lunes, 23 de abril de 2012

LA “INTELECTUALIDAD” CAPITALISTA Y LA CRÌTICA DE LA CRÌTICA DE CINE





Recientemente Alfredo Bullard – gran difusor del Análisis Económico del Derecho en nuestro medio- ha publicado un artículo criticando a los críticos de cine por no evaluar positivamente películas taquilleras.

La crítica de Bullard va así: como los críticos de cine son todos intelectuales de izquierda, y los intelectuales de izquierda tienen un resentimiento contra el mercado a causa de que su trabajo no es tan remunerado como los que hacen películas taquilleras o como Claudio Pizarro, que gana más por el simple hecho de patear una pelota, dichos críticos expresan su resentimiento y frustración evaluando con “baja nota” a las películas populares.

El artículo de Bullard se redondea señalando que tales intelectuales de izquierda en vez de conectarse con el pueblo, en nombre de quien hablan, lo que hacen es sancionan sus gustos. Al respecto de esta argumentación, hay algunas cosas que señalar.



1.- ¿Los críticos de cine son necesariamente intelectuales de izquierda anticapitalista?


La primera presunción de Bullard es complicada. Presupone que todos los críticos de arte son de izquierda. ¿No será acaso, ésta, una burda generalización? Si fuese así, todos los críticos estarían de acuerdo en valorar más una película con trasfondo político y social, que cualquier otra película. Lamentablemente, para el profesor Bullard, eso no sucede.

De hecho, la crítica de cine, y de arte en general, se ha distanciado de los parámetros desarrollados por los intelectuales de la ex Unión Soviética, por considerar que se trataba de un “arte de propaganda política” que va en contra de los objetivos del arte. Parece ser que los criterios utilizados por los críticos de arte (y de cine, especialmente) son diferentes y más amplios. El que personas que no se encuentran inmersas en el mundo del arte no los comprenda, es otra cuestión.


2.- ¿Los críticos de cine dicen a las personas que no deben ver películas taquilleras?


Esta es la segunda presunción que hay que analizar. Lo que hacen los críticos de cine es reconocer dos clases de cine que al ojo del avisado analista Bullard han escapado: el cine de entretenimiento y el cine de arte.

Muchas, pero no todas las películas taquilleras, se encuentran dirigidas al entretenimiento. Eso se debe a diferentes factores: las personas que las ven cuando van al cine buscan disiparse, su objetivo no es necesariamente cultural. No hay absolutamente nada de malo en eso, sino que es plenamente legítimo. Incluso hay personas que a veces van a ver películas artísticas y otras veces películas de entretenimiento dependiendo de las circunstancias.

Las películas de arte tiene cono objetivo desplegar las posibilidades de los múltiples lenguajes del cine lo más que se pueda. Para ello exploran los diferentes aspectos de dicho lenguaje para conseguir una mayor capacidad de expresión de vivencias profundas de los seres humanos, tal como lo hace todo arte.

La tarea de los críticos de cine consiste en examinar las películas desde el punto de vista de la realización artística, y si califican como mediocre o mala películas como Pretty woman, es debido a que estén haciendo uso de criterios académicos, que se construyen teniendo en cuenta la historia de la crítica, la historia del cine, los elementos internos de la actividad del cine como arte, etc. El mercado tiene criterios diferentes para calificar si una película es buena o mala, especialmente si vende o no vende. Pretender que los únicos criterios que valen para evaluar una película sean los del mercado esconde una actitud completamente antiliberal, que la de imponer la tiranía del mercado sobre la crítica de cine. Y el auténtico liberalismo, desde sus inicios en John Locke, se presenta como una doctrina que combate todo tipo de tiranía.

De esta manera, si Ud. decide ver una película taquillera, no se inquiete que ningún crítico de cine le señalará con el dedo, sino que entenderá que cuenta con razones para ello. De esta manera, los críticos de cine no están ni a favor, ni en contra del pueblo (que Bullard defiende en apariencia)., sino que ellos están haciendo su trabajo, como un abogado hace el suyo al tratar que se de una pena justa a un criminal, o un intelectual, al tratar de dar la mayor articulación y consistencia a sus ideas.


3.- ¿Los críticos de cine están molestos con que Claudio Pizarro gane dinero por patear una pelota?


Esa presunción hace abstracción de una cuestión fundamental, que contradice el argumento de Bullard. No es cierto que Pizarro o Messi ganen dinero por patear una pelota y ya. Ellos lo hacen con maestría, algo que depende del talento y de un trabajo constante y sostenido. Cuando Bullard ve a Pizarro patear la pelota, sólo está teniendo presente el momento final de un proceso que incluye trabajo arduo. La pregunta es la siguiente ¿Consideraría justo Bullard que a Pizarro o a Messi se le pague lo mismo por patear una pelota que a alguien que lo hace de manera desastrosa? Ciertamente, porque su trabajo en el fútbol tiene que ser remunerado adecuadamente, de acuerto a los criterios del juego.


4.- ¿Son los intelectuales de derecha enemigos de la cultura?


Ciertamente no. El novelista japonés Yukio Mishima es un claro ejemplo de un intelectual de derecha que ha buscado llevar al camino más elevado el arte de la narrativa. Siendo abiertamente antiizquierdista y plenamente conservador en cuestiones culturales su contribución a la novela y al cuento es invalorable. El ejemplo de Mishima nos indica que puede haber una derecha culta y creativa, pero lamentablemente el Perú contemporáneo carece de una derecha de ese porte. En vez de ello, nuestra derecha criolla parece ser enemiga de la cultura, especialmente la derecha capitalista. Ellos plantean un falso dilema, que consiste en que una persona debe escoger entre el mercado y el dinero, o el arte. Tal vez por esa razón sus intelectuales caen tan rápidamente en contradicciones y en argumentaciones falaces.

domingo, 15 de abril de 2012

Izquierda liberal e izquierda radical

         


A raíz de que Humala tomara distancia de los intelectuales de izquierda y se acercara aún más a los empresarios, tanto los diarios de derecha como los propios intelectuales de izquierda han estado poniendo en vitrina la cuestión de la izquierda en el Perú. Después de haber sido desembarcados, no se sabe si definitivamente del gobierno, la misma izquierda está intentando hacer un balance y reflexión de su historia reciente, desde que el proyecto de Izquierda Unida fracasó.



El apogeo de la política radical

            Esta reflexión se da en un contexto particular, marcado por la centralidad que tiene la política radical en el escenario peruano. Esta política radical (brutal, como se ha denominado últimamente) tiene, entre otras, las siguientes características. En primer lugar, se trata de un estilo de política donde predomina la violencia y el diálogo o el debate es desdeñado; en segundo lugar, si bien tiene sus representantes en el sistema de partidos (como el ala dura del fujimorismo), su campo de acción más prolífero es la marcha en las calles, la presión de los lobbies empresariales, los medios de comunicación y las redes sociales; y finalmente, se trata de una actividad llevada adelante por instituciones y agentes que no se encuentran comprometidos con la democracia.

La política radical y la reflexión sobre la izquierda

            La izquierda reflexiva, que está buscando una reestructuración de sus ideas y proyectos y una renovación de sus cuadros se encuentra asediada por la derecha y la izquierda radical. La derecha radical considera que toda disidencia o manera distinta de pensar es un delito que hay que castigar con el garrote o la violencia periodística. La izquierda reflexiva se encuentra comprometida con la democracia y por ello busca no sólo la inclusión social (expansión del mercado) sino la inclusión política (la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones políticas y el hacer valer los derechos políticos de deliberación pública).
            
           Por otro lado, la izquierda radical realiza acciones que deslegitiman a la izquierda en su totalidad, porque muestran poco aprecio a la democracia. Estas acciones erosionan la posición de la izquierda democrática y reflexiva. La izquierda radical considera que la izquierda moderada representa a unos traidores a los ideales de la izquierda marxista y/o son unos “burgueses acomodados”. Además, la izquierda moderada está abierta a la discusión de ideas y propuestas, en cambio, la izquierda radical piensa que es la portadora de una verdad absoluta y científica que no hay que cuestionar, sino aplicar.
             
         A causa de su simplicidad de sus discursos tanto la derecha como la izquierda radicales tienen arraigo en grandes sectores de la población que cuentan con poca organización social y tienen una baja instrucción. Dado que los sindicatos se encuentran desestructurados y son casi inexistentes, la izquierda moderada tiene como único espacio de acción las universidades, donde, en principio, sí sería posible llevar adelante una reflexión pues allí se supone que la reflexión sobre las  ideas y la crítica son posibles. Sin embargo, la mayoría de universidades en este país se presentan como empresas privadas a manos de la derecha radical (ya sean neoliberales a ultranza o conservadores religiosos), quienes neutralizan el debate de ideas y la formación de la conciencia crítica de parte de los estudiantes. De hecho, en algunas universidades se prohíbe expresamente que se discutan temas políticos, y en otras se ha generada un ambiente que excluye naturalmente la discusión política. En este contexto universitario, la izquierda moderada tiene poco espacio para consolidar su base social. 

La izquierda liberal y la izquierda radical

            Algo que los analistas de izquierda están sugiriendo acertadamente es que si bien la izquierda no debe aspirar a conformarse en un partido unificado, sí necesita consolidarse como un frente amplio de izquierdas. Pero en ese frente amplio las izquierdas democráticas deben tomar la batuta, porque un liderazgo radical la devolvería a los problemas en el que se encuentra. Pero eso no será posible si la izquierda reflexiva no toma en serio el liberalismo, para volverse una izquierda liberal. Esto supone una cosa que va a costar a muchos intelectuales de izquierda: tomar una prudente distancia de Marx y Lenin. No es posible devenir en una izquierda liberal sin esa distancia. Ello supone un cambio de paradigma, y no sólo un cambio en las reivindicaciones, porque de otro modo se tendría un conjunto de ideas inconexas e incoherentes que no resultaran fructíferas para la acción política.
         
        Lo que estoy diciendo es que la izquierda podría avanzar mucho más si 1) se concibe como un frente amplio de izquierdas, 2) si en dicho frente las izquierdas democráticas son las que asumen el liderazgo y 3) si esa izquierda democrática toma distancia de Max y Lenin y se aproxima a la izquierda liberal propuesta por Withman, Dewey y Rorty   

jueves, 5 de abril de 2012

5 de Abril de 1992





Este jueves 5 de Abril recordamos los 20 años del golpe de Alberto Fujimori. Respecto de ello se están debatiendo  varias cosas por la prensa televisiva y escrita, así como en los blog y redes sociales. En esta oportunidad quiero subrayar algunos aspectos de dicho acontecimiento.

Un suceso nefasto y desuma importancia  para el país

Ese día marcó, a todas luces, un antes y un después en la historia reciente del país, y ha dejado una huella en la vida social y política de este país cuyas consecuencias se están aún desplegando. A nivel social, significó, entre otras cosas 1) el triunfo del modelo económico neoliberal en su versión radical, 2) la desestructuración de las redes y articulaciones sociales, 3) la violación de los derechos humanos y 4) la expansión de la corrupción en muchos niveles de la vida social del Perú.

A su vez, a nivel político, significó 1) el desmantelamiento del movimiento de izquierda, de una izquierda que era interesante y que podía aportar muchas cosas al país (obviamente, con excepción de Sendero Luminoso y el MRTA, que infringieron un daño profundo al movimiento de izquierdas), 2) la desestructuración de todo movimiento político y de toda organización de la sociedad civil y 3) la corrupción  de los movimientos políticos que sobrevivieron.

            La aprobación actual

Es ya conocido que según la encuesta de Ipsos Apoyo sólo el 38% de la población considera que el golpe no fue  necesario para enfrentar los problemas que el país tenía entonces, mientras que un 47% lo justifica. Estos porcentajes dicen mucho del apoyo que la población está dispuesta a dar a la democracia, después de 11 años de retorno del retorno de dicho sistema de gobierno. Esto requiere una explicación.

Entre los elementos que pueden explicar esto podemos encontrar 1) que hay un amplio sector de la población 
que fue profundamente corrompido políticamente por los años del régimen dictatorial, tiempo en el que se mantuvo una relación clientelar, a través del intercambio de dádivas  y favores por apoyo político, 2) los 11 años de democracia no se ha hecho lo suficiente para hacer que los ciudadanos la prefieran a la dictadura, pues – especialmente los últimos 6 años – hemos tenido una democracia de muy baja intensidad,  3) por la misma penetración de un capitalismo neoliberal que ve en la democracia un obstáculo para el logro de sus objetivos (se trata de un capitalismo radical que encuentra en el disenso no un elemento importante para una sana vida política sino un acto delictivo que hay que reprimir), y 4) las mentiras que se han ido propalando respecto de diferentes temas respeto de los logros de la dictadura, como la afirmación de que fue Fujimori y no Ketín Vidal quien capturó a Guzmán.

El futuro del fujimorismo

El triunfo de Ollanta Humala sobre Keiko Fujimori es un dato que no hay que perder de vista si queremos  evaluar el futuro del fujimorismo. Con su líder autocrático en prisión y con un grupo de jóvenes dentro del partido que no logran apartar a las personalidades radicales y más autoritarias. Durante la segunda vuelta fue patente que Humala logro moverse de la izquierda pseudoradical al centroizquierda, mientras que Keiko Fujimori no pudo moverse de la derecha radical al centro derecha.

Hoy el fujimorismo, como tal, tiene poca presencia política, a pesar del gran arraigo popular con el que cuenta, de manera que necesita apoyarse en sus partidos aliados para poder mantenerse en la escena política. Parece que la democracia no le sienta bien. Para mutar en un movimiento democrático debe hacer dos cosas que van a ser muy difícil de lograr: a) apartar a las personalidades radicales que acompañaron a Alberto Fujimori  y b) cambiar de nombre, pues el actual corresponde más a un movimiento dinástico que a un movimiento democrático. Pero el nombre del movimiento es lo que le permite mantener su arraigo popular. ¿Podrá, acaso, adecuarse a la democracia? Considero que la duda es legítima.