El
proyecto democrático está siendo conducido por un sector pequeño de instituciones,
agentes y políticos que se encuentran comprometidos con los derechos humanos y
con la justicia social. En principio, este sector puede encontrarse ocupado por
grupos moderados de derecha como de izquierda, pero en la práctica, en el
espectro político peruano encontramos solamente representantes de la izquierda
en este centro democrático. Copiando el término de la política francesa, sus
adversarios – haciendo gala de creatividad- han denominado este sector como
“Izquierda Caviar”. Los representantes
de este sector se autodenominan de dos maneras diferentes: un grupo se declaran
socialista[1],
mientras que otro se denominan liberal. Este último grupo ha deslindado por
entero con el neoliberalismo económico y se reivindica heredero de la tradición
de pensamiento político que proviene de John Locke. Además varios liberales
consideran no son de izquierda, ni tampoco de derecha, sino que dicha dicotomía
ha desaparecido. Otros, en cambio, se reivindican como liberales de izquierda.
Casi
todo este sector ha abandonado la política partidaria y se ha desplazado a las
instituciones de la sociedad civil, en ONGs. u otras instituciones. El único
grupo que se ha mantenido en la política partidaria es el que lidera Susana
Villarán, el partido denominado “Fuerza Social”. Dicho partido ha tenido poca
votación las veces que ha participado en elecciones. Al parecer, a este sector
democrático no le ha faltado olfato al ubicarse en organizaciones defensoras de
derechos humanos o del medioambiente, pues intuyen que les va mejor en el área
de la defensa legal que en el área de la política partidaria. En el área de la
defensa legal se han caracterizado por comprometerse con las recomendaciones de
la Comisión de la Verdad y Reconciliación. El problema de este sector es que no
tiene conexión con la población. La población se conecta más con el
neoliberalismo económico, con el radicalismo de derecha, especialmente con la
Iglesia de derecha radical y con la izquierda radical.
La
población tiene la percepción que la denominada “Izquierda Caviar” es
hipócrita, pues supone que defiende la justicia social y sin embargo tiene
buenos sueldos. Pero además, se percibe que este grupo tiene un doble discurso:
de un lado dicen importarle la suerte de los más desfavorecidos de la sociedad,
mientras que de otro lado tiene su mirada puesta en fuera del país. En
resumidas cuentas, la población tiene la percepción de que ellos tienen buenos
ingresos y no les interesa la suerte del país. Dicha percepción es ciertamente
falsa y ha sido promovida, por una parte, por los medios de comunicación,
quienes se encuentran comprometidos con el neoliberalismo económico; y de otra
parte, la idea de que ser de izquierda y comprometerse con la democracia es una
contradicción, idea que ha sido fomentada por la izquierda radical. Pero además
ha sido promovida por la presencia que aún tiene el fujimorismo en varias
regiones del país. Fuere lo que fuere, parte de la desconexión política que
tiene este sector democrático con la población tiene tres motivos centrales: a)
la población no confía en ellos, b) la población no está comprometida con sus
propios derechos políticos y con la democracia, pues existe una gran tendencia
autoritaria en el Perú y c) los representantes del proyecto democrático no han
encontrado (y tampoco buscado) un lenguaje adecuado para comunicarse con la
población (de hecho, el haberse desplazado a las instituciones de la sociedad
civil los ha descargado de la tarea de buscar dicho lenguaje).
3.- Conclusiones
Políticamente hablando, en el Perú los sectores que
tienen actualmente mayor poder son los sectores radicales. Pero entre ellos,
quien domina es el sector neoliberal, quien tiene la posibilidad de definir
quién puede ser el ganador en las elecciones. Es por ello que no requieren de
un golpe de estado o un gobierno de facto –como antaño-, pues mantienen el
poder económico suficiente para definir la política de los gobiernos. Además
los gobiernos militares ya no pueden adquirir legitimidad en el orden internacional,
a menos se instauren –como fue el caso de Honduras recientemente- bajo el
pretexto de defender la democracia. Pero la extrema derecha y la extrema
izquierda fascistas tiene un gran peso en la política y en los foros
universitarios del país.
Esta situación no es auspiciosa en
absoluto para la fortaleza de la democracia en el Perú y para la protección de
los derechos políticos de los ciudadanos. Cada vez más se está implantando en
el Perú un modo autoritario de hacer política y de conducir el gobierno del
país. El encarar los problemas sociales que son fruto tanto de la contaminación
medioambiental por parte de ciertas mineras irresponsables y la progresiva
disolución de las comunidades de la selva a fin de despojarlas de sus
territorios; cada vez más, los problemas generados por esas políticas han sido
enfrentados a través de la violencia, el desprecio y el insulto racial. La
clase política dominante, coaligada con la derecha neoliberal y con la extrema
derecha católica están realizando una política de gobierno que no tiene
miramientos en ejercer la violencia física y verbal contra la población más
afectada, supuestamente en nombre de un proceso civilizatorio que mira a sus
adversarios políticos como bárbaros a quienes hay que imponer la verdad del progreso.
Del otro lado, el radicalismo de
izquierda está ganando un espacio, justo gracias a la política de la derecha
radical. De una parte, a la derecha radical le interesa que la izquierda
radical tenga presencia en la escena política nacional, porque de esa manera
tiene la cuartada perfecta para mantener una política de mano dura. Pero, de
otro lado, su propia política alimenta el poder y la presencia de las
izquierdas radicales, a pesar de que no quisieran que tales grupos tengan tanta
fuerza política. La falta de un compromiso real con la democracia y con el
fortalecimiento de las instituciones democráticas es algo sumamente peligroso
en un país que no ha aprendido suficientemente de su historia reciente,
historia marcada por la violencia y el conflicto armado interno. En vistas de
ello, es indudable que en el Perú falta fortalecer con urgencia las fuerzas
políticas comprometidas con la democracia.
[1] Por
ejemplo, Nicolás Lynch Gamero en su libro ¿Qué
es ser de izquierda?, del 2005, defiende la idea de que la izquierda
democrática es la versión más depurada del socialismo.
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