En los últimos años la ética púbica ha sido colonizada por los partidarios de la elección racional y los amantes de la educación en valores. De esta manera, los neoliberales, e un lado, y los conservadores, por otro, se han posicionado en las escuelas de ética pública. ¿Cómo ha podido suceder esto? y ¿cómo es posibles que ambos grupos se den la mano en este punto? Trataré de dar algunas luces que nos acerque a las respuestas.
Cuando hablamos de ética pública nos encontramos con cuestiones que tienen que ver con el bien público y la deliberación sobre la marcha de la república (tal como Gonzalo Gamio lo deja claro en sus trabajos). El término "república" proviene de latín res publica, que significa cosa o cuestión pública. Es decir, cosa de interés pública, es decir, de todos los ciudadanos. Así es en sociedades democráticas y no autoritarias.
En este sentido, las cuestiones públicas, incluyendo la ética pública, competen a todos. Estos todos pueden agruparse en a) los políticos y gobernantes, b) los ciudadanos y c) los servidores públicos o burócratas. Estos tres tipos de agentes son importantes para el funcionamiento de la República. La ética pública supone, entonces el combate contra la corrupción, el buen funcionamiento del Estado, la participación de los políticos y de los ciudadanos en la construcción de una sociedad más justa, entre otros temas.
Sin embargo, las Escuelas de Ética Pública, tanto en las universidades, institutos como en el mismo Estado, se han centrado en la formación de los servidores públicos (la burocracia). Fortalecer la burocracia es, sin duda, una tarea importante que emprender. Sin embargo, al plantear la formación ética de la burocracia se produce una desconexión de ésta respecto de los políticos y de los ciudadanos. Esta desconexión tiene como objetivo apartar todo aspecto político. Como se ve en los gobernantes, los políticos y la sociedad civil elementos de carga política densa, se considera que la profesionalización y la moralización de la burocracia pasa por apartarla de las presiones políticas o, por lo menos, de blindarlas -en la medida de lo posible- de tales presiones.
Esta desconexión es una estrategia que comparten tanto los positivistas, los conservadores y los utilitaristas. Es por ello que desde el derecho, la moral conservadora y aristocrática como desde los imperativos del neoliberalismo imperante se exige 1) reducir la ética pública a la ética del funcionario público y 2) desconectar la ética pública de la política. Colocada la ética pública en esta "cancha de juego" se procede a convertir a los servidores públicos en "gerentes" (los directivos) o empleados (los no directivos), y se utiliza la racionalidad de que se usa en las empresas del sector privado para la gestión públicas. Este movimiento tiene su reflejo en otros ámbitos. Por ejemplo, en el derecho, con la penetración tanto del positivismo como del análisis económico del derecho sucede que los arreglos económicos han reemplazado la justicia y que la lógica del derecho privado está colonizando al derecho público. De hecho muchos abogados y juristas consideran que es posible reemplazar el peso de los derechos fundamentales por el mejor arreglo económico. En el gobierno sucede otro tanto cuando el consejo de ministros se convierte en un consejo de técnicos y el ministro de economía adquiere un peso especial.
En la formación de los servidores públicos se aplican los métodos propios de sector privado. El modelo de análisis de casos, -punta de lanza de la formación ética en las empresas - es copiado, sin variaciones, para el sector público. No podía ser de otra manera, una vez que se ha convertido en los directivos en gerentes y a los no directivos en empleados. En este contexto la eficacia (propia del neoliberalismo) se ha convertido en una palabra clave, así como los valores (propia de los conservadores). Conservadores y neoliberales convergen en la necesidad de formar una burocracia que se mantenga dentro de los parámetros del status quo funcional al mercado.
Fortalecer el Estado es un imperativo en este país, y la formación ética de la burocracia es fundamental. La pregunta es si siguiendo los patrones de formación ética que el neoliberalismo y los conservadores sugieren es la mejor manera de fortalecer una República Democrática