El significado del término “liberalismo” se ha convertido en un campo de batalla entre diferentes posiciones políticas. La versión más extendida en nuestro medio es la que entiende por liberalismo aquel proyecto político que busca el ejercicio pleno de las libertades económicas reduciendo al mínimo la intervención del Estado en el mercado. Esta identificación del liberalismo exclusivamente con las libertades de transacción económicas es defendida por agentes e instituciones comprometidas con el neoliberalismo económico, aunque los defensores de esta perspectiva rechazan el calificativo “neo” y se reivindican como “auténticos liberales” pero, en realidad, lo que hacen es usurpar dicho título[1].
En lo que sigue realizaré (1) una
recuperación del término “liberalismo”, devolviéndole su significado
originario, para (2) pasar a explicar
porqué utilizo el rótulo “liberalismo integral”. Una vez hecho esto (3) presentaré
un breve balance de la situación política del Perú actual para, finalmente, (4)
presentar la necesidad del liberalismo integral para nuestro país.
1.-
Recuperación del término liberalismo
A
fin de poder tener una propuesta diferente al neoliberalismo, al pensamiento
conservador y a la izquierda radical, es necesario que recuperemos el
significado del liberalismo. El
liberalismo es una tradición de pensamiento político que nace en los albores de
la modernidad y es articulado en el siglo XVII por John Locke y Baruch Spinoza, y durante el siglo
XVIII se encuentra cristalizada en las ideas de Montesqueau, Jean-Jacques
Rousseau, Immanuel Kant, entre otros, En el siglo XIX sobresale la obra de John
Stuart Mill y en los siglos XX y XXI sobresalen las versiones de John Dewey, John
Rawls, Jürgen Hamermas, Richard Rorty, Martha Nussbaum y Michael Walzer. La
lista se puede prolongar, pero basten estos nombres como algunos referentes
significativos.
El
liberalismo surge como una necesidad para enfrentar una situación política
problemática que se suscita en Europa durante el siglo XVI y XVII a raíz del
advenimiento de la
Reforma Protestante con Martín Lutero. La Reforma quiebra
cosmovisión europea, que hasta entonces se encontraba articulada por los
ideales forjados por la
Iglesia Católica , y abre la posibilidad de ver el mundo de
maneras distintas, así como de entender el cristianismo de diferentes formas y
buscar bases de justificación distintas para las pautas morales, políticas y
jurídicas. Pero el surgimiento de la reforma abre un problema político crucial
y doloroso en las sociedades europeas. Éste se suscita cuando los europeos
mantienen la idea de que, al interior de un reino, los súbditos deben mantener
la religión del soberano. Así, si el
soberano es católico o luterano o calvinista, los súbditos que no comparten
dicha creencia religiosa deben abandonar el reino o serán hostigados por el
Estado. Esto trajo consigo el lamentable episodio de las guerras de religiones
que plagaron el continente europeo durante los siglos XVI y XVII.
Para
poner fin a dicho doloroso trance, los teóricos políticos abogaron por la
separación de la esfera del Estado y la de la Iglesia. Ambas instituciones deberían separarse a fin de
permitir que, no importando la religión del soberano, súbditos de diferentes
denominaciones religiosas puedan convivir en el territorio del país en un
régimen de tolerancia[2]. Tal
distinción de esferas da origen al liberalismo, pues con ella se abre camino a
un conjunto de libertades importantes, como la libertad de creencia religiosa,
la libertad de conciencia y la libertad de opinión, entre otras. El proceso de
separación de esferas iniciado allí comienza con un proceso político que va
separando otras esferas, como la esfera del mercado y la del Estado, o la
esfera de la Universidad
del poder económico o del poder político. Asimismo, las esferas de la seguridad, la salud y la
educación se separan de la esfera del mercado. Con cada una de estas separaciones lo que gana
las personas son mayores libertades, es por ello que de un proyecto político
profundamente liberal. Este proyecto político liberal de separación de esferas
aún no se encuentra concluido y se encuentra en pugna con otros proyectos que
son impulsados por instituciones y agentes adversos al liberalismo, entre los
que destacan los proyectos neoliberal, conservado y el de la izquierda radical.
La política liberal consiste en seguir llevando a cabo dicha separación e irla
consolidando[3].
2.-
¿Por qué razones es necesario denominar al liberalismo como “liberalismo
integrador”?
En los últimos tiempos se ha hecho
popular el término liberal para designar al neoliberalismo económico. Incluso
los defensores de esta posición rechazan ese rótulo y se reivindican como
auténticos liberales, considerando – inspirados en ideas muy extrañas - a
liberales como Rawls y Amartya Sen como socialistas o comunistas. Por ello señalo que los neoliberales lo que
hacen es usurpan el nombre del liberalismo con dos objetivos claros: en primer
lugar, señalar que las únicas libertades que hay que tener en cuenta son las
libertades económicas, las cuales se distribuyen en el mercado por medio del
dinero; y en segundo lugar, señalar que
sus adversarios políticos son el conservadurismo y la izquierda radical. Este
segundo elemento resulta ser políticamente conveniente de una manera
superlativa, pues con ello se presentan como los únicos abanderados de la
democracia y las libertades, mientras que sus adversarios se presentan como
antidemocráticos y enemigos de la libertad. En los últimos tiempos se ha estudiado
cómo el neoliberalismo, en la persecución de los intereses particulares,
termina desestructurando el tejido social y
vulnerando la democracia. De esta manera, cuando el neoliberalismo se
presenta como la única opción democrática, existen poderosas razones para
desconfiar de ello.
Pero a los neoliberales el nombre
liberalismo les queda muy grande, porque las libertades en el mercado no son
las únicas libertades que debe tener un ciudadano. Las libertades incluyen no
sólo libertades económicas, sino también libertades sociales, como las de estar
libre de enfermedades curables o de privaciones alimentarias que se pueden
evitar o libertades civiles -como la libertad de asociación y de unión y
contrato que vayan más allá de las figuras mercantiles- o las libertades
culturales, de expresar la identidad cultural, lingüística, religiosa, etc.,
entre muchas otras libertades. Es por ello que para diferenciar el auténtico
liberalismo del neoliberalismo voy a utilizar el término “liberalismo
integrador”.
El
“liberalismo integrador” es un proyecto político que hunde sus raíces en los
inicios de la cultura política democrática moderna en el siglo XVII y apunta a
la defensa de las libertades en su totalidad: tanto las libertades de comercio
como las libertades de opinión, de creencia religiosa, así como la defensa de
las libertades sociales como las relacionadas con la salud, la seguridad y la
educación, entre otras. La apuesta por el liberalismo integral trae consigo dos
consecuencias importantes en el aspecto político; de una parte, supone
comprometerse con una política de separación de las diferentes esferas
sociales, para que se pueda abrir paso a las diversas libertades que el
proyecto político liberal defiende; de otra parte, se trata de entender la
progresividad y la integralidad de las libertades.
2.1.-
La política de la separación de esferas
La cuestión de la defensa de la
separación de las diferentes esferas sociales se asocia con una política que ha
estado presente en la agenta del liberalismo desde muy temprano. Ya John Locke,
en el siglo XVII había abogado por un combate radical contra lo que denominó
“tiranía”[4]. La tiranía es lo que podríamos denominar con
el término coloquial “abuso” y se produce cuando alguna de las esferas impone
su lógica propia a otras instituciones o esferas de la sociedad. Locke levantó
su voz contra la tiranía del Estado sobre la esfera de la vida privada de los individuos, denunciando los intentos
del Estado de ingresar en la vida familiar de los ciudadanos y en la con
ciencia individual tratando de imponer un credo religioso específico. Este tipo
de abusos que la tiranía supone también se puede expresar de otras maneras. Por
ejemplo, cuando la lógica del mercado ingresa a la esfera religiosa se produce
un tipo de tiranía que se denomina simonía; cuándo la lógica de la familia
domina a la del estado se produce la tiranía denominada nepotismo, y así, se
pueden encontrar otras formas de tiranías que el liberalismo procura enfrentar.
De esta manera, se ve con claridad
cómo el neoliberalismo económico no representa un cuestionamiento de las
tiranías, pues aboga por la tiranía del mercado sobre las demás esferas de la
sociedad, proponiendo que el dinero y su lógica sea la llave que permita
ingresar en todas las esferas sociales: la salud, la educación, la seguridad,
la justicia, etc. Una de las muestras del intento de tiranizar las esferas
sociales las muestra el neoliberalismo en la nueva corriente jurídica
denominada “análisis económico del derecho”, que pretende traducir toda
cuestión sobre la justicia en un cálculo económico de utilidades. Así, el
“análisis económico del derecho” no sólo de presenta como una herramienta para
resolver conflictos entre particulares propios del derecho privado, sino que también
intenta reglamentar el derecho público en términos de ganancia económica, cosa
que afecta profundamente la naturaleza propia de derechos públicos como el de
la deliberación política de la ciudadanía sobre cuestiones de interés general,
reemplazándola por la discusión de una élite de técnicos, o poniendo en
cuestión los derechos fundamentales por no ser funcionales a la lógica del
mercado[5].
Otra de las tiranías que el
neoliberalismo representa es la del dinero sobre la educación. En este aspecto
las fuerzas políticas neoliberales empujan a la educación en convertirse en una
actividad social centrada en la obtención de ganancias económica,
desnaturalizando la función propia de las instituciones educativas al interior
de una sociedad democrática, a saber, la formación integral de lo ciudadanos,
especialmente a través de la importancia de las humanidades y las artes. El
neoliberalismo ha convertido los centros educativos en instituciones cuya
finalidad principal es la obtención del
lucro, así como se plantea la educación de una persona como un proceso que
capacite a los individuos a adaptarse normalizadamente a las leyes del mercado
y puedan conseguir el lucro de manera más rápida.
Una forma de entender la política
del liberalismo integral es justamente en su combate a dichas tiranías. Este
enfrentamiento político tiene diferentes escenarios: a) el del Estado, b) el de
la sociedad y sus instituciones y c) el académico. En el escenario estatal, la política del
liberalismo integral procura abrir espacios a las libertades por medio de leyes
y otros dispositivos que rompan con las tiranías existentes; en el campo de la
sociedad y sus instituciones, se procura abrir un espacio para una mayor
deliberación respecto de las cuestiones de interés público; y en el escenario
académico, mediante la discusión de ideas en diferentes foros.
2.2.-
La cuestión de la integralidad
La
progresividad y la integralidad de las libertades significan que las libertades
que el ideario político del liberalismo integral defiende han ido surgiendo
paulatinamente a lo largo de la historia del Occidente moderno. Esta historia
puede ser leída como un proceso paulatino de separación de
esferas, y en cada separación tiene su origen un conjunto de libertades. Se
trata de un proceso histórico de obtención de libertades y de sus derechos
concomitantes. Pero ello no debe llevarnos a pensar erróneamente que las
primeras libertades que se han conseguido son más importantes que las demás, y
tampoco debemos dejarnos penar equivocadamente que cada libertad no tiene
vínculos con las demás libertades. El liberalismo que surge en el siglo XVII y
del que somos herederos se describe mejor como un gran impulso político, como
una marejada, que lleva la bandera de la libertad y que se va desplegando paulatinamente
en un conjunto de libertades que se encuentran interconectadas tanto en la teoría como en la práctica[6].
De
esta manera, del gran impulso de la libertad brotan libertades como las
políticas y las socio-económicas. Algunos podrían pensar que entre ambos tipos
de libertades no existe conexión alguna, y se pueden conseguir libertades
sociales y económicas en regímenes dictatoriales como el actual Estado Chino o
el de Singapur. Los adversarios del liberalismo integrador y de la democracia
sostienen incluso que un régimen democrático donde se ejercen libertades
políticas de elegir y ser elegido, o de discusión pública de cuestiones de
interés general retarda problemas como el de la salida del subdesarrollo
económico, o el enfrentar crisis económicas y financieras, o incluso garantizar
la seguridad en tiempos de terrorismo. Se alega que un gobierno dictatorial es
mejor que uno democrático para enfrentar esos problemas, y hasta se enumeran
casos de países en los que la fórmula “democracia sí, pero para otro día” dio
supuestamente resultado, como el Perú de Fujimori o el Chile de Pinochet, o los
estados dictatoriales del Asia. Sin embargo, esta tesis no soporta un riguroso
estudio empírico caso por caso.
En Perú se repite, de manera
tendenciosa y falaz, que debemos a la
dictadura de Fujimori dos cosas fundamentales: a) el haber sentado las bases de
un sistema económico exitoso y b) haber terminado con el terrorismo. Si bien
ambas cosas se dieron durante el periodo de dicho gobierno dictatorial, de allí
no se infiere el que la ruptura del sistema democrático haya sido necesaria
para ello. Respecto de las bases del sistema económico, Mario Vargas Llosa
–contendor electoral de Fujimori en las elecciones de 1990- sostenía que
debíamos implementar medidas similares, pero en el marco de la democracia. De
otra parte, respecto de la lucha contra el terrorismo se ha hecho creer a la
población en Perú que fue Alberto Fujimori quien capturó a Abimael Guzmán,
cuando fue Ketín Vidal y el GEIN, fruto de una investigación iniciada durante
las postrimerías del primer gobierno de Alan García[7].
Los estudios detallados arrojan
como resultado la constatación de que la ausencia de libertades y derechos
políticos no permiten que el crecimiento económico, de haberlo, sirviese para atender a las necesidades de los
sectores más necesitados, pues comúnmente el gobierno hace uso de los recursos
para beneficiar a sus clientes políticos. Un sistema sin paridos de
oposición realmente autónomos y
responsables, sin derechos de deliberación pública de parte de
los ciudadanos, ni con medios de comunicación libres no puede vigilar el uso
que hace el Estado de los recursos económicos ni los pactos corruptos que el
gobierno dictatorial puede hacer con las empresas que apoyan el régimen. En síntesis,
la ausencia de libertades políticas abre las puertas a las distorsionas turbias
del sistema económico. Las libertades políticas, además de ser un bien por sí
mismo, sirven para supervisar los manejos económicos y denunciar la corrupción.
Se dice que la economía China va muy bien, pero dicha afirmación se basa en los
datos que da el gobierno Chino, y si sabemos que dicho gobierno plantea un
sistema de información restringida, ¿cómo podemos creer en sus afirmaciones?
Baste con estos elementos para poder constatar que las libertades se relacionan
en un sistema integral, en el cual la vulneración de unas remece a las otras
inevitablemente. De esta manera, las libertades han de ser defendidas en su
integridad.
3.- Breve
diagnóstico de la situación política en el Perú actual
Si
tenemos en cuenta la situación social, económica y política del Perú, se verá
que en urgente apostar por la política que el liberalismo integrador propone.
El Perú es un país fragmentado tanto social como políticamente. Dicha fragmentación
se expresa en el hecho de que ni los agentes económicos ni las facciones
políticas tiene un proyecto que incorpore a todos los ciudadanos sino que, más
bien, se manifiestan con expresiones y portavoces de interese particulares. Una
sociedad debe entenderse como un sistema de cooperación entre los ciudadanos,
cooperación que representa lo que los filósofos y teóricos del derecho
denominan “pacto social”. La cooperación entre ciudadanos permite quelas
libertades y los derechos conseguidos se consoliden y garanticen.
Los
grandes poderes económicos pugnan, en este país, por que sus interese se
impongan sobre los intereses compartidos y por sobre las libertades y los
derechos de todos. Asimismo, los partidos políticos se presentan como
expresiones de dichos interese particulares. Políticamente hablando, en el
Perú, el espectro político se encuentra dividido fundamentalmente por los
representantes del conservadurismo (la derecha cultural radical), el
neoliberalismo (la derecha económica radical) y la izquierda radical. Los
partidos moderados son sumamente endebles y los agentes del pensamiento
moderado, tanto de derecho como de izquierda, son contados, ubicándose
mayormente entre periodistas e intelectuales moderados y demócratas. Sin duda, todas las agrupaciones políticas
reivindican la democracia y los derechos fundamentales, pero ello no significa
que se encuentren auténticamente identificados con ellos. Más bien, dicha
actitud se debe a que resulta políticamente correcto. Las fuerzas políticas
comprometidas auténticamente con los derechos fundamentales y con la democracia
constitucional son pocas y dispersas, razón por la cual se vuelve indispensable
en que un movimiento amplio retome el proyecto que el liberalismo integrador
representa.
Los
sectores políticos conservadores se encuentran comprometidos con la defensa de
los valores morales tradicionales, valores que no son otra cosa que los de la
élite dominante en el país. Esta élite utiliza los medios de comunicación, las
escuelas y las universidades para difundir sus valores, que son lo del
catolicismo más tradicional[8]. Como
dicho sector requiere de medios económicos para mantener su dominación, no
tiene ningún problema en colaborar con las fuerzas del neoliberalismo
económico, aunque algunos valores del mercado sean incompatibles con los del
catolicismo tradicional. Por ejemplo, el valor de explorar la sensualidad para
conseguir mayores réditos económicos puede ser avalado por los conservadores,
en virtud de fortalecer esta alianza entre el dinero y lo santo. Sus aliados,
los neoliberales, actúan políticamente en defensa del los intereses de los
grandes capitales y consideran que las únicas libertades que se deben defender
son las de los agentes económicos en el mercado. Esta simplificación de las libertades
trae graves consecuencias, porque no contribuye a reducir las desigualdades,
sino que, por el contrario, las acrecienta. Su caballo de batalla es la idea
según la cual el libre mercado sin restricción alguna y el apoyo a las grandes
empresas ha sido el factor que ha reducido la pobreza, y lo seguirá haciendo.
Si bien es cierto eso, no queda clara la conexión entre el libre mercado
radicalizado y la deducción de la pobreza; además, lo que si ha quedado
evidenciado es que las políticas neoliberales que los sectores conservadores y
neoliberales han impulsado en este país hay incrementado la desigualdad
económica.
Además, los sectores conservadores y neoliberal han
propiciado una política social de discriminación social y política respecto de
ciertas minorías culturales y sociales,
y de las mayorías. Las mayorías han sido discriminadas por el color de su piel,
su adscripción étnica, su lengua. La discriminación y el desprecio han estado a
la orden del día, muestra de ello es la actitud frente a la violencia que
sacudió el país durante las décadas del 80 y 90. Aquello que permite que los agentes del
neoliberalismo se encuentran entren en confluencia con los sectores
conservadores es que a ellos les interesa sus intereses económicos en el
mercado, y ven que el liberalismo cultural resulta ser una amenaza a sus
intereses. La lógica del liberalismo cultural se centra en cuestionar el
sistema de jerarquías que no se encuentra razonablemente justificado y, puesto
que sectores conservadores, como el de la Iglesia Católica ,
como las empresas se basan en un sistema jerárquico de este tipo.
La
izquierda radical, por su parte, es igualmente de convicciones antidemocráticas
y autoritarias. Su proyecto antaño fue el de la toma del poder por medio de la
lucha armada, y aunque algunos partidos se han institucionalizado y han
conseguido ser aceptado en el sistema democrático, su posición respecto de la
violencia no ha sido suficientemente modificada. Si bien muchos grupos de
izquierda radical han abandonado la violencia como un modo de acción política,
esto a modificación no afectó al resto de sus ideas, cosa que debió ocurrir
para que sus propuestas sean consistentes. Lo que tiene ahora es un conjunto
desarticulado de ideas políticas que resulta ser un escoyo para su acción. Esta
es la razón por la cual hoy en día hablamos de la crisis de las izquierdas en
el país. Esta crisis sólo es superable si la izquierda moderada y liberal
adquiere fuerza política y puede conducir al bloque de izquierdas hacia una
izquierda liberal, que se comprometa con la democracia, los derechos
fundamentales, los derechos humanos y entienda que el mercado es un sistema
adecuado de distribución de bienes, aunque no el único.
En
este contexto, donde las posiciones radicales –tanto de izquierda como de
derecha – han tomado la batuta en la vida política del país, se ha generado un
ambiente en el cual las posiciones radicales se distancia cada vez más y el
debate político es reemplazado por el descalificativo, el insulto y la
violencia. Este clima político ha generado un ambiente social convulsionado que
hoy gira en torno a la minería, pero que muy bien podría tomar otro foco de
confrontación. Como hemos podido ver, la conflictividad social ha ido in crescendo desde hace más de diez
años, y ello se debe, en parte, a que el sistema político no ha podido
darle respuesta adecuada debido a que
los grupos que lo componen han perseguido sus intereses particulares más que la
cooperación social.
Por
otra parte, se ha excluido el debate de ideas políticas en las universidades,
ya por la hegemonía de un discurso político radical en algunas de ellas, ya
porque en otras universidades se ha prohibido expresamente el debate y la
actividad política. Esta última actitud lo que hace es impone un
adoctrinamiento político encubierto que presenta el tecnicismo (bandera de la
política de la derecha radical) como una actividad neutra en términos
políticos. A través de una enseñanza técnica se imparten ideas de derecha en
muchas de las universidades del país. Finalmente, en otro grupo de
universidades de carácter confesional católico se imparte un adoctrinamiento
conservador bajo el rótulo de una “educación en valores”[9]. En
todos los casos se neutraliza el debate de ideas políticas, con lo que se logra
es una radicalización de la acción política, cosa que es sumamente peligroso
para la salud de la democracia peruana. Si añadimos que el debate de ideas ha
sido también expulsado del seno de los partidos políticos, y que los sindicatos
se han desarticulado o han sido copados por radicales, veremos que la situación
se agrava, pues es en las universidades, los partidos políticos y los
sindicatos donde se podrían formar ciudadanos preparados para el debate
alturado de ideas políticas.
4.- Importancia del liberalismo integral para el
Perú.
Teniendo
en cuenta las características de la política nacional, resulta de suma
importancia el articular un proyecto político liberal, tal como el liberalismo
integral lo entiende. El liberalismo integrador pone sobre el tapete de la
discusión política nacional la idea de que la sociedad debe ser entendida como
un sistema justo de cooperación entre ciudadanos, en vez de un espacio para que
los sectores logren hacer prevalecer sus intereses. Ello se logra desmarcando
las libertades de su identificación exclusiva con las libertades económicas en
el mercado. Al abrir el horizonte de las
libertades, lo que se logra es redefinir la relación entre mercado, Estado y
sociedad.
No se trata de que el Estado
intervenga en el mercado, pues un
mercado robusto constituye uno de los pilares de la democracia, sino que se
evite que el poder económico se traduzca automáticamente en poder político,
pues ello vulneraría la democracia profundamente. Cuando sucede ello, a lo que
asistimos es a una distorsión de las relaciones entre el mercado, la sociedad y
el Estado, pues con ello sólo se consigue la tiranía de la sociedad por parte
de los poderes económicos. En este
contexto, la labor del Estado no consiste en limitar el funcionamiento del
mercado, sino el de señalar que hay cierto tipo de bienes sociales (salud,
educación, seguridad, entre otras) que no deben ser monopolizadas por el
mercado. De esta manera, el liberalismo integral se presenta como un proyecto
político que busca contrarrestar la presencia de la política neoliberal en este
país. Las fuerzas neoliberales tienen como objetivo convertir el poder
económico en poder político y en convertir todos los bienes sociales,
incluyendo salud, educación y seguridad, en bienes intercambiables en el mercado.
Esto último lo hace a través de una política privatizadora radical.
La defensa de las libertades hace
que el proyecto político del liberalismo integral se presente como un
contrapeso al proyecto neoliberal. El proyecto neoliberal se encuentra ampliamente
difundido y tiene una gran presencia en sectores claves como las universidades.
Esta poderosa presencia termina siendo perniciosa, pues lo que procura es
fragmentar el tejido social colocando como única lógica de la política el
interés. El liberalismo integral, en
cambo, procura recomponer y fortalecer el tejido social, fomentando la
cooperación social en dirección de las defensa de las libertades y los derechos
fundamentales, así como el fortalecimiento de la democracia.
Frente al proyecto conservador, el
liberalismo integrador defiende las libertades de las minorías para desarrollar
sus formas de vidas y expresarse culturalmente en el seno de una sociedad
democrática y plural. El liberalismo integral
que defendemos concibe a la sociedad peruana como una sociedad plural, en la
cual habitan un conjunto grande de grupos étnicos, religiosos y con proyectos
de vida distinto, razón por la cual busca construir la plataforma política y
jurídica que permita dotar a cada persona de los derechos y libertades que le
permitan desarrollar el tipo de vida que prefieren, dentro del marco de la ley.
Es por ello que combate la imposición de formas de vidas tradicionales
provenientes de poderes hegemónicos sobre los ciudadanos. De esta manera, el
liberalismo integral realiza una distinción importante entre valores públicos y
valores privados. Los valores públicos son aquellos que todos los grupos, que
tienen concepciones de vida distintas,
pueden apoyar. Se trata de valores como son el rechazo de la esclavitud,
la defensa de la democracia, la tolerancia, la defensa de los derechos
fundamentales, el principio de igualdad ante la ley, etc. El cambio, los
valores privados son aquellos apoyados por las diferentes concepciones
religiosas y laicas, que tratan de ser impuestas a la integridad de la
sociedad. Los grupos conservadores apoyan una política de imposición de sus
valores privados bajo el rótulo de una educación en valores. El campo en el que
se realiza esto principalmente es la educación: la escuela y la universidad;
aunque también se realiza por medio de las instituciones estatales, los
discursos políticos y los medios de
comunicación. Es por ello que el liberalismo integral encuentra como un punto
de vital importancia poder emancipar la educación de la visión conservadora que
la domina. Esto se busca incluyendo un mayor peso de las humanidades y las
artes para poder formar ciudadanos más empáticos que se comprometan con los valores públicos.
Además, a nivel de la educación universitaria, el liberalismo integrador
procura colocar el debate respecto de ideas políticas como un elemento central
de la formación de ciudadanos cooperativos, responsables y comprometidos con el
fortalecimiento de la democracia constitucional. Con ello hace frente a los
embates que provienen de los proyectos dictatoriales del neoliberalismo, el
conservadurismo y la izquierda radical.
La izquierda radical pretende seguir haciendo política con ideas
trasnochadas que son adversas a la democracia.
En el plano educativo, esta izquierda procura que el adoctrinamiento
desplace a la reflexión política. El proyecto del liberalismo integral es
construir, en nuestro país, la plataforma política que permita el debate de
ideas y moderar los discursos radicales a fin de que la política de
confrontación social, en la que estamos inmersos actualmente, pueda dar paso a
una política del manejo de los conflictos a través del debate en
la esfera pública.
[1] Los neoliberales se inspiran en una versión de la economía neoclásica,
que se remonta a los textosde los economistas clásicos como Ricardo, John Stuart Mill y Alfred Marshall,
y siguen las ideas expresadas por Ludwig von Mises y Friedrich von
Hayek . Estoy en deuda César Castillo García respeccto de esta precisión.
[2] Al respecto Cf. LOCKE, John;
Ensayo y carta sobre la tolerancia,
Madrid; Alianza editorial, 1999.
[3] Sobre estas ideas del liberalismo Cf.
WALZER, Michael; “El liberalismo y el arte de la separación” en: WALZER, Michael; Guerra, política y moral, Barcelona: Paidós, 2001
[4] En su Segundo Tratado sobre el Gobierno Civil Locke desarrolla su
teoría de la tiranía, la cual va a ser retomada recientemente por Michael
Walzer en su libro Esferas de la Justicia.
[5] Al respecto se puede
revisar los artículos de Alfredo Bullard
[6] Al respecto de la interconexión de los derechos y las libertades Cf. SEN, Amartya; Desarrollo y libertad, Barcelona: Planeta, 2000.
[7] Sobre ese punto se puede revisar la investigación presentada en el
documental “Operación Victoria”.
[8] En los orígenes de
Sendero Luminoso, queda claro cómo el ambiente social generado por los valores católicos
tradicionales, como el de la sumisión de los pobres a los ricos y la
resignación ante su suerte miserable, ha servido como caldo de cultivo para que
las ideas de Guzmán puedan calar. Al respecto, Cf. PORTOCARRERO, Gonzalo; Profetas
del odio. Raíces culturales y líderes de Sendero Luminoso. Lima: PUCP,
2012.
[9] Al respecto Cf. GAMIO, Gonzalo; Racionalidad y conflicto ético. Ensayos de filosofía práctica,
Lima: CEP, 2007.
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