El filósofo
inglés Bernard Williams señala que Sócrates es el iniciador de lo que conocemos
como “filosofía moral”. ¿A qué se
refiere Williams con esto? ¿Acaso no hubo antes principios éticos antes de
Sócrates? Ciertamente sí los hubo. De hecho, en la tradición griega anterior a
Sócrates se contaba con ciertos
parámetros morales que provienen de la tradición religiosa que los poetas
representaban. En esa época, los poetas eran los sacerdotes en el mundo griego.
Esta tradición religiosa se encontraba cristalizada en las obras que atribuimos
a Homero (La Ilíada
y La Odisea ) y
a Hesíodo (La Teogonía
y Los Trabajos y los días). En estas obras se presentan las acciones y hazañas
de hombres heroicos y de dioses, y por lo tanto presentaban los modelos de
comportamiento y de vida que los jóvenes debían seguir para su formación moral.
Pero
para los griegos del siglo V a.C., especialmente para los atenienses, las
pautas que venían de la religión no era suficiente, porque no ofrecían las
razones por las cuales deberíamos vivir de esta manera y no de otra. De hecho,
los poetas no ofrecían razones convincentes cuando se les preguntaba por qué se
debería vivir del modo que ellos indicaban, pues todo lo que decían es que hablaban por inspiración divina. De otra
parte, los maestros más famosos en la Atenas democrática –los llamados sofistas-
sostenían un escepticismo frente a las razones, de tal manera que lo que decían
es que lo que los seres humanos debíamos hacer es utilizar toda nuestra fuerza
y poder para imponernos sobre los otros y lograr satisfacer nuestros deseos. Es
por ello que ejercitaron a los jóvenes en la retórica, que consiste en la
capacidad de ejercer presión psicológica en el oyente para que abandone sus
opiniones y abrace las del hablante.
Si
los poetas y los sofistas desconfiaban en la capacidad de dar razones, Sócrates
representa la confianza en que podemos justificar nuestras afirmaciones a la
hora de plantearnos la pregunta central de la ética, a saber, ¿cómo debemos
vivir? Los sofistas y Sócrates comparten la necesidad de tomar distancia de la
religión, a la hora de responder a esta pregunta. Pero lo característico de
Sócrates es que señala que es posible argumentar y ofrecer razones para
justificar nuestras opciones respecto de la vida que vamos a llevar, y que a
través del diálogo podemos intercambiar argumentos que son susceptibles de
crítica y fundamentación. Es por esta razón que Williams no se equivoca al
señalar que la filosofía moral nace con Sócrates, pues ésta se concentra en las
razones y las justificaciones de lo que consideramos un tipo de vida adecuado.
A
la pregunta ¿cómo debemos vivir?, Sócrates responde que debemos de vivir de
manera reflexiva. En su Apología de Sócrates, Platón recoge esta exigencia
moral en los siguientes términos. “Una vida sin reflexión no vale la pena
vivirse”. Tal como señala Enst Tugendhat (Lecciones de ética), reflexionar
significa ir en búsqueda de razones. Una razón es una justificación para
nuestras afirmaciones tanto en el ámbito teórico (es decir, respecto del
conocimiento de las cosas en el mundo) como en el práctico (respecto de
nuestros proyectos de vida y nuestras exigencias morales). Ahora bien, una
razón puede ser confrontada con otras, puede ser puesta en cuestión, pero
también puede ser defendida, justificada y respaldada sobre la base de razones.
Es por ello que es muy importante, sobre todo en el campo de la moral, el
diálogo, que es el lugar en el que se da ese intercambio de razones que
permiten esclarecer, por una parte, cuáles son nuestras exigencias con los
otros y con nosotros mismos, y, por otra, qué tipo de vida debemos tener.
En
su época, Sócrates se daba perfecta cuenta de que las respuestas que daban sus
conciudadanos a las cuestiones morales eran sumamente limitadas y
superficiales. Lo que sucedía a los conciudadanos de Sócrates era que daban por
evidentes cosas que en realidad no eran evidentes en absoluto. A través de la
reflexión racional Sócrates demostraba que las propuestas de sus interlocutores
no contaban de una justificación suficiente, porque eran profundamente
inconsistentes. Los interlocutores de Sócrates (los políticos, los sofistas,
los poetas, los artesanos, etc.) caían en contradicciones al momento de
intentar dar razón de sus proyectos de vida. Con gran lucidez, Sócrates
desenmascaraba a sus interlocutores, quienes decían saber de qué modo debíamos
conducirnos en la vida, mostrando sus inconsistencias, sus incoherencias y la
oscuridad de sus razonamientos. Respecto de esto último, es decir, de la
denuncia de la oscuridad de los razonamientos, Sócrates es un referente para
nosotros hoy en día, pues al igual que en la época de Sócrates nos encontramos
hoy con muchas personas e instituciones que disfrazan su superficialidad, su
falta de argumentos y sus pretensiones de dominio tras un lenguaje oscuro y
misterioso. De hecho, de lo que se puede decir, se puede hablar claramente y se pueden mostrar con claridad las razones.
Sócrates
señalaba que la polis de Atenas era como un caballo hermoso y bueno, pero que
se encontraba adormecido por la superficialidad de los discursos de los
políticos, de los poetas y de los sofistas, e instalado en sus convicciones y
verdades carentes de reflexión. Es por ello que él considera de su tarea
consistía en despertar a la ciudad para que comenzara a reflexionar. Es por
esta razón que decía de sí mismo que era un tábano, es decir, aquél tipo de
mosquito que con su aguijón pica y despierta a los animales que se encuentran
durmiendo. En este sentido Sócrates es un modelo para filósofo, pues en toda
sociedad podemos encontrar adormecedores, neutralizadores de la reflexión, así
como convicciones y verdades no reflexionadas. ¿Cuáles son las de nuestra
sociedad?
La
actitud socrática se vuelve indispensable en una sociedad como la peruana, en
la que los radicalismos políticos, religiosos y de otras índoles han
contaminado profundamente el espacio de la discusión pública. Todos estos
radicalismos comparten un elemento en común: la desconfianza en la deliberación
racional y en la capacidad de mostrar argumentos. Así, de un lado tenemos el
fundamentalismo político de derecha, en el ala radical del fujimorismo y en el
radicalismo religioso católico y evangélico, como en el radicalismo de
izquierda representado por SL – MOVADEF.
El espacio público debe abrir espacio a una discusión argumentativa si
queremos construir el tejido social y el pacto político básico de este país tan
fragmentado por intereses partidarios.
3 comentarios:
Hola
Muy interesantes las relfexiones. Sin embargo, ¿No consideras anacrónico hacer esa conexión entre la relación de sócrates con la argumentación y la democracia deliberativa? Si hacemos caso a Jenofonte, nos encontraremos con que Sócrates no simpatizaba con el espíritu democrático. Para él gobernar es análogo a pilotear una nave: algo que supone un saber y que por ello tendría que ser reservado a una élite.
Entonces hay me parece 2 problemas en rescatar a Sócrates como paladín democrático. El primero es el que ya mencioné: gobernar supone un saber que una élite podría ejercer. El segundo se desprende del anterior: el saber es el eje fundamental de la acción. En este caso, entonces, no solamente se asume que la política supone un saber, y que tal saber es obtenible. Lo que se asume es que si uno sabe, entonces gobernará de acuerdo a ese saber.
Casi estaría dispuesto a decir que cuando Sócrates busca que los ciudadanos de la democracia examinen su vida, lo que persigue en el plano político es que se den cuenta de la inferioridad de la democracia para con cómo parecen ser las cosas.
Muchos saludos,
Erich
Estimado Erich,
Ciertamente, Jenofonte tiene razón al señalar eso en vistas de la democracia dominada por los sofistas y sus seguidores demócrates. Ahora, yo no estaría seguro de que Sócrates compartiese el elitismo platónico. En esto me apoyo en los estudios de Martha Nussbaum y sus colaboradores.
Cordialmente,
Alessandro.
Muchas gracias por la respuesta.
A penas tenga tiempo, revisaré los estudios de Nussbaum.
Saludos,
Erich
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