domingo, 18 de noviembre de 2012

¿ES COMPATIBLE LA AMENAZA DE MUERTE CON LA POLÍTICA?


            De un tiempo a esta parte la acción en la esfera pública en este país está mostrando ribetes gansteriles. El uso de la violencia y el recurso a la intimidación están reemplazando la actividad política, y eso es algo que debe preocuparnos a todos. Las protestas violentas, la contratación de delincuentes para bloquear el cumplimiento de ordenanzas municipales o el ensalzamiento de las acciones de grupos genocidas se están convirtiendo en el día a día en el Perú, ante la mirada complaciente de los ciudadanos y de la clase política.

            Ahora le ha tocado el turno a la alcaldesa de Lima, Susana Villarán, quien el viernes denunció que había recibido amenazas de muerte en su contra y en contra de sus familiares. Estas amenazas se encuentran inmersas en un contexto político particular, marcado por tres procesos importantes: la consulta de revocatoria de la alcaldesa, el desmantelamiento del mercado de La Parada (con el consecuente enfrentamiento de las mafias que lo controlaban) y la puesta en marcha del reordenamiento del transporte público en Lima a través de la puesta en marcha del proceso de licitación de las rutas (con el consecuente enfrentamiento de las mafias que se oponen a dicho reordenamiento).

            Además, en contexto político en torno a la alcaldía se ha visto enrarecido con las pruebas periodísticas que muestran la conexión entre los organizadores de la campaña de la revocatoria y el exalcalde Luis Castañeda y su grupo político Solidaridad Nacional. Aunque el grupo en cuestión niega ese vínculo, las evidencias periodísticas son incuestionables, y la pregunta que cae por su propio peso es: si promover la revocatoria no es ilegal,  ¿por qué Solidaridad Nacional no dio la cara desde el inicio y aún niega la evidente vinculación?

            Todo esto hace que la política en torno a la alcaldía no sólo se encuentre enrarecida, sino que muestre las garras de mafias que no tienen reparos en amenazar de muerte a una autoridad democráticamente electa. Un ciudadano limeño puede estar a favor o en contra de la revocatoria, pero no puede estar de acuerdo con las amenazas de muerte contra una autoridad elegida a través de un proceso democrático. No puede estarlo, porque ello significa que su voto y su peso político como ciudadano no vale nada. Aquellos ciudadanos que aceptan eso están condenándose a la “muerte política”, es decir, a que su voluntad política no tiene peso alguno.

            Lo cierto es que todo esto está ocurriendo ante la vista indolente de los ciudadanos. ¿Qué nos permite explicar esto? Mi hipótesis es que una gran mayoría de ciudadanos de esta ciudad no entienden realmente lo que significa la ciudadanía.  Carecen de conciencia ciudadana. Ello se expresa claramente en que el comportamiento de muchos ciudadanos se dirige a velar sólo sus intereses privados y/o partidarios, pero no los intereses generales. No se encuentran comprometidos con la defensa de los derechos y las libertades de todos, ni con la defensa de la democracia. No se encuentran comprometidos con las cuestiones de interés público.  

            Todo ello habla de una sociedad civil poco articulada que carece de la consistencia para hacer frente a las amenazas a la democracia. Un caso claro, es la penetración del Movadef en una sociedad que tiene la solidez y la entereza ciudadana de la mermelada. El Movadef consigue sus objetivos utilizando, entre otros, un recurso que les ha servido de manera contundente, a saber, relativizando la verdad histórica. Ellos señalan lo siguiente: “ustedes y la CVR dicen que lo que hubo en el Perú en los años 80 y 90 fue el combate a un grupo terrorista y genocida, pero nosotros tenemos otra lectura de los hechos, de acuerdo a la cual lo que ocurrió en este país fue una guerra civil, y una vez acabada la guerra se hace necesaria la reconciliación la cual se consigue amnistiando a todos”

            Frente a ese argumento, la sociedad civil y la clase política se ha quedado paralizada, porque hay otras fuerzas, como la del fujimorismo que también le interesa relativizar la verdad histórica reciente. La sociedad no consigue articular un acuerdo fundamental que le permita construir un relato consistente y sólido sobre lo que sucedió en el país, y ahora vemos que esa incapacidad está abriendo las puertas a que el valor de su voto político sea reducido a nada.

            La sociedad está tan escandalosamente desarticulada por el peso de los intereses particulares que la política está siendo reemplazada por la actividad delictiva y criminal. Tal vez algún iluso pueda pensar que la política no importa con tal que haya crecimiento económico. Pero aquél debe saber que el crecimiento económico no significa necesariamente desarrollo y que la historia de este país está plagada de episodios vergonzosos de prosperidad económica que desvanece  inmediatamente: el guano, el caucho, etc.

            Es por ello que es de vital importancia la defensa de la política en el Perú, y levantar la voz frente a las amenazas de muerte contra las autoridades. Si no lo hacemos, estaremos demostrando que nuestro valor como ciudadanos es ínfimo.      

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