El significado y la naturaleza
del liberalismo han generado una serie de discusiones desde sus orígenes, entre
los siglos XVI y XVII. Pero desde el siglo XIX el nombre ha sido usurpado por
un grupo de pensadores de derecha que lo usan para defender el libre mercado
sin restricción. Estos autodenominados "liberales" consideran que las
únicas libertades que el sistema político, el Estado, e incluso las
instituciones de formación moral, han de defender son las libertades económicas
de quienes pueden competir exitosamente en el mercado. El último de estos
confundidos es el blogero Paul Laurent, quien cuestiona la distinción entre
liberalismo económico y liberalismo político, que ha presentado hace poco
Nelson Manrique.
He de señalar que concuerdo con
Laurent en que tal distinción es falaz, pero lo considero por razones
diferentes. Para él, lo único que merece la pena llamarse liberalismo es
el que él denomina "liberalismo económico". En cambio, considero que
lo único que merece en serio tal apelativo es el liberalismo político, que
tal como Gonzalo
Gamio ha señalado acertadamente, lejos ser la ideología -que Laurent y sus
correligionarios defienden- constituye una familia de doctrinas políticas que
tienen como centro la defensa de la democracia, de los derechos fundamentales y
el rechazo a la tiranía o al autoritarismo, entre otros valores públicos. El
mal llamado "liberalismo económico" no constituye en ningún
sentido una forma de liberalismo, porque simplemente, en su afán de defender
sólo las libertades económicas, atenta abiertamente contra las demás
libertades, como las políticas, las sexuales, las de conciencia, y
especialmente aquellas que tienen que ver con las personas que se
encuentran en desventaja en la sociedad. Desde sus orígenes, el
liberalismo ha sido una doctrina política que ha reivindicado, al lado de la
libertad, tanto a la autonomía del sujeto y como la igualdad entre ciudadanos.
Laurent expone una idea
recurrente en los ideólogos dogmáticos del erróneamente llamado
"liberalismo económico", a saber, la economía determina las
relaciones políticas y las consideraciones morales. En esto no se distinguen de
marxismo más simplificado. Así, consideran que el poder económico debe de
convertirse en poder político, y que la formación moral de las personas debe de
servir para fortalecer los valores del mercado. Paro estos personajes,
ideológicamente formados, abrazan una concepción de la economía que es
debatible: se trata de la teoría de los mercados perfectos que la teoría
neoclásica propugnó. Dicha teoría cuenta con varios problemas, pero el más
serio es que en ninguna parte del mundo existen ni han existido mercados tal
como esa teoría los describe, y permanentemente los Estados han tenido y tienen
que intervenir para corregir las distorsiones producidas. Y el otro problema
central es la creencia de la distribución de la riqueza por medio del
"chorreo". Ciertamente, la teoría neoclásica tiene otros problemas
que no mencionaré.
Esta teoría económica tiene como
uno de sus indicadores al PBI, indicador que no permite ver las desigualdades,
ni otras cosas que teorías recientes como la del Desarrollo Humano o la teoría
de las Capacidades, desarrolladas por Sen y Nussbaum entre otros, han
presentado. La teoría de las Capacidades, por ejemplo, se centra en las
libertades de las que las personas pueden gozar de manera efectiva, y aquí las
libertades no son sólo libertades en el mercado, sino también libertades
políticas, la educación y la salud como fuentes de libertades, entre otras.
El dogma que Laurent y otros
defienden, como verdad absoluta, se presenta como bastante cuestionable. En
realidad, el liberalismo no se encuentra comprometido con un mercado
omnipotente que controla las demás esferas sociales, sino con una política
liberal que busque hacer valer los derechos y
las múltiples libertades de todos. Es decir, en vez de que la
política, la moral y el derecho se encuentren subordinados a la economía
(entendida en sentido neoclásico), la economía debe encontrarse subordinada a
una concepción liberal de la política. La concepción liberal de la política
tiene diferentes variantes, de acuerdo a cada doctrina que forme parte de la
familia de concepciones liberales, pero algo que no debe faltar en ella es una
alta consideración de los derechos fundamentales, la igualdad y la democracia,
como valores políticos centrales, a los que se pueden añadir otros más.
Pero se puede entender muy bien
la estrategia de estos mercantilistas cuando dirigen su artillería de juguete
contra el liberalismo político. Es claro que ellos representan a una derecha
que, si bien desconfía de la democracia, pretenden presentarse como los únicos
demócratas del espectro político, pues la extrema izquierda no se encuentra
comprometida con una democracia liberal. Pero como han visto florecer una
robusta tradición liberal que pasa por Locke, Kant, Berlin, Rawls, Rorty y Sen,
entre otros, pretenden atacar dicha tradición, que tiene diferentes
ramificaciones y que es sumamente fructífera al defender las libertades, la
autonomía y la igualdad civil. Es por ello que sindican, de manera absurda, de
comunistas a pensadores como Rawls, Rorty y Sen. Todo quien tenga una cultura
política básica sabe que esa acusación es falsa. La estrategia es simplemente
descalificar un liberalismo político que se compromete con un liberalismo de
izquierda.
1 comentario:
Distinción sumamente importante la que se hace en este ensayo.
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