La formación en derechos humanos
en las universidades en el Perú actual muestra algunas particularidades que
vale la pena observar. En primer lugar, la mayoría de cursos son dictados en
las facultades de derecho y por abogados de profesión (lo cual resulta un
empobrecimiento, pues los sociólogos y filósofos podrían tener cosas
interesantes que enseñar al respecto).
En segundo lugar, dichos cursos enfatizan los aspectos técnico –
jurídicos, dejando fuera la conexión con la historia peruana reciente, que ha
sido marcada por un proceso de violación de derechos. Y, en tercer lugar, no se
suele ver en las estructura de la economía global una fuente de violación de los
derechos humanos. Muchos centros de formación asume la perspectiva
eminentemente técnica, dejando de lado la historia reciente. Otros de
encuentran asociados a una visión de los derechos humanos conectada con la
historia reciente. Sin embargo, son escasos los intentos de reflexionar el tema
de los derechos con las condiciones actuales de la economía global.
Estas
orientaciones no son casuales, sino que representan opciones políticas
definidas. La primera opción, aparentemente es neutra en términos políticos,
pero la centralidad de los aspectos técnicos nos permite ver su conexión con
una política de derecha. La idea de que la enseñanza y la defensa de los
derechos humanos deben centrarse en los aspectos técnico –jurídicos, como es el
funcionamiento del sistema de protección de los derechos, el conocimiento de
casos descontextualizados de las tramas políticas y sociales en las que se
encuentran insertos, trata de evitar que los derechos humanos no logren poner
en cuestión sistemas políticos e ideas políticas arraigadas en ciertas
sociedades. En el caso peruano, la enseñanza de los derechos humanos muestra,
en muchos casos, una intención clara: no cuestionar las acciones que los
actores políticos realizaron en el gobierno dictatorial de Alberto Fujimori.
Puesto que muchas personas involucradas se encuentran actualmente activas
políticamente en el campo de la derecha partidaria, las universidades que
difunden las ideas de la derecha en el Perú deciden no hacer referencia a los
años de conflicto interno, ni al Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación
(CVR), ni al proceso de Justicia Transicional.
Se
aduce, soterradamente, que dichos temas no son “técnicos” sino “políticos” y
que son parte de la agenda política de la Izquierda Caviar. Y cuando estos
grupos de derecha encuentran conveniente tratar el relato histórico reciento lo
hacen de dos formas: 1) intentando desprestigiar el trabajo de la CVR y 2)
apoyando la ley del negacionismo. La campaña sistemática del trabajo de la CVR
ha sido clara desde el momento de la conformación de dicha Comisión. El Informe
Final es desprestigiado, dejando de lado el hecho de que se trata de un documento
oficial del Estado peruano, pues la CVR no se constituyó por iniciativa
personal, sino por mandato del Estado. Ello no quiere decir que el Informe
pueda ser discutible, y sirva como un punto de partida para un debate que
podría ser fructífero y fortalecería la débil democracia que tenemos. Respecto
de la ley del negacionismo, aparte de los problemas que trae para con la
libertad de expresión, entra en conflicto con la libertad para la investigación
histórica y social, por más que se haya atenuado la versión inicial de dicha
ley. La derecha, en este país considera que la manera de combatir fenómenos
como el MOVADEF es exclusivamente a través de la criminalización y no
complementar dicha lucha a través del debate de ideas.
Muy
pocos centros de enseñanza e instituciones asumen la visión de los derechos humanos
como conectados necesariamente con la Justicia Transicional, la CVR y los años
de violencia interna que marcó la historia reciente. Esta perspectiva lleva a
cuestionar la acción de los actores políticos bajo el régimen del fujimorato y
la conducta política del fujimorismo actual (respecto a casos como el pedido de
indulto a Alberto Fujimori, la ley del negacionismo, etc.). La inclusión del
Informe Final de la CVR y el cuestionamiento de las acciones políticas de los
socios y herederos del régimen de los 90 incorpora una perspectiva histórica y
política a l estudio de los derechos humanos. Esta actitud, además, permite
desenmascarar el enfoque tecnocrático de los derechos humanos. Dicho enfoque
centrado en los aspectos técnicos se presenta como neutral en cuestiones
políticas y se engarza con la posición dominante que tiene el positivismo
jurídico, El enfoque técnico no es políticamente neutral, sino que es
claramente de derecha. Éste mantiene la idea de fondo de que las cuestiones
fundamentales en el derecho y en política es propia de una élite instruida
técnicamente y no una cuestión de la ciudadanía en general. De esta manera, la
sociedad civil no tendría lugar en la defensa de los derechos humanos, sino
sólo algunos abogados y juristas.
La
tercera perspectiva es compatible con el segundo enfoque, y es completamente
adverso al primero. Se trata de comprender que la vulneración de los derechos
humanos se produce también, y en gran escala, por las condiciones del sistema
económico global imperante, dominada por los dogmas de la economía neoclásica,
centrada en indicadores como el PBI y la comprensión del desarrollo
exclusivamente como crecimiento económico. El tercer enfoque, defendido por
Thomas Pogge, entiende que 1) las condiciones de pobreza en las que cierta
parte de la población se encuentra sometida en un país es de por sí violatoria
de los derechos humanos; y 2) que la pobreza en un país determinado se
encuentra relacionado con el sistema económico mundial imperante, de manera que
este mismo sistema económico mundial imperante es violatorio de derechos
humanos.
Tener
en cuenta estos tres modelos permite ver la importancia que tienen los enfoques
políticos y los enfoques económicos en el estudio de los derechos. El primer
modelo defiende el enfoque político de la neutralidad y la tecnicidad, mientras
que en economía defiende el modelo dominante basado en los enfoque
bienestarista y el centrado en la medición del PBI. El segundo modelo defiende
la importancia de la política y la manera en que los sistemas políticos
autoritarios son adversos a los derechos humano, mientras que los democráticos
pueden brindar las condiciones propicias para la defensa de los derechos. En lo
económico, este segunda perspectiva se puede articular con enfoque económicos
alternativos al neoclásico, que puedan comprender el desarrollo no sólo como económico,
sino como humano, en el cual el concepto de capacidades humanas y la valoración
de la libertad individual tienen un lugar central. El tercer modelo articula también un enfoque político con un
enfoque económico, aunque da más peso al segundo sobre el primero. De esta
manera, el modelo sugerido por Pogge exige la modificación del modelo de
desarrollo. Ciertamente, hay varios modelos de desarrollo alternativos, pero
uno de los más atractivos es sin duda el de las capacidades, desarrollado por
Sen y perfeccionado por Nussbaum
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