lunes, 25 de febrero de 2013

DWORKIN, UN LIBERAL


            El 14 de febrero último falleció en Londres Ronald Dworkin, filósofo del derecho que ha destacado por su crítica al positivismo y al conservadurismo, así como su defensa del liberalismo. En el ámbito académico se abrió un gran espacio con su colección de ensayos Los derechos en serio y por su primera obra sistemática El imperio de la justicia. Muchos han sido los aportes a la reflexión filosófica sobre el derecho, y muchos sus intérpretes, aunque no todo ellos han entendido los objetivos de la obra de Dworkin.
            En España, y en Perú, se ha generalizado una idea bizarra respecto de la obra de Dworkin, según la cual su obra se inserta dentro de lo que ellos llaman la Teoría de la argumentación jurídica. Los españoles y los peruanos que han hecho sus postgrados con ellos consideran, extrañamente, que existe algo así como una escuela de filosofía del derecho que puede ser llamada “Teoría de la argumentación jurídica”, en la cual colocan a filósofos y juristas que tal vez no tengan mucho que ver entre sí. Hasta Kelsen, uno de los padres de  sostenía que es necesario un nivel de interpretación del derecho, lo que presupone además una argumentación. Colocar el legado de Dworkin en esa ubicación no permite entender el alcance de la fuerza su pensamiento.
            Ronald Dworkin, así como John Rawls, se inscriben al interior de la posición conocida como “liberalismo político”, que entiende la conexión entre el derecho, la política (interpretada en sentido liberal) y la moral. Ambos se oponen al conservadurismo positivista. Las diferencias centrales entre un liberal y un conservador en el campo del derecho es son dos: el liberal considera la primacía de los derechos y libertades individuales, además de considerar que las normas del derecho se crean en la actividad jurisprudencial; en cambio, el conservador desestima la primacía de los derechos y libertades  individuales (colocando otros principios, como el de la utilidad o las consecuencias) y consideran que las leyes no se crean, sino se descubren. La posición conservadora se ha manifestado en el debate estadounidense con la posición de Hart, razón por la cual Dworkin inicia su empresa intelectual en debate con él.
            La conexión que el liberalismo político establece entre el derecho, la política y la moral se presenta en Dworkin de la manera siguiente: en la actividad del derecho, y especialmente en la actividad de los jueces al enfrentar los llamados casos difíciles, la decisión política de los jueces interviene y es relevante. Esta decisión política se expresa en la actividad interpretativa del caso, y tiene como referentes importantes los antecedentes jurisprudenciales. Pero, a diferencia del realismo jurídico, en la cual la decisión política de los jueces se encuentra capturada por la posición partidaria y los prejuicios morales de los mismos, en el caso del liberalismo político, tal decisión política se encuentra articulada con las pautas de la moral liberal, lo que convierte a la política de partidaria en liberal. La integralidad del derecho, es decir, la conexión entre derecho, política liberal y moral, orienta la actividad jurisprudencial hacia la libertad y la igualdad de los ciudadanos. Pero, además, conecta la práctica del derecho con el resto de instituciones que conforman una sociedad liberal. La comunidad liberal (Dworkin) o la estructura básica de la sociedad (Rawls) es lo que permite la articulación de la actividad jurisprudencial con el resto de instituciones de la sociedad por medio de una política liberal.
            Esta conexión con la política es lo que permite a los jueces crear leyes para enfrentar casos complicados. Pero, además, se encuentra detrás de esto una concepción liberal sobre el derecho y la moral según la cual las normas jurídicas y morales se constituyen por medio de un proceso de construcción racional y no se “descubren” en la naturaleza de las cosas. Estas ideas suenan como insulto en la mente de los positivistas. Conservadores como son, los positivistas consideran que la actividad del derecho debe ser neutral y no contaminarse políticamente. Esta exigencia positivista no se muestra más que como hipocresía, pues bajo el manto de la “neutralidad” los jueces colocan sus propios intereses partidarios, como en el cuestionado fallo Villastein. De otro lado, la idea de que el derecho se crea a través de un  procedimiento político-liberal, suena como aberración para los oídos conservadores de los positivistas, ya que para ellos los derechos no se crean, sino que se descubres positivizados.  
            Es por estas razones que el legado intelectual de Dworkin debe de desmarcarse de la domesticación que la llamada teoría de la argumentación jurídica le está imponiendo en el mundo hispanohablante para que pueda mostrar su fuerza liberal y cuestionadora que tiene como parte del liberalismo político.

domingo, 17 de febrero de 2013

LA RENUNCIA DEL PAPA, UN SIGNO DE LOS TIEMPOS


            Es evidente que el papa Benedicto XVI no es solamente un  signo de agotamiento físico. El hecho de que el lunes haya señalado que se trata de un  agotamiento espiritual y de que el miércoles, ante los obispos, cardenales y fieles reunidos para la celebración del Miércoles de Cenizas, celebración que marca el inicio de la cuaresma, la división y la pugna que existe en la Iglesia son señales de algo más que el agotamiento de un Papa. Algunos han comparado la actitud de Benedicto XVI con la de Juan Pablo segundo, increpándole al aún actual Papa el haberse “bajado de la cruz”. Este tipo de comparaciones y acusaciones no tienen sentido, si se tiene en cuenta el carácter, el tiempo y la posición en el campo de las ideas que diferencian a ambos.  
            Lo cierto es que la actitud de Benedicto XVI expresa un mensaje claro: hay algo que no va bien en la Iglesia y se requiere de una transformación. Dejaré entre paréntesis la pregunta de si el Papa vio la necesidad de transformar algo, porqué no lo hizo, en vez de renunciar.  Parece que intentó hacerlo, pero no lo consiguió, y en vista de su agotamiento, considera que no logrará hacerlo en el futuro. Es por ello que decide hacer dos cosas importantes: 1) señalar enfáticamente que hay una crisis en la Iglesia (la misma renuncia enfatiza este hecho) y 2) dejar el encargo de afrontarla a su sucesor. Sea quien fuere el sucesor de Benedicto XVI, no podrá ignorar que tiene que enfrentar el problema, eso queda claro.
            Ahora, la cuestión central consiste en identificar de qué clase y magnitud es la crisis ante la que se encuentra la Iglesia Católica. Una primera mirada conduce a la tentación de considerar que la crisis es de corrupción financiera y los escándalos de pedofilia. Si fuese ese el caso la solución es fácilmente identificable, a saber, combatir a los corruptos y poner a mano de la justicia civil a los pederastas. Esto no significa que ello sea fácil de hacer, pues el sector corrupto puede estar muy bien posicionado y ofrecer resistencia eficaz. Pero esta interpretación de la crisis puede ser superficial. Sospecho que la crisis es más profunda y tiene sus raíces en la teología conservadora dominante, que el mismo Benedicto XVI defiende.
            La renuncia del Papa por el agotamiento físico y espiritual es algo que tiene consecuencias teológicas importantes, además de las consecuencias políticas y eclesiales que han sido mencionadas estos días. Se trata de elementos temporales que irrumpen en el campo de lo sagrado y atemporal. Esto rompe con una idea central en la teología, según la cual lo sagrado irrumpe en lo temporal por medio de la encarnación de Dios en Jesús, y no al revés. Teológicamente, esta decisión invierte esta figura. Dicha inversión quiso ser evitada por Juan Pablo II, razón por la cual siguió siendo Papa hasta la llegada de una muerte dramática. Se podrá decir que la dimisión es una figura prevista por el derecho canónico, pero lo que estoy indicando no es la figura jurídica, sino las razones dadas. Esas razones erosionan la teología tradicional.
            La teología tradicional, conservadora y dominante, no sólo sostiene que lo sagrado irrumpe en lo temporal, sino que tras consolidar una Institución (la Iglesia entendida como Jerarquía Eclesial)) que sea vehículo de mensaje, lo sagrado regresa a su sitio, con el regreso del Cristo a los cielos. Lo sagrado haría eso porque lo temporal está contaminado. El hombre es malo por naturaleza, está en pecado, y sólo a través de la gracia, distribuida por la Institución, puede redimirse. Este núcleo de la teología conservadora y dominante, que Benedicto XVI comparte, coloca a la Iglesia como Institución (es decir, Papa, cardenales, obispos, sacerdotes) en una posición de dominio sobre lo terrenal (laicos y sociedad en general).
            Esta posición de dominio que tiene la jerarquía la coloca en una situación que es paradójicamente frágil, pues ese poder termina por corromperla por más de que, en principio, el Espíritu de Dios la inspira. En esto, la irrupción de lo temporal en lo sagrado se manifiesta en la presencia de la corrupción en la Institución. Benedicto XVI, lúcido guardián de la teología conservadora puede percibir de manera inteligente de esta situación. Es decir, el Papa se dio cuenta el enfoque en el que se ha estructurado la teología conservadora dominante ha mostrado con claridad su contradicción: lo sagrado es irrumpido por lo temporal por medio de una Institución eclesial que, en tanto vehículo del mensaje, se corrompe. Frente a esta revelación, el Papa ve quebrarse su propio marco teológico, lo cual lo conduce a un agotamiento espiritual. En otras palabras, el agotamiento espiritual que denuncia Benedicto XVI no es otro que el de la teología conservadora y dominante que él defiende. Frente a eso, la consecuencia es obvia: la dimisión.
            Pero con su renuncia Ratzinger está señalando que sólo quedan dos caminos posibles a la Jerarquía de la Iglesia: seguir con el mismo esquema teológico o renovarse espiritualmente (es decir, renovar su teología).  Si se toma la primera opción, el futuro de la Iglesia Católica puede no ser auspicioso. La segunda opción puede darle un aire nuevo. El problema es que el camino a seguir está en manos de esa jerarquía que el Papa señaló como dividida y con sectores corruptos. Ese factor complica las cosas para una Iglesia que ya no puede vaciar sus crisis sobre una sociedad como la contemporánea, sociedad que a adquirido más claridad sobre sí misma. 

domingo, 10 de febrero de 2013

LA APUESTA APRISTA


         En vistas al incremento del apoyo al NO, gracias a la articulación que logró conseguir para su campaña, sigue abierta la pregunta de por qué razones García mueve la maquinaria aprista en apoyo al SÍ.  Muchas son las razones que motivan a García para tomar esta decisión riesgosa. Mantener notoriedad política y medir sus fuerzas con potenciales rivales del futuro, como puede serlo Toledo.
            Sin embargo, una de las razones interesantes que pueden estar en juego es el intento de desarticular a la izquierda. He de reconocer que respecto de esta intuición soy deudor de Ronald Reyes. Según esta hipótesis, el líder aprista percibe que una izquierda robustecida, moderna, democrática y liberal se le presenta como una amenaza inminente en dos frentes: el primero es el externo, mientras que el segundo es interno al partido.
            En el frente externo, una izquierda con tales características puede quitarle muchos votos de aquellos simpatizantes del partido de la estrella que lo asocial con la izquierda. Aunque esa asociación es realmente ilusoria, pues el APRA hace mucho tiempo que abandonó posición de izquierda y devino un partido de derecha, sin embargo cierta clase de votante considera aún al APRA actual aquél partido que fundó Haya de la Torre.
            Pero el segundo frente es el que más preocupa al ex presidente. Muchos jóvenes, al interior del partido, se sienten incómodos y decepcionados con la excesiva derechización que le ha impreso García, pero como no encuentran ninguna figura con suficiente capacidad de convocatoria, que signifique el giro hacia la izquierda y que pueda hacer de contrapeso a líder actual, entonces muchos jóvenes del partido se encuentran resignados a la situación actual. Pero, ¿qué pasaría con este sector de jóvenes, si asistiesen al robustecimiento de una izquierda moderna e interesante? Podría abrirse una posibilidad para que un contingente significativo de estos jóvenes migrase a la izquierda, desequilibrando al APRA y al liderazgo de García dentro del partido.
            Esta podría ser una razón que llevase a  al líder actual a embarcarse en la empresa de intentar hundir a lo que actualmente está representando esa izquierda: la alcaldía de Susana Villarán. Es por ello que el comprometerse con la el SÍ a la revocatoria resulta ser una prioridad, aunque sea cual sea el escenario resultante no es aragüeño para el APRA, pues en el caso de que prospere, la ciudadanía de Lima va a culpar al partido por el desconcierto, y si el escenario es adverso al SÍ, el APRA y su líder tendrán que cargar sobre sus hombros la derrota. Pero, entre ambos escenarios, conviene a García que gane el SÍ, porque con ello aleja la amenaza que significa para su liderazgo dentro del partido el fortalecimiento de una izquierda atractiva a los jóvenes apristas. Entonces, desarticular a la izquierda liberal es importante y derribar a Villarán es un paso clave en esa estrategia, pues con ello podría decir que la izquierda no sabe gobernar.

sábado, 2 de febrero de 2013

¿LE CONVIENE AL APRA VINCULARSE AL SI?


             Como es conocido ya, Alan García ha dado la voz de consigna “al sí, compañeros”, tanto que resultó penoso ver a Armando Villanueva del Campo, líder histórico del partido de la estrella tener que negarse a los honores de parte de la alcaldía porque el “partido”, es decir, Alan, le dijo nones. Y más penoso aún escuchar a Mauricio Mulder, evidente líder de segunda fila en un partido personalizado, diciendo cosas tramposas como que él va a votar porque los regidores del PPC se mantengan, sabiendo que si revoca a todos los de Fuerza Social también saca de su puesto a los del PPC. Es tan fuerte el poder de García en el partido que puede darse el lujo de hacer que líderes se humillen de esa manera a vista y paciencia de toda la ciudadanía. U obligar a Velásquez Quesquén a decir cosas como “en política, si no haces cosas retrocedes” sugiriendo que inclusive si el partido toma decisiones erráticas y las lleva a cabo igualmente avanza.
            Pero la estrategia de García resulta bizarra, pues con su apoyo al sí podría poner en peligro una de sus aspiraciones a mediano plazo, a saber, ganar la Presidencia el 2016. Esta idea ha sido visualizada por Rosa María Palacios en el diario La Republica. La hipótesis de Palacios es razonable y describe un escenario posible en el cual, el 2016 gana Keiko, y no Alan, las presidenciales. Dentro de esta perspectiva, no resulta extraño el que Keiko o su padre haya dado directivas distintas a los seguidores de la dinastía Fujimori, es decir, las de votar cada cual de acuerdo a su propia conciencia (aunque como sabemos, esto puede ser sólo para la imagen,. Y que internamente hayan acordado apoyar al sí).
            Al menos llama la atención el que García y la dinastía Fujimori hayan tomado posiciones diferentes respecto de la revocatoria. Una de las posibles razones es que como García y keiko van a ser rivales para el 2016. La otra posible razón es que los Fujimori han visto que ser asociados abiertamente al sí resulte un mal paso –como dice el vals- y no quieren cargar con un “embarazo no deseado” que haga peligrar el 2016. Ya la dinastía ha cometido tantos errores al tratar de sacar de prisión a su líder, a tal punto que no han logrado convencer ni al pusilánime Ollanta ni a la ambiciosa Nadine. Parece que están aprendiendo que un poco de prudencia no les caería bien, si quieren conseguir sus objetivos. Será por eso que Kenyi está más silencioso, aunque aún no consiguen que aprenda lo que significa el proverbio de “a boca cerrada no entran moscas”.
            El audaz García, en cambio, ha decidido apostar por el caballo del sí de manera incondicional, pues cree que su poder político es tal que podría, eventualmente, un escenario adverso post revocatoria, tal como Palacios lo describe. El ex presidente ha demostrado ya con anterioridad la medida de su ego, que no le importó destrozar su partido con tal de salir limpio. Qué asegura que esta vez su ego engrosado no termine afectando sólo al partido sino su propia imagen, cargando con la responsabilidad de un  desgobierno altamente impopular.   Si García fuese un líder que quiere lo mejor para su partido, o si quisiere evitar una posición de desventaja frente a los Fujimori, no debería involucrarse con el sí, pues esas juntas no le convienen.