La Teología de la Liberación es
una de las corrientes más importantes y renovadas que se han forjado en
Latinoamérica y que tiene como su referente más importante al sacerdote peruano
de la orden de los dominicos Gustavo Gutiérrez. Siguiendo las líneas esbozadas
por el Concilio Vaticano II (1962) y las Conferencias Episcopales de Puebla,
Medellín y Santo Domingo, la obra teológica de Gutiérrez significó un llamado a renovar la práctica del
evangelio, imitar a Cristo en su trabajo al lado del pobre, del desvalido y los
marginales de la sociedad. Junto con el Concilio, significó una apertura de la
Iglesia hacia el mundo, y especialmente un signo de sensibilidad de la Iglesia
respecto de los sufrimientos del mundo.
Esta
teología se enmarca en el desarrollo de un conjunto de teologías modernas que
tienen como eje una serie de ideas comunes, entre las que destacan las
siguientes: la Iglesia debe mirar al mundo, el cristianismo es una religión de
un Dios encarnado en el mundo concreto, y las situaciones de pobreza e
injusticias tienen causas sociales y no son eventos naturales. De esta manera,
la Teología de la Liberación señala que la Iglesia no debe centrar su trabajo
en exigirle a la sociedad a que se ajuste a sus preceptos, sino que, en primer
lugar, ella debe volcar su mirada a la sociedad y reflexionar sobre las
situaciones de injusticia y exclusión que existe en él para denunciarlas y
comprometerse con su eliminación. Las teologías premodernas, en cambio, exigen
que el mundo se ajuste a sus preceptos morales – especialmente indicar cómo
debe comportarse la gente en sus dormitorios - y no se interesan por las
condiciones sociales de injusticia –como, por ejemplo, las violaciones de los
derechos humanos.
La
Teología de la Liberación toman en serio el hecho de la encarnación de Cristo,
Dios hecho hombre, que decidió quedarse
entre nosotros para estar del lado de los excluidos de la sociedad y denunciar
las condiciones de pobreza. Con ello, el cristianismo se presenta como una religión
de la secularización, en dos sentidos. En un primer sentido, el hecho de que
Dios se haga hombre, supone que abandona el ámbito de lo atemporal para
insertarse en el ámbito temporal, que es el de la vida ordinaria de los seres
humana, vinculada a seculo, a lo
secular. Dios habitó entre nosotros y decidió quedarse entre nosotros. En
cambio, las teologías premodernas señalan la extraña y antievangélica idea de
que Dios se encarnó, habitó entre nosotros, y al resucitar regresó al ámbito atemporal desde donde envía sus preceptos
morales (cual diez mandamientos) y no se quedó entre nosotros para denunciar
las injusticias. El segundo sentido de la secularización es la separación de la
Iglesia y el Estado. El mismo Jesús del evangelio señaló claramente que lo que
debemos hacer es dar a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César,
es decir separar la esfera del Estado de la esfera de la Iglesia. El
cristianismo se presenta, entonces, como una religión de la separación de ambas
esferas, con lo cual se opone a la idea de que las iglesias deban controlar la
sociedad utilizando los mecanismos de control estatal, ya sea de manera directa
o por medio de lobbies.
Otro
elemento central de la Teología de la Liberación es la idea de que las
injusticias no tienen causas naturales, como sostienen las teologías
premodernas, y por lo tanto pueden ser revertidas si es que se realiza una
organización justo de la sociedad. Las teologías premodernas señalan que si una
persona es pobre y se muere de hambre por falta de accesos a recursos, es
porque el mundo es así, y que cuando llegue al reino de los cielos va a ser
recompensado por Dios por los sufrimientos que tuvo en éste. Esta idea que
comparten las teologías premodernas, según la cual El Reino se encuentra fuera
de este mundo contradice el Evangelio, según el cual El Reino de Dios ya ha
sembrado sus semillas en este mundo secular y que se va desplegando a través
del tiempo. Este desarrollo del Reino de Dios en el mundo empata con el
cumplimiento de las bienaventuranzas y se dirige a liberar a las personas de
las condiciones de injusticia en las que se encuentran.
En
1971, año en que Gutiérrez publicó su libro Teología
de la Liberación, el liberalismo era mal visto por la Iglesia porque éste
se identificaba con el mercantilismo y con la llamada Escuela Austriaca, de
Mises, Von Hayek, Freeman y los Chicago Boys. Pero en la actualidad, ese
mercantilismo está siendo desenmascarado y se está recuperando un liberalismo
político que apunta a la autonomía, las libertades, incluso en aspectos que van
más allá del económico y la liberación de las injusticias, la Teología de la
Liberación ha encontrado un campo fértil en el cual renovarse teóricamente y
que puede ser muy útil en la práctica de la Iglesia.
2 comentarios:
Muy interesante su articulo, estoy de acuerdo con la idea de que las injusticias no tienen porque tener su origen en las causas naturales.
Gracias por tu comentario, estimada Karla. Es por ello que una de las tareas es comprender las estructuras sociales que generan injusticia para modificarlas
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