión vehicular en Lima era privatizar las calles.
[2] Para ver en acción este discurso, véanse los trabajos de Carol Gilligan.

domingo, 6 de abril de 2014

DE OTRO MODO, LA DICTAUIRA HABRÁ VENCIDO

      El sábado 5 de abril., justo el día en que se recordó los 22 años del golpe que instauró la dictadura más nefastas que se instaló en este país, tuve que dictar una clase a un grupo de jóvenes en la que discutimos algunas ideas de Thomas Hobbes. De acuerdo a Hobbes, el ser humano tiene una naturaleza según la cual el ser humano es autointeresado.  La pregunta que guió el desarrollo de la clase fue, entonces, si Hobbes estaba en lo cierto, de decir, si el ser humano es egoísta por naturaleza.No me sorprendió el que la mayoría de esos jóvenes respondiesen que sí. Lo que me sorprendió es que sólo unos pocos, realmente muy pocos, sostuvieran que Hobbes estaba equivocado. 
       Esta idea hobbesiana se ha vuelto sumamente popular y constituye el punto de vista de nuestra época. Ella tiene dos caras: de un lado, el ser humano se encuentra en competencia con los demás para conseguir lo que desea (se encuentra en un "estado de guerra", señala expresamente en filósofo inglés). En esto se empata con la idea neoliberal de que las personas son esencialmente agentes competidores en el mercado. La otra cara que tiene esta concepción de Hobbes se conecta perfectamente con una idea que la Iglesia conservadora había puesto en circulación mucho antes de que Hobbes escribiera sus obras: el ser humano es pecador por naturaleza y, por lo tanto, necesita una contención. La moral cristiana centrada en la idea del pecado tendría una función de contención de la tendencia que las personas tendrían hacia el pecado.
         La primera cara de esta idea ha tomado una fuerza renovada a partir de los años 89, con la caída del muro de Berlín y la victoria del capitalismo neoliberal sobre las ideas socialistas y comunistas. A partir de entonces comenzó a hacerse moneda común la creencia de que todos los procesos sociales pasan por el mercado y que todo se encuentra sujeto a compra y venta. El objetivo central de las personas rería acumular dinero y ser exitosos competidores en el mercado. Esta creencia ha sido propalada por los diferentes medios de comunicación y ha conformado el sentido común de la población. Por otro lado, el mismo proceso llevó, en el catolicismo, un avance de las facciones conservadoras que desactivaron los progresos alcanzados el Concilio Vaticano II, y en el mundo evangélico, fortaleció también a los sectores más conservadores.. Si mis alumnos vieron la televisión, escucharon radio y se conectaron a internet, y además fueron a la iglesia, entonces recibieron la idea hobbesiana como si fuese un slogan publicitario. Y si la escuela no les ha dotado de herramientas conceptuales para tener una mirada crítica frente a ese dis curso, entonce ya están hechos.
        Ahora bien, si uno acepta la idea de Hobbes va a tener la propensión a creer dos cosas más: que en la vida política la dictadura es mejor que la democracia y que la corrupción es algo natural. Así, como las personas tienen esa tendencia natural al egoísmo, el mejor sistema político es la dictadura, porque éste contendrá, a través de la fuerza pública, las tendencias autointeresadas de las personas,las orientará hacia la competencia en el mercado y  asegurará la paz a través de la violencia. Además, puesto que el ser humano es pecador, es corrupto por naturaleza, lo cual lleva a considerar que la corrupción es un estado natural de las personas, y que todos podemos ser señalados por nuestras acciones corruptas. Alberto Fujimori y Vladimiro Montesinos utilizaron perfectamente esas ideas. Ambos se encargaron de montar un régimen represor de las libertades y de grabar las acciones corruptas de las personas para extorsionarlas y corromperlas aún más.
       Pero ellos tuvieron el éxito que tuvieron gracias a que las ideas de Hobbes ya estaban en circulación.  De esta manera, a 22 años de la instauración de la dictadura en el Perú, sucede que no basta con derrotar políticamente al fujimorismo, sino de desactivar la idea hobbesiana. De otro modo, la dictadura habrá vencido