En
un evento académico dedicado a los cuatro años de los sucesos de Bagua una
ponente incluyó en su intervención la frase evangélica “la Verdad los hará
libres”. Curiosa frase para usarse en un contexto en el que lo que se estaba
discutiendo es el tema de la justicia. Esa frase le hizo pensar inmediatamente
en la primera página de la Teoría de la justicia
de John Rawls en la que dice “La justicia es la primera virtud de las
instituciones sociales, como la verdad lo es en los sistemas de pensamiento”
(p. 17).
Estas dos expresiones pueden servir
para enfocar desde un nuevo enfoque la ya bastante discutida cuestión del
liberalismo. Esta perspectiva de Rawls nos permite visualizar que una de las
cosas que caracteriza al liberalismo es establecer la distinción entre la
justicia y la libertad, de un lado, y la Verdad, de otro. Aquí la Verdad es
entendida en su sentido “metafísico”, es decir, como algo eterno y que no se
modifica a través del tiempo. El liberalismo enarbola la bandera de esa
distinción y el cuestionamiento de utilizar la pretensión de tener la Verdad absoluta
en cuestiones políticas, pues éste se ha presentado desde Locke como una herramienta
de combate de toda tiranía posible.
Quien dice tener la Verdad se
considera con el derecho de indicar cuál debe ser el orden adecuado para la
vida política y se abroga el derecho de imponer formas de vivir desde las
instituciones políticas a los ciudadanos, incluso a aquellos que no comparten
la supuesta Verdad. Apelar a la Verdad va en contra de un principio central de
las democracias liberales desde Locke, a saber, la tolerancia. Si la Verdad
fuese lo definitorio en la política, sería absurdo tolerar a quienes están en
lo falso. Hay que observar, además, que esta manera de hablar, en la que
distinguimos a un grupo que tiene la Verdad y otro que está en el error supone
que hay personas que tienen un acceso privilegiado a la Verdad metafísica, y en
virtud de ese supuesto acceso se abroga
el derecho de enmendar la plana a los demás e imponerle un esquema político; y
todo en nombre de la Verdad, porque ella “los hará libre”. Ya Immanuel Kant
había advertido ante esta tentación, razón por la cual en la Crítica de la razón pura argumenta en
contra de la posibilidad humana de llegar al conocimiento de la Verdad
metafísica. El famoso texto de Kant tiene claras consecuencias políticas de
ataque de las tiranías en nombre de la Verdad metafísica o la Verdad religiosa.
En la historia de occidente no
siempre se ha operado la distinción liberal entre justicia y libertad, de un
lado, y Verdad de otro. Durante la Edad Media la Verdad religiosa era el
elemento rector de la vida política, razón por la cual esta etapa de la
historia es denominada “Cristiandad”. Pero, desde el siglo XIX, con el
advenimiento del cientificismo positivista se ha puesto de moda la
reivindicación de la Verdad en política. El marxismo ortodoxo, desde la
izquierda, considera que tiene la
verdadera descripción del devenir político y social de la historia, y en nombre
de esta Verdad propone construir instituciones políticas totalitarias. En el
Perú lo hemos experimentado en la aventura delirante de Sendero Luminoso. Pero
también, desde la derecha, se han asumido las premisas de Mises, Von Hayek y
Nozick como la descripción verdadera de la vida social y política. La derecha
neoliberal, que tiene mucha influencia en este país, también reivindica la
Verdad en política. La política parece ser, para ellos, un fenómeno de la
economía neoclásica, y asumen que ambas son ciencia que permiten planificar la
vida social de manera certera. La diferencia entre el marxismo ortodoxo y la
derecha neoliberal radica simplemente que el primero pretende planificar la
vida social desde el Estado, mientras que el segundo lo pretende hacer desde el
mercado desregulado. Pero ambos proyectos son profundamente antiliberales, pues
consideran que la Verdad y la justicia deben articularse.
Los seguidores de Mises, Hayek y
Nozick dirían que esa acusación es falsa y que ellos valoran esencialmente las
libertades. Pero las libertades que enarbolan son las de los agentes económicos
en el mercado desregulado. Su posición mostró todo su dogmatismo en la reciente
polémica con las posiciones liberales heterodoxas defendidas por los
partidarios del liberalismo político. La reacción de los neoliberales criollos
en esa discusión local ha sido la de declarar como herejías esas posiciones heterodoxas.
Y todo ello en nombre de una verdadera y única descripción del liberalismo. Tal
vez esta sea la razón por la cual estos neoliberales se sienten más cómodos con
gobiernos autoritarios y con defensores de posiciones ultramontanos, y es que
siguen manteniendo los mismos términos que los que desean volver a la Edad
Media, términos como “heterodoxia”, “ortodoxia”, “herejía” y “Verdad”.
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