martes, 26 de marzo de 2013

IGLESIA CATÓLICA, DEMOCRACIA Y DICTADURAS


La elección de jesuita argentino José Mario Bergoglio como nuevo Sumo Pontífice de la Iglesia Católica ha generado cierta incomodidad por su posible pasado de colaboración o permisividad frente a la dictadura de Videla. Dichas acusaciones contra el ex provincial de los jesuitas durante ese periodo han sido rápidamente contrarrestadas, utilizando testimonios en contra de las acusaciones. Parece que Vaticano no ha visto necesario llevar a cabo investigaciones a fondo al respecto con el fin de zanjar definitivamente con el tema. En cambio de tomarse su tiempo para despejar toda duda sobre el papa Francisco, a fin de no aumentara los escándalos financieros y de pedofilia, el escándalo de colaboración o complacencia con las dictaduras latinoamericanas, se optó por una solución pronta. La opción de la Jerarquía puede resultar eficaz, pues lleva la mirada del mundo a otros campos, como a los gestos de humildad y sencillez   del Papa. Pero, además de la sencillez, otras características de Bergoglio son su conservadurismo, su rechazo a la homosexualidad y sus declaraciones machistas.
            Si dejamos de lado el tema controversial de la relación de Francisco con la dictadura, ello nos permite tener una reflexión de mayor espectro sobre la relación de entre la Jerarquía de la Iglesia y las dictaduras latinoamericanas, y a la consecuente cuestión de la relación de la Jerarquía de Iglesia, la democracia y los derechos humanos. Como es sabido, entre los años 60 y 90, en diferentes países latinoamericanos se instalaron dictaduras militares o cívico-militares y el comportamiento de muchos miembros de la Jerarquía de la Iglesia Católica en esos países dejó mucho que desear, salvo excepciones como la de Monseñor Romero. Claro que esto no quiere decir que toda la Iglesia tuvo la misma relación con las dictaduras, sino que las jerarquías más altas parecen haberse sentido cómodas con regímenes de facto. Un caso paradigmático es el de  Cipriani en Perú, quien se negó abiertamente a abogar por quienes sufrieron violaciones de derechos humanos durante el conflicto armado interno. Otro caso, fuera del contexto latinoamericano, ha sido el apoyo que la Jerarquía de la Iglesia brindó a Francisco Franco en España.
            El comportamiento de las jerarquías conservadoras parece denunciar no sólo comportamientos indebidos aislados, sino  una estructura de pensamiento teológico que promueve tales conductas. El énfasis que la teología conservadora y dominante a la idea de que la naturaleza humana es mala y que sólo se puede salvar por la intervención de un elemento externo (la gracia divina), se puede traducirse en términos políticos del siguiente modo: la autonomía de las personas debe ceder paso al tutelaje de parte de las autoridades políticas, militares o eclesiales, pues la desconfianza ante la autonomía individual puede llevar a considerarla la causa de los mayores males morales y políticos. Lo que  significa que la teología conservadora conduce a pensar que la democracia modo de vida político inferior que la dictadura. Si el respeto de los derechos humanos es un valor fundamental en las democracias contemporáneas, no se ve  cuáles serían las razones por las que una jerarquía eclesial conservadora debería asumir un compromiso fuerte con él.   
            Esto denota un  problema serio que la Jerarquía conservadora tiene con la democracia y los derechos humanos. Parece ser que ésta se siente incómoda con la democracia porque el régimen democrático coloca a la Jerarquía eclesial en una posición desde la cual no puede ejercer dominio sobre toda la sociedad (a menos de que sea desde la educación religiosa y moral en las escuelas públicas las democracias no debidamente secularizadas). Puesto que la democracia abolió la esclavitud de los negros y dio igualdad de derechos a las mujeres, a la Iglesia conservadora no le simpatiza la vida democrática. Las movilizaciones pro-vida (que abanderan la lucha contra la despenalización del aborto) en Lima, o las movilización en Francia contra el matrimonio gay promovido por la Iglesia conservadora, entre otras manifestaciones, expresan el desacuerdo de la Iglesia conservadora con los procedimientos democráticos porque consideran la igualdad civil en derechos. La Iglesia conservadora parece querer volver a un régimen de desigualdad ante la ley, y eso constituye un problema serio que tanto las democracias como la Iglesia debe enfrentar.

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