Este jueves 5 de Abril recordamos los 20 años del golpe de Alberto Fujimori. Respecto de ello se están debatiendo varias cosas por la prensa televisiva y escrita, así como en los blog y redes sociales. En esta oportunidad quiero subrayar algunos aspectos de dicho acontecimiento.
Un suceso nefasto y desuma importancia para el país
Ese día marcó, a todas luces, un antes y un después en la historia reciente del país, y ha dejado una huella en la vida social y política de este país cuyas consecuencias se están aún desplegando. A nivel social, significó, entre otras cosas 1) el triunfo del modelo económico neoliberal en su versión radical, 2) la desestructuración de las redes y articulaciones sociales, 3) la violación de los derechos humanos y 4) la expansión de la corrupción en muchos niveles de la vida social del Perú.
A su vez, a nivel político, significó 1) el desmantelamiento del movimiento de izquierda, de una izquierda que era interesante y que podía aportar muchas cosas al país (obviamente, con excepción de Sendero Luminoso y el MRTA, que infringieron un daño profundo al movimiento de izquierdas), 2) la desestructuración de todo movimiento político y de toda organización de la sociedad civil y 3) la corrupción de los movimientos políticos que sobrevivieron.
La aprobación actual
Es ya conocido que según la encuesta de Ipsos Apoyo sólo el 38% de la población considera que el golpe no fue necesario para enfrentar los problemas que el país tenía entonces, mientras que un 47% lo justifica. Estos porcentajes dicen mucho del apoyo que la población está dispuesta a dar a la democracia, después de 11 años de retorno del retorno de dicho sistema de gobierno. Esto requiere una explicación.
Entre los elementos que pueden explicar esto podemos encontrar 1) que hay un amplio sector de la población
que fue profundamente corrompido políticamente por los años del régimen dictatorial, tiempo en el que se mantuvo una relación clientelar, a través del intercambio de dádivas y favores por apoyo político, 2) los 11 años de democracia no se ha hecho lo suficiente para hacer que los ciudadanos la prefieran a la dictadura, pues – especialmente los últimos 6 años – hemos tenido una democracia de muy baja intensidad, 3) por la misma penetración de un capitalismo neoliberal que ve en la democracia un obstáculo para el logro de sus objetivos (se trata de un capitalismo radical que encuentra en el disenso no un elemento importante para una sana vida política sino un acto delictivo que hay que reprimir), y 4) las mentiras que se han ido propalando respecto de diferentes temas respeto de los logros de la dictadura, como la afirmación de que fue Fujimori y no Ketín Vidal quien capturó a Guzmán.
El futuro del fujimorismo
El triunfo de Ollanta Humala sobre Keiko Fujimori es un dato que no hay que perder de vista si queremos evaluar el futuro del fujimorismo. Con su líder autocrático en prisión y con un grupo de jóvenes dentro del partido que no logran apartar a las personalidades radicales y más autoritarias. Durante la segunda vuelta fue patente que Humala logro moverse de la izquierda pseudoradical al centroizquierda, mientras que Keiko Fujimori no pudo moverse de la derecha radical al centro derecha.
Hoy el fujimorismo, como tal, tiene poca presencia política, a pesar del gran arraigo popular con el que cuenta, de manera que necesita apoyarse en sus partidos aliados para poder mantenerse en la escena política. Parece que la democracia no le sienta bien. Para mutar en un movimiento democrático debe hacer dos cosas que van a ser muy difícil de lograr: a) apartar a las personalidades radicales que acompañaron a Alberto Fujimori y b) cambiar de nombre, pues el actual corresponde más a un movimiento dinástico que a un movimiento democrático. Pero el nombre del movimiento es lo que le permite mantener su arraigo popular. ¿Podrá, acaso, adecuarse a la democracia? Considero que la duda es legítima.
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