jueves, 27 de junio de 2013

LIBERALISMO, JUSTICIA Y VERDAD

             

            En un evento académico dedicado a los cuatro años de los sucesos de Bagua una ponente incluyó en su intervención la frase evangélica “la Verdad los hará libres”. Curiosa frase para usarse en un contexto en el que lo que se estaba discutiendo es el tema de la justicia. Esa frase le hizo pensar inmediatamente en la primera página de la Teoría de la justicia de John Rawls en la que dice “La justicia es la primera virtud de las instituciones sociales, como la verdad lo es en los sistemas de pensamiento” (p. 17).
            Estas dos expresiones pueden servir para enfocar desde un nuevo enfoque la ya bastante discutida cuestión del liberalismo. Esta perspectiva de Rawls nos permite visualizar que una de las cosas que caracteriza al liberalismo es establecer la distinción entre la justicia y la libertad, de un lado, y la Verdad, de otro. Aquí la Verdad es entendida en su sentido “metafísico”, es decir, como algo eterno y que no se modifica a través del tiempo. El liberalismo enarbola la bandera de esa distinción y el cuestionamiento de utilizar la pretensión de tener la Verdad absoluta en cuestiones políticas, pues éste se ha presentado desde Locke como una herramienta de combate de toda tiranía posible.
            Quien dice tener la Verdad se considera con el derecho de indicar cuál debe ser el orden adecuado para la vida política y se abroga el derecho de imponer formas de vivir desde las instituciones políticas a los ciudadanos, incluso a aquellos que no comparten la supuesta Verdad. Apelar a la Verdad va en contra de un principio central de las democracias liberales desde Locke, a saber, la tolerancia. Si la Verdad fuese lo definitorio en la política, sería absurdo tolerar a quienes están en lo falso. Hay que observar, además, que esta manera de hablar, en la que distinguimos a un grupo que tiene la Verdad y otro que está en el error supone que hay personas que tienen un acceso privilegiado a la Verdad metafísica, y en virtud de ese supuesto acceso  se abroga el derecho de enmendar la plana a los demás e imponerle un esquema político; y todo en nombre de la Verdad, porque ella “los hará libre”. Ya Immanuel Kant había advertido ante esta tentación, razón por la cual en la Crítica de la razón pura argumenta en contra de la posibilidad humana de llegar al conocimiento de la Verdad metafísica. El famoso texto de Kant tiene claras consecuencias políticas de ataque de las tiranías en nombre de la Verdad metafísica o la Verdad religiosa.
            En la historia de occidente no siempre se ha operado la distinción liberal entre justicia y libertad, de un lado, y Verdad de otro. Durante la Edad Media la Verdad religiosa era el elemento rector de la vida política, razón por la cual esta etapa de la historia es denominada “Cristiandad”. Pero, desde el siglo XIX, con el advenimiento del cientificismo positivista se ha puesto de moda la reivindicación de la Verdad en política. El marxismo ortodoxo, desde la izquierda,  considera que tiene la verdadera descripción del devenir político y social de la historia, y en nombre de esta Verdad propone construir instituciones políticas totalitarias. En el Perú lo hemos experimentado en la aventura delirante de Sendero Luminoso. Pero también, desde la derecha, se han asumido las premisas de Mises, Von Hayek y Nozick como la descripción verdadera de la vida social y política. La derecha neoliberal, que tiene mucha influencia en este país, también reivindica la Verdad en política. La política parece ser, para ellos, un fenómeno de la economía neoclásica, y asumen que ambas son ciencia que permiten planificar la vida social de manera certera. La diferencia entre el marxismo ortodoxo y la derecha neoliberal radica simplemente que el primero pretende planificar la vida social desde el Estado, mientras que el segundo lo pretende hacer desde el mercado desregulado. Pero ambos proyectos son profundamente antiliberales, pues consideran que la Verdad y la justicia deben articularse.

            Los seguidores de Mises, Hayek y Nozick dirían que esa acusación es falsa y que ellos valoran esencialmente las libertades. Pero las libertades que enarbolan son las de los agentes económicos en el mercado desregulado. Su posición mostró todo su dogmatismo en la reciente polémica con las posiciones liberales heterodoxas defendidas por los partidarios del liberalismo político. La reacción de los neoliberales criollos en esa discusión local ha sido la de declarar como herejías esas posiciones heterodoxas. Y todo ello en nombre de una verdadera y única descripción del liberalismo. Tal vez esta sea la razón por la cual estos neoliberales se sienten más cómodos con gobiernos autoritarios y con defensores de posiciones ultramontanos, y es que siguen manteniendo los mismos términos que los que desean volver a la Edad Media, términos como “heterodoxia”, “ortodoxia”, “herejía” y “Verdad”.

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