El profesor
Immanuel Kant es una de las grandes
figuras de la tradición filosófica, pues él logra construir un sistema de
pensamiento que articula consistentemente las dos corrientes imperantes en
Europa, a saber, el empirismo y el racionalismo. La importancia de su sistema, conocido como
la “filosofía crítica” fue tal que ha
dividido la historia del pensamiento filosófico en un antes y un después. En el
campo de la ética, la huella de Kant es igualmente decisiva, pues su aporte
sistematiza y supera los esfuerzos que la filosofía moral moderna ha estado
realizando, desde Bacon hasta Hume (en la línea del empirismo) y desde
Descartes hasta Wolf (dentro de la tradición racionalista). Con ello, la ética
kantiana se presenta como uno de los grandes paradigmas del pensamiento moral
clásico. El otro gran paradigma lo constituye, como ya sabemos, la moral
aristotélica.
Existen muchas diferencias entre la
moral de Kant y la de Aristóteles. Entre las más resaltantes encontramos que la
ética de Kant está centrada en la libertad, el concepto de obligación moral y
la racionalidad deontológica, en tanto que la moral aristotélica se centra en la
felicidad y las virtudes.
Para poder entender el pensamiento
moral de Kant es necesario contextualizarlo en el movimiento filosófico y
cultural del siglo XVIII: la Ilustración.
Pero esta necesidad de situarlo en este contexto no significa
en modo alguno que su pensamiento no sea relevante para nosotros, pues
ciertamente, muchos de los términos e ideas del pensamiento moral que usamos
hoy en día tiene sus fuentes en Kant, al igual que muchas de las ideas
centrales del derecho y la política internacional (de hecho instituciones como
Naciones Unidas y la Comunidad Europea
hunden sus raíces en el pensamiento de Kant). Lo mismo sucede con Aristóteles,
quien si bien se inscribe en el mundo de las polis griegas del siglo IV a.C.,
es un interlocutor relevante para nosotros en el seno de los debates éticos
contemporáneos.
Lutero, gracias al apoyo económico y
militar de los príncipes alemanes, consigue algo que otros grupos buscaron
antes pero que no consiguieron por tener poco poder: independizarse del poder
del papado sin ser aplastado por las fuerzas armadas de Vaticano. Con ello
consigue constituir una Iglesia cristiana independiente del catolicismo. Poco
tiempo después, Jean Calvino, Zwinglio y Enrique Octavo harán lo mismo y
aparecerán varias Iglesias cristianas diferentes de la Iglesia Católica.
Más allá de las implicancias políticas y de las guerras de religiones que
surgieron a raíz de esto, lo que me importa es destacar que con este proceso se
quiebra la imagen del mundo que imperó
durante la edad media. Por primera vez, los europeos se encuentran en un mundo
cuya visión del mundo de ha hecho pedazos, y esto trae consigo un conjunto de
consecuencias importantes. Entre éstas se encuentra la necesidad de reemplazar
la ciencia escolástica (imperante durante gran parte del medioevo) por la
ciencia moderna (que se basa en la observación,
el razonamiento y el planteamiento de hipótesis, tal como lo plantea el
método hipotético-deductivo que Francis Bacon, Képler, Galileo, entre otros,
habían planteado). Pero otra consecuencia importante es la bancarrota de la
cosmovisión dominante es que la conexión entre religión y moral se rompe. En el
mundo medieval la moral se fundamentaba en la religión, pero como ahora hay
diferentes versiones del cristianismo, ya no es posible recurrir a la religión
para fundamentar la moral.
Esta ruptura entre religión y moral
ha generado (y sigue generando) varias reacciones, entre las que destacan dos:
la primera es la conservadora – nostálgica, que sueña con una vuelta a la
integración entre moral y religión (tal como existe en las sociedades
integristas islámicas donde la el Corán es la base de la religión y el
derecho), y la posición de quienes señalan que esta desvinculación entre moral
y religión expresan un movimiento emancipatorio de la cultura occidental. Sea
lo que fuere, este proceso no tiene marcha atrás y ha determinado nuestra
condición moral desde entonces. Este
hecho ha llevado a los intelectuales europeos a buscar la justificación de las
exigencias morales en fuentes no religiosas. Una de dichas fuentes, tal vez la
que mayor prestigio podría tener entonces, es la razón. Quien consolida el
proyecto de fundamentación racional de la moral es el profesor Kant.
La modernización de la cultura y la
sociedad, por su parte, tiene sus fuentes en el surgimiento y fortalecimiento
de las sociedades burguesas, tal como Max Weber lo describe adecuadamente en su
momento. Este proceso supone cambio en la centralidad territorial y el
nacimiento de una nueva actividad económica. Los europeos pasan den campo feudalizado
a las ciudades. El las ciudades o Burgos se realizan un conjunto de actividades
económicas que historiadores y sociólogos acuerdan en llamar capitalistas. La
modernización socio-económica que la naciente burguesía del siglo XVI comienza a
aportar hace saltar por los aires las antiguas estructuras políticas, a saber,
los poderes feudales locales, el Imperio Germano y el poder de la Iglesia Católica.
El colapso de las estructuras políticas imperantes hasta entonces abre paso a
la nueva estructura política que el capitalismo burgués necesita, a saber, el
Estado Moderno (cuyos primeros teóricos se encuentran en Jean Bodino, Grotio,
Puffendorf y Thomas Hobbes). Queda claro que las nuevas formas de relación y
producción económicas (la producción industrial, el comercio a gran escala y el
desarrollo del capital financiero y especulativo) requieren de nuevas las formas
de relación política que el Estado Moderno representa.
Todo esto, la reforma y el
surgimiento de las sociedades burguesas, permiten contextualizar el surgimiento
de una moral racional como la que Kant representa. Pero si bien es cierto esto,
ello no nos debe llevar a pensar erróneamente que el pensamiento moral de Kant
es simplemente un reflejo de las condiciones históricas y materiales del mundo
moderno. No se trata de una relación causa – efecto, sino que las relaciones
entre las ideas, el pensamiento y las realidades sociales que les dan origen
es mucho más compleja y que las ideas pueden tener un halo de universalidad que
trasciende su contexto específico.
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