domingo, 14 de diciembre de 2014

Democracia y autoritarismo en el Perú actual (Primera parte)

En el Perú actual coexisten dos proyectos políticos que pugnan por definir tanto el sistema jurídico como el sistema político: el primero es el proyecto democrático y el segundo es el proyecto autoritario. El primer tiene como objetivo, a nivel político, consolidar una democracia liberal que permita la convivencia de la diversidad de grupos cultural, moral y religiosamente distintos, además de promover una cultura de derechos y defender los derechos humanos, mientras que, a nivel del derecho, busca fortalecer un sistema jurídico que tenga como centro los derechos fundamentales de los ciudadanos. El segundo tiene como objetivo, a nivel político, combatir la diversidad e imponer la homogeneidad social de manera autoritaria mientras que, a nivel jurídico, busca establecer un sistema de derechos que carezca de derechos fundamentales de los ciudadanos, sistema jurídico que permita imponer una homogeneidad a nivel socia  l.

El proyecto democrático se encuentra impulsado por diferentes agentes, intelectuales y agrupaciones de la sociedad civil, aunque a nivel de la clase política tiene escaza representatividad. Todos estos actores se encuentran movilizados por la idea de fortalecer la aún endeble democrática peruana. En cambio, el proyecto autoritario es impulsado por diferentes agentes, grupos de la sociedad civil e intelectuales que tienen una mayor representatividad política y una poderosa conexión tanto con los poderes fácticos del dinero y las armas, como con la población. La razón de esta amplia aceptación del autoritarismo de parte de la población tiene, entre otros factores, el bajo nivel formación ciudadana de amplios sectores de la población, fruto de una escuela autoritaria, y la creencia de que los derechos políticos son un lujo frente a las necesidades económicas o la seguridad. Pero además, la amplia aceptación del autoritarismo de parte de la población  tiene su causa en la dificultad y el desinterés de los partidarios del sistema democrático de encontrar los canales de comunicación con los ciudadanos. El proyecto autoritario se encuentra defendido por diferentes grupos, entre los que destacan la extrema derecha y la extrema izquierda, ambas de claras talantes antidemocráticas, los grupos de poder económico del país y los grupos de poder corruptos que mantienen su hegemonía de manera deshonesta[2].

           
1.- Democracia-autoritarismo, homogéneo-heterogéneo

Podemos describir tanto el proyecto democrático como el autoritario en términos de la contraposición homogéneo-heterogéneo. El proyecto democrático se plantea llevar a cabo una homogeneidad a nivel jurídico y político, mientras que en el plano de la sociedad busca preservar la heterogeneidad. La homogeneidad jurídica se expresa en la existencia de un Estado de hace valer un sistema de derechos que consagra la igualdad y la libertad de los ciudadanos y que rige en todo el territorio nacional. Tal homogeneidad jurídica no entra en conflicto con el pluralismo jurídico, pues el derecho oficial se articula con las prácticas jurídicas de los pueblos indígenas (si bien esta articulación no se ha realizado aún de manera satisfactoria, el proyecto democrático tiende a realizarla). A nivel político, la homogeneidad no se expresa en la imposición de un solo pensamiento político sino, más bien, se trata de defender un sistema político donde las diferentes posiciones puedan participar, siempre que se comprometan con un sistema de partidos políticos que no recurra a la violencia, sino a la discusión de ideas, sistema en el que todos los partidos se comprometen con el sistema democrático y utilizan los mecanismos legales para desarrollar sus acciones políticas. A la vez, el proyecto democrático aboga por la heterogeneidad en la sociedad, de tal manera que en ella puedan convivir pacíficamente grupos que tengan diferentes concepciones de la vida, culturales, religiosas y morales. De esta manera, el proyecto democrático aboga por la instauración de de la tolerancia entre los grupos al interior de la sociedad, y también por la tolerancia con los diferentes sectores políticos, siempre que no se atente contra la democracia[3].

En cambio, el proyecto autoritario tiene como objetivo implantar la homogeneidad en los tres niveles, el jurídico, el político y el social. La homogeneidad jurídica se lograría imponiendo un sistema de derechos que, por una parte, permita imponer la homogeneidad en el nivel social y, por otra, que elimine el pluralismo jurídico. La homogeneidad política no significa aquí, como en el sistema democrático, la existencia de diferentes posiciones comprometidas con un único sistema democrático, sino que ahora dicha homogeneidad se dirige a eliminar la pluralidad de ideas políticas y a imponer una sola posición política (ya sea destruyendo el sistema de partidos, o permitiendo la existencia sólo de los partidos que expresen las mismas ideas políticas). Finalmente, el proyecto autoritario se propone conseguir la homogeneidad a nivel social por medio de la imposición de una única concepción de la vida, eliminando la diversidad cultural, religiosa y moral.  Este proyecto es eminentemente intolerante tanto a nivel político como social.

El proyecto democrático suele ser de carácter liberal, puesto que busca organizar el mundo jurídico, político y social de manera que pueda garantizar las libertades de los ciudadanos. Sin embargo, en una de sus formas, el autoritarismo ha usurpado el título de liberalismo, a través del rótulo neoliberalismo económico que por medio del poder del dinero sustrae las libertades a los ciudadanos. El liberalismo se levanta como un proyecto político que tiene como objetivo combatir la tiranía. Tiranía es el término que utilizaron los primeros liberales para señalar el abuso que unas personas (o instituciones) infringen a otras.  Originariamente, la tiranía la ejercía el gobernante cuando ingresaba en la esfera privada de los ciudadanos para usurpar sus posesiones o imponer creencias religiosas. Uno de los padres más importante del liberalismo que combate la tiranía del Estado sobre los ciudadanos es el filósofo inglés del siglo XVII John Locke. Pero la tradición liberal ha conocido que aquella no es la única forma de abuso que existe.  Cuando los funcionarios del Estado determinan quienes tienen derechos a establecer relaciones económicas en el mercado, se establece la tiranía del Estado sobre el mercado; a la inversa, cuando el poder del dinero determina las políticas del Estado, se produce la tiranía del mercado sobre el Estado. Cuando la religión o el mercado ejercen su poder dentro de las universidades, quebrando la autonomía universitaria,  se realiza la tiranía de las Iglesias o el mercado sobre la universidad. Al combatir todas estas tiranías, el liberalismo hace que surja o se protejan diferentes libertades, de tal manera que termina abogando por las diversas libertades que las sociedades contemporáneas anhelan[4].

El proyecto neoliberalismo económico es completamente antagónico al proyecto liberal, tal como liberales como Locke, Smith, Kant, Rawls, Habermas y Walzer lo presentan. La razón por la cual el neoliberalismo es en absoluto liberal radica en que su proyecto consiste en que el mercado regule todas las relaciones y el poder del dinero domine todas las esferas de la justicia distributiva. De esa manera, el proyecto tiene en ciernes que las potencias económicas determinen el derecho y controlen el Estado. Los sectores que sostienen tal proyecto buscan reducir y, si es posible, eliminar la pluralidad de ideas en la sociedad. Se trata de consolidar el denominado “pensamiento único” para que toda la sociedad acepte y se resigne al sometimiento de las grandes corporaciones. La penetración del neoliberalismo en las instituciones de la sociedad es tan poderoso que controla muchas universidades, medios de comunicación, Iglesias y las instituciones fundamentales del Estado; y el proyecto neoliberal es que esta tiranía ingrese cada vez más en las esferas de la sociedad. Así, el neoliberalismo promueve un proyecto autoritario, que se encuentra muy lejos de ser democrático. Por esa razón, el neoliberalismo se  encuentra sumamente cómodo en una sociedad donde la democracia es de baja intensidad, o en una sociedad que tiene un gobierno autoritario.

A fin de caracterizar el carácter antiliberal del neoliberalismo podemos traer a colación unas palabras del filósofo y educador norteamericano John Dewey, quien fue una personalidad pública muy importante en los Estados Unidos durante los años 30. En su libro Viejo y nuevo individualismo, Dewey intenta caracterizar el espíritu dominante en la sociedad norteamericana en los siguientes términos:

“No hay ningún término que exprese adecuadamente lo que está sucediendo. ‘Socialismo’ tiene connotaciones políticas y económicas demasiado específicas para resultar apropiado. ‘Colectivismo’ es más neutral, pero también es una palabra demasiado teñida de valores y no un mero término descriptivo. Tal vez la influencia, cada vez mayor, de las grandes ‘corporaciones’ en nuestra vida económica nos dé una clave para encontrar un nombre idóneo. El término se puede utilizar en un sentido más amplio del que sugiere su acepción jurídica original.  Podemos decir, pues, que Estados Unidos a pasado del viejo individualismo pionero a una situación de corporativismo dominante. La influencia que ejercen las grandes corporaciones empresariales a la hora de determinar las actividades industriales y económicas actuales es la causa y, al mismo tiempo, el símbolo de la tendencia a la constitución de integraciones en todas las facetas de la vida”[5].

El este pasaje Dewey distingue claramente el viejo individualismo, propio del pionero que busca convertirse en ciudadano velando por sus intereses individuales, pero también participando en la vida pública a fin de velar por sus derechos y libertades. Este viejo individualismo se contrapone claramente a aquél de la cultura de las grandes corporaciones, donde las libertades y derechos políticos son corroídos por las actividades industriales y económicas.

Dicho corporativismo es lo que caracteriza al desarrollo del capitalismo durante el siglo XX y XXI. Maro mientras que en Estados Unidos se ha dado bajo la forma de agentes individuales que han formado corporaciones y que contratan un gerente que lleva adelante las transaccioniones comerciales, el cual puede ser despedido por la corporación si no realiza bien su función, en el Perú el capitalismo de las grandes corporaciones toma un rostro diferente. Francisco Durand denomina al capitalismo desarrollado en el Perú como “capitalismo familiar”, que cuenta con las siguientes características: a) la corporación en cuestión está conformada por un clan familiar, b) dicho clan no divide la fortuna acumulada en una generación entre los hijos, c) el clan incursiona en varias actividades comerciales, especialmente en el sector financiero, d) cada generación del clan van eligiendo un  jefe, quien dirige, en última instancia, las relaciones comerciales de la familia, e) cada generación del clan mantiene unida la fortuna de la familia gracias a que mantienen unidas las acciones de las empresas que controla y f) cada miembro de la familia tiene libre disposición de su propio dinero (la ganancia que le toca) pero no de las acciones (la modalidad es “haz con tu plata lo que quieras, pero las acciones permanecen unidas”).

Este capitalismo familiar es lo que ha caracterizado el funcionamiento de las corporaciones más importantes del Perú desde los años 80, capitalismo que ha concentrado el poder económico del Perú en doce familias (los denominados “Doce Apóstoles”), entre las que se encuentran los Romero, los Brescia, los Benavides de la Q., los Bentín, los Delgado Parker, los Ferreyros, los Lanata Piaggio, los Olaechea, los Nicolini, los Picasso Salinas, los Raffo y los Wiese. Los “Doce  Apóstoles” fueron convocados por el primer gobierno de Alan García (1985 -1990) para que reestructuren la infraestructura económica del Perú una vez que la antigua oligarquía peruana había perdido poder gracias a la Reforma Agraria realizada por Juan Velazco Alvarado entre 1968 y 1975.  Ciertamente, hay otros clanes familiares importantes, como los Miró Quesada, los Rodríguez y los Wong. Muchas de estas familias sufren el efecto Buddenbrook, en relación a la novela de Thomas Mann que cuenta la historia de una familia que era un verdadero poder económico, pero que entra en crisis en la cuarta generación. Es por eso que para estas familias la “cuarta generación” constituye un verdadero reto[6].



[1] Licenciado en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú. Profesor de la Carrera de Filosofía de la Universidad Antonio Ruiz de Montoya y de la Facultad de Derecho de la Universidad de San Martín de Porres.
[2] Este grupo de poder delincuencial en parte se encuentra conformado por los rezagos del sector corrupto que gobernó el país durante el gobierno de Alberto Fujimori. Se trata de un sector corrupto que no ha perdido su poder del todo y se encuentra inserto en varias instituciones del Estado (como el poder judicial) y de la sociedad civil (como algunas universidades).  Este sector corrupto cuenta con poder económico, y algunas facciones de este sector se encuentra aliado con el narcotráfico. Otras facciones siguen vinculadas con los poderes corruptos del la década de los 90. Una de las estrategias de este sector corrupto es señala que en la política peruana todos son corruptos, y que en la sociedad peruana en general hay un alto índice de corrupción, corrupción que se encontraría a todo nivel, estrategia que tiene como finalidad confundir a la opinión pública. Esta es la estrategia que utiliza el Sr. Carlos Raffo, defensor abanderado de Alberto Fujimori. Si bien es cierto que en la política peruana muchos son corruptos, no todos lo son ni todos han alcanzado el grado de corrupción de ese grupo corrupto que gobernó el país en los 90. Los índices de corrupción en el gobierno en esa década fue de un grado elevado sin precedente en la historia del Perú.  Cf. http://www.rpp.com.pe/2010-05-11-carlos-raffo-atribuye-a-una-suma-de-venganzas-proceso-en-su-contra-noticia_263849.html.
[3] En la tradición de pensamiento político democrático, la tolerancia tuvo desde los albores de la modernidad una posición central. Cf. LOCKE, John; Ensayo y carta sobre la tolerancia, Madrid: Alianza Editorial, 1999. Un trabajo muy importante sobre la tolerancia tanto a nivel político como social se encuentra en John Stuart Mill. Cf. MILL, John Stuart, Sobre la libertad, Madrid: Alianza Editorial, 2003.
[4] Respecto del liberalismo descrito en estos términos Cf. LOCKE, John; Segundo tratado sobre el gobierno civil, Madrid: Tecnos, 2006. También véase los trabajos de Michael Walzer, Las esferas de la justicia y El liberalismo y el arte de la separación. Este último trabajo se encuentra publicado en WALZER, Michael, Guerra, política y moral, Barcelona: Paidós, 2001.
[5] DEWEY, John; Viejo y nuevo individualismo, Barcelona: Paidós, 2003, pp. 73-74.
[6] DURAND, Francisco; Los nuevos dueños del Perú, en: Quehacer, septiembre/ octubre, 2004, p. 112-125, y Los grandes acomodos de la derecha. Entrevista a Francisco Durand por Abelardo Sánchez León y Martín Paredes, en: Quehacer, abril/junio, 2010, p. 10-27.

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