miércoles, 29 de abril de 2015

HEGEMONÍA ----¿Y DEMOCRATIZACIÓN?

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Los movimientos de izquierda organizados últimamente en torno a un sinnúmero de reivindicaciones sociales, desde las Machas Pulpín en Lima hasta los reclamos contra "Tía María" en Arequipa están representando un movimiento que tiene una característica que llama la atención: más que ser una propuesta articulada aparece como una aglutinación de exigencias, que si bien todas pueden ser asociadas a las izquierdas, no logra organizarse en un proyecto más amplio. Entre estas exigencias, se encuentran las de la redistribución de la riqueza, la crítica al neoliberalismo económico, las exigencias de la ecologistas, los feminismos, las exigencias del llamado "buen vivir", entre otros. En el caso de "Tía María", las bases des izquierdas no han llegado a un acuerdo sobre si deben oponerse solo a la minería ilegal u oponerse también a la minería formal con bajos estándares de descontaminación, o finalmente, a toda minería. Puesto que, al parecer que toda extracción minera genera un impacto contaminante, de acuerdo a los estudios con los que cuentan, el debate es ¿cuál es el nivel de contaminación que estarían dispuestos a tolerar? Lo sorprendente es que desde Conga, este debate no se haya llevado a cabo entre las izquierdas ecologistas.

Lo que alegan las izquierdas es que su proyecto político más amplio se encuentra en gestación desde la práctica. Que es desde la acción misma que irá surgir y que prefieren rechazar las teorías que provienen de la academia universitaria porque éstas, alegan, se encuentran contaminadas por los discursos dominantes. De esta manera, la actividad de las izquierdas se encuentra organizada, tanto respecto a las cuestiones prácticas como respecto a los discursos que provienen de las ciencias sociales de la academia universitaria, por la teoría de la hegemonía desarrollada por el intelectual italiano Antonio Gramsci. Pero, en nuestros días, donde la conciencia de ser sociedades postcoloniales, la teoría de la hegemonía adquiere el matiz de la teoría de la descoloniamlidad. Así, el feminismo exige descolonizar el cuerpo de la mujer y los ecologistas descolonizar el medioambiente. Y para ello es necesario, se señala, es necesario hacer visible las hegemonías.

Si esto es así, eso quiere decir que es falso que, en el movimiento de las izquierdas actuales en el Perú, la teoría esté partiendo de la práctica, sino que sucede lo contrario: la teoría de la descolonialidad antihegemónica está direccionando la práctica.  Si bien ello no representa algo pernicioso de por sí, pues siempre existe un ir y venir desde nuestras prácticas a nuestras creencias y teorías, la pregunta es si la teoría que se está usando es suficiente para articular un proyecto importante que pueda ganar apoyo político de la ciudadanía, o se presentará como un conjunto de ideas aglutinadas por un pequeños grupos que serán visto como lo otro de las fuerzas políticas. 

El discurso que estas izquierdas ponen en circulación entre ellos es el de visibilizar las hegemorías y los juegos de poder. Si bien, ese es un paso importante, no resulta ser suficiente. Por ejemplo, es suficientemente clara la hegemonía que tiene el discurso del neoliberalismo económico, y sin embargo es evidente que hay que dar otros pasos para mantener a raya dicho poder fáctico. La teoría de la homogenización al uso actualmente resulta ser insuficiente. Lo que hace falta es complementarla con una teoría de la democracia y de la democratización. Pero , es aquí donde las izquierdas tienen un problema: la teoría de la democracia exige realizar un trabajo de aislamiento de los poderes fácticos y de realizar un debate político sobre la base de razones. Pero si la izquierda le ha dado demasiado crédito a la creencia que toda exigencia de dar razones expresa una forma de hegemonía y colonialidad, entonces lo que queda es una posición  crítica de la dominación pero sin una propuesta alternativa. La desconfianza frente a la posibilidad de la argumentación, al dar razones y al debate público provienen de una antropología atrapada en los presupuestos del fundacionalismo que defiende la idea del relativismo cultural. 

De esta manera, las nuevas izquierdas requieren tomar una decisión teórica fuerte. O aceptan el proyecto de democratización o permanecen empantanadas. Pero aceptar la idea de la democratización deben abandonar un bien muy preciado para ellos, a saber la creencia de que la razón es un poder hegemónico per sé, no importando de quienes vengan los argumentos. 


lunes, 13 de abril de 2015

DESARROLLO, DEMOCRACIA Y EMANCIPACIÓN SOCIAL

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En su tratado Fundamentación para la metafísica de las costumbres el profesor Immanuel Kant había        señalado  que una de las ideas centrales de la moral es la de considerar a cada persona como un fin en sí       mismo y nunca sólo como un medio.  Años más tarde, en su Doctrina de la virtud  indica que cada ser        humano tiene dos tipos de deberes morales fundamentales. El deber consigo mismo consiste en buscar el      propio perfeccionamiento mientras que el deber con    los otros es comprometerse con sus fines. Finalmente, en sus trabajos sobre religión (La religión dentro de   los límites de la razón) presenta la idea de comunidad ética.

Estas ideas, pensadas detenidamente, resultan fecundas para la filosofía social. La idea de que cada persona es un fin en sí indica que no se debe instrumentalizar al otro, sino que no puedo proyectar sobre el mis         propios proyectos de vida. De esta manera, ser un fin en sí mismo significa que cada cual tiene el derecho   moral de plantearse sus propios proyectos de vida. La gran amenaza no solo se presenta en los intentos de   tratar al otro como un instrumento u objeto (como lo que hicieron los nazis con los judíos), sino que no        puedo presentarme como el benefactor de la humanidad y plantearle los caminos "apropiados" para           desarrollarse "adecuadamente".

El proyecto de exigirle al otro que se proponga los fines que yo considero correcto han tenido varias expresiones en propuestas políticas. Todas estas propuestas tienen como objetivo eliminar la diversidad de fines que las personas pueden plantearse en la sociedad. Esta eliminación de la sociedad se puede buscar con buena voluntad o con objetivos de someter al otro. Las políticas desarrollistas llevadas a cabo en los años 70 estaban inspiradas en la creencia que desde el Estado se podía conducir a los ciudadanos hacia los fines correctos. Desde la caída del Muro de Berlín, se ha reactualizado esta actitud, pero esta vez no se plantean desde el Estado, sino desde agentes específicos de la sociedad. El proyecto neoliberal  llevado adelante por los agentes dominantes en el mercado consideran que saben cuáles son los fines que los ciudadanos deben plantearse como objetivos de vida. La arena social en la que se expresan con mayor claridad estos proyectos es la educación, porque esta es la que se figura como la que modela los anhelos de las personas bajo la formación de emprendedores.

Todos estos proyectos, tanto en el ámbito interpersonal como en el social y político,  se presentan señalando que se tiene un supuesto conocimiento metafísico, como la idea de naturaleza humana. Lo que es claro es que quien afirma conocer la naturaleza humana o la estructura metafísica del mundo o está confundido o está mintiendo. Es por ello que la actitud crítica que Kant desarrollo en su filosofía, es sumamente productiva para cuestionar los proyectos que amenazan la democracia.

El proyecto neoliberal parte de una concepción metafísica del mundo, la sociedad y las personas. En nombre de ese supuesto conocimiento proceden a imponer un modelo de vida homogeneizarte. Dicha metafísica      señala, entre otras cosas, que las personas son competitivas y libres por naturaleza. De esta manera, el libre mercado resulta ser la estructura social idónea para que ellas desarrollen su finalidad adecuadamente (de     acuerdo a lo que los neoliberales consideran que es la finalidad de todo ser humano, es decir, ser                 emprendedor). Dicha finalidad es la de todo ser humano en general y la idea de libertad que se utiliza como punta de lanza de dicho proyecto tiene una extraña cualidad. El neoliberalismo supone que si se deja a las    personas elegir libremente, estas escogerán el modelo de vida que los neoliberales les plantean (y si no lo     hicieren, se trataría de personas que están profundamente equivocadas por distorsiones mentales o               ideológicas). Esta idea no debe sorprender, pues estos pensadores suponen tener un conocimiento tal de la naturaleza humana de la que se deduce que las personas en condiciones de libertad erigirán este y no otro    proyecto. Lo mismo sucede con los defensores de un proyecto religioso de la sociedad o de los defensores del desarrollismo o los seguidores de Lenin. Todos ellos derivan un proyecto de vida y de sociedad             homogénea partiendo de una concepción metafísica del mundo y de la idea de una imagen de vida buena.    Tanto Sendero Luminoso como los activistas pro-vida creen conocer la naturaleza de las cosas. Lo mismo ha sucedido con los dos proyectos que se dieron la posta en América Latina, el desarrollismo y el                neoliberalismo.

Pero este paso del desarrollismo al neoliberalismo se ha dado manteniendo una idea invariable.    El             neoliberalismo continua el proyecto desarrollista pasando del desarrollo de la sociedad al desarrollo del      mercado. Para ello, es necesario que el mercado no solo tome el lugar de la sociedad, sino que se la           engulla. Así, el proyecto supone pasar de una sociedad democrática que incorpora un libre mercado a una   sociedad de mercado. Además, ambos proyectos comparten otra idea, aquella según la cual para alcanzar el desarrollo hay que bloquear la democracia. Para ambos proyectos la democracia es mala porque supone la participación de las personas en la articulación del camino político que debe tomar la sociedad. Pues, una    cosa es presentarle un camino previamente diseñado a los ciudadano y otra dejar que ellos lo diseñen  a      través de un debate basado en razones.


Es por eso que la agenda política debe girar de la idea del desarrollo a la idea de democratización. En dicho giro lo que se juega es el aislamiento que se puede imponer al poder factico de dinero respecto de la toma   de decisiones políticas. El incremento de dicho aislamiento es un indicador importante, claro que no el único, de democratización. Ahora bien, como el proyecto de democratización representa una tarea en la que          siempre habrá que profundizar y cuidar frente a los retrocesos, el mismo proyecto se presenta como una de las ideas fecundas del viejo Kant, la de la comunidad ética. Lo que Kant denomina comunidad ética es una  sociedad en la que la exigencia de tratar a cada cual como un fin en sí mismo y no solo como un medio se   va realizando en las relaciones que la gente va estableciendo en la sociedad. En este sentido, se trata del establecimiento, dentro de la sociedad, de relaciones entre las personas que conduzcan a mayores márgenes de emancipación de los poderes fácticos