A
inicios del siglo XIX, bajo la influencia de los intelectuales del romanticismo
intelectual – entre los que destacan Goethe y Herder- se articuló la idea de
que cada Estado contenía al interior un pueblo que tenía un “espíritu único e
inconfundible”, lo que los intelectuales alemanes no dudaron en llamar Volksgeist. Era el nacimiento del
nacionalismo moderno. Dicho nacionalismo señalaba que cada nación era como una
obra de arte: única, irrepetible, con una identidad propia y con un sentido
singular. Además, dicho nacionalismo suponía que los habitantes de cada país
compartían un único pueblo con una única historia, los mismos correlatos
simbólicos y la misma narrativa de lo que son en tanto pueblo[1].
Esa
visión de la nacionalidad romántica ha sido frontalmente cuestionada debido a
la evidencia de la multiplicidad de pueblos y etnias que encuentran al interior
de un país. Desde la caída del Muro de Berlín hemos podido asistir al
nacimiento de un nuevo nacionalismo que tiene como centro de gravedad la
identidad étnica, cultural o religiosa. Este nuevo nacionalismo hizo saltar por
los aires países como Checoslovaquia, Rusia, o Yugoslavia. Y en algunos casos lo hizo a
través de una cruenta guerra, como la que despedazó Yugoslavia. En todos estos
casos, se trató de la reedición del nacionalismo romántico, pero a otra escala
y por otros medios. Frente a estos fenómenos es necesario fortalecer la idea de
nación que tenga como centro de gravedad no la etnia, la religión, la cultura o
el Volksgeist,
sino la ciudadanía y la sociedad civil. Para ello es necesario incluir en las
pertenencias que articulan la identidad de las personas la de ser ciudadanos.
El proceso
de forjación de ciudadanía supone una serie de procesos, desde construcción de
infraestructura que permitan la conexión entre las personas hasta procesos
educativos. La necesidad de elevar a los miembros de las diferentes culturas al
estatuto de ciudadanos dentro de una sociedad civil activa es de vital
importancia, puesto que ello permite a los pueblos indígenas y a las
comunidades de migrantes entenderse como miembros de una sociedad civil activa.
Desde el seno de dicha sociedad, los
diferentes grupos pueden participar en procesos políticos de mayor alcance y
que resultan ser más efectivos. Desde la perspectiva limitada de “miembros de
un pueblo indígena” las personas y los grupos no consiguen el impacto político
que permitan que sus reivindicaciones tengan impacto en toda la sociedad, además
desde esa posición las personas y los grupos no logran articular sus
reivindicaciones con reivindicaciones más universales. En cambio, en tanto miembros de una sociedad
civil activa las personas y los grupos pueden conseguir que sus
reivindicaciones empaten y sean apoyadas por los demás ciudadanos y terminen
impactando en las políticas de Estado y en la legislación. En cambio, si
continúan atrapados en los patrones de pensamiento del nacionalismo romántico
no lograrán objetivos efectivos[2].
Por otra parte, la misma idea de pueblos indígenas y las propias exigencias que
provienen del nacionalismo romántico resultan ser construcciones occidentales proyectadas
sobre las minorías culturales, cosa que hace sospechoso el uso de las mismas
categorías.
4.-
Educación para una ciudadanía intercultural
Es
por esa razón que es necesario educar para la ciudadanía. La educación
intercultural debe de articularse con la educación para la ciudadanía nacional.
Esto supone en conocimiento de la cultura propia, el reconocimiento del otro en
su cultura y el concebirse como conciudadano con el otro en el marco de la
sociedad civil. Esto supone que la conciencia de ser miembro de una cultura
debe ser acompañada de la conciencia de ser ciudadano en una nación en la cual
hay personas de otras culturas. Esta forjación de ciudadanos modifica la propia
comprensión de la identidad de una persona y lo inserta en el centro de la
sociedad civil como copartícipe del destino de una nación de ciudadanos.
Pero la
construcción de ciudadanía no es posible sin
la articulación de una narrativa que permita el reconocimiento del otro
como ciudadano. El Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR)
constituye aquella narrativa que permite dicho reconocimiento. En Informe ha
mostrado las vejaciones, maltratos y muertes que los peruanos nos hemos
infringido unos a otros durante los veinte años del conflicto armado interno.
Especialmente, se relata allí la violencia que con la que Sendero Luminoso y,
en algunos momentos y lugares específicos, los miembros de las fuerzas del
orden ejercieron contra las personas pertenecientes a la cultura andina
(quechuas y aymaras) y a las pertenecientes a las diversas culturas
amazónicas. La construcción de la
educación de la ciudadanía desde el Informe Final de la CVR permite realizar
los procesos de reconocimiento de las personas y las culturas para conectarlas
con la construcción de una nación de ciudadanos donde los derechos y las
libertades de todos sean reconocidos y respetados[3].
Sin embargo,
este trabajo tiene que enfrentar tres obstáculos importantes. El primero de
ellos es la negativa a aceptar el Informe Final de parte del un sector
influyente de la sociedad. Este sector está compuesto por algunos partidos
políticos (el APRA y el Fujimorismo especialmente, pero también algunos
miembros del PPC), la derecha empresarial del país, especialmente los medios de
comunicación y los sectores más conservadores de las iglesias, especialmente de
la Iglesia Católica, lo mismo que los sectores simpatizantes de Sendero
Luminoso. Estos sectores de la sociedad se sienten amenazados por el Informe y
lo rechazan porque en él se muestra la responsabilidad que han tenido estos
sectores durante el conflicto armado interno.
El segundo
obstáculo lo ofrece la penetración del discurso y las acciones de los agentes
del neoliberalismo económico en la sociedad peruana. El discurso del
neoliberalismo ha penetrado a través de los medios de comunicación y ha
propalado el mensaje del Perú como país
de emprendedores. Esta idea ha
llevado a las personas a concebirse a sí misma no como ciudadanos sino como
engranajes del libre mercado, y en cuanto tales, lo que consideran primordial
es el crecimiento económico de las empresas. Ello trae consigo una presión
sobre la política económica en el Perú, que tiene dos direcciones centrales.
La primera es
reemplazar la política de redistribución de la riqueza por la política de
crecimiento económico de las empresas.
Esta primera dirección, en su momento más radical, reemplazó la política
de combate contra la pobreza por la política de combate contra los pobres
representada por las esterilizaciones forzadas durante el gobierno de Alberto
Fujimori. Esta política tenía como núcleo combatir la pobreza evitando que los
pobres se reproduzcan biológicamente. La segunda es la desregulación del
mercado de trabajo, que trae como uno de sus elementos centrales el facilitar
las cosas a las empresas, especialmente al momento de contratar, despedir y
pagar el sueldo a un empleado. Esto va aparejado con la desaparición de los
sindicatos y la casi desaparición del salario mínimo, a la par de la política
de privatización de los servicios del estado[4].
Finalmente, el
tercer obstáculo lo representa la penetración del neoliberalismo económico en
la escuela privada y algunas universidades, y sus intentos de penetrar la
escuela pública[5]. En la escuela privada,
dicha penetración se muestra en la reducción del juego, las artes y las
humanidades para centrar la enseñanza en la lectoescritura, el razonamiento
verbal y el razonamiento matemático. En la universidad se ha ido reduciendo el
espacio de las humanidades, las artes y la creación científica, y ha ido
creciendo el lugar que tiene el conocimiento técnico-aplicativo de las
diferentes disciplinas. Por otro lado, se han ido cerrando facultades humanísticas
o se han ido reduciendo a través de la fusión, a la par que se han eliminado
por completo los estudios generales compartidos, y se han ido reduciendo
paulatinamente al interior de cada facultad. Esta tendencia en las
universidades obedece a las exigencias que el mercado les impone.
[1]
Respecto de la concepción
romántica de nación Cf. TAYLOR,
Charles; Hegel, Barcelona: Anthropos,
2010. Además Cf. MAYOS SOLSONA, Goncal; Ilustración y romanticismo. Introducción a la polémica entre Kant y
Herder, Barcelona: Herder, 2004.
[2]
Respecto de la necesidad de
una nación de ciudadanos constituida por una sociedad civil activa Cf. SEN,
Amartya; Identidad y violencia, Bnos.
As.: Katz, 2007.
[3] COMISIÓN DE LA VERDAD Y
RECONCILIACIÓN; Informe Final, Lima,
2003.
[4] Al
respecto de estos problemas Cf. CAVIGLIA,
Alessandro; Démocratie et autoritarisme
dans le Pérou actuel, en: Droit et Cultures: reveu internationale
interdisciplinaire, n° 62 (2011). Además, del mismo autor, se puede ver La vigencia social de los derechos humanos
en la escena peruana reciente, en: Páginas, Vol37, n° 227.
[5] Respecto de la fuerza mundial
del neoliberalismo, Cf. FRASER,
Nancy; Escalas de justicia,
Barcelona: Herder, 2008. Respecto de la penetración del neoliberalismo en la
educación Cf. NUSSBAUM, Martha; Sin fines de lucro: por qué la democracia
necesita de las humanidades, Madrid: Katz, 2010.
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