En estos días el Ministerio de Educación le otorgó las Palmas Magisteriales en el Grado de Amauta a Gastón Garatea. Se trata de la distinción más alta del magisterio peruano. No hay duda de que se trata de un reconocimiento bien merecido por su aporte a la sociedad peruana. Garatea, fue miembro de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, presidente de la Mesa de lucha contra la pobreza, además de un destacado participante en el desarrollo de la política democrática en el Perú, en tanto que mediador. Como sacerdote de la Congregación de los Sagrados Corazones su aporte ha sido de suma valía, especialmente como parte del grupo de sacerdotes que trae a América Latina los cambios aportados por el Concilio Vaticano II y que dieron pié a la Teología de la Liberación.
Pero, en este punto, es necesario hacer una aclaración. Quiero recordar que en una entrevista hecha por Religión Digital, se le pregunta si su aporte a la sociedad había sido hecho en tanto que sacerdote y religioso, a lo que él responden de no, sino que fue hecho en tanto que ciudadano. Detrás de esta aclaración, Gastón Garatea desliza una distinción que hay que explicitar.
Ciertamente, Garatea se identifica con su pertenencia a la Iglesia Católica, y en tanto que religioso y sacerdote de los Sagrados Corazones. Pero, al mismo tiempo ha cultivado otras filiaciones, entre las que destaca la de ser ciudadano. Entre las diversas pertenencias que articulan su identidad, Garatea ha estado calibrando los pesos ponderados de manera razonada, debido a que su forma de aproximarse a la religión ha sido de manera tal que no nubla su capacidad de razonar. Así, por más fuerte que sea su pertenencia religiosa, ésta no cubre todos los aspectos de su identidad.
Si no fuese de esta manera, si Garatea considerase que toda su identidad se agota en su ser religioso, y nada más, en su ser sacerdote, y nada más; en su ser católico, y nada más. Si esto fuese así, él habría sufrido un fenómeno que Amartya Sen denomina "alienación". La alienación, en esta interpretación, se produce cuando el razonamiento es reemplazado por la violencia al momento de definir la identidad de una persona. Gastón Garatea considera que no puede reducir su vida a un sólo aspecto, y así como la fe tiene múltiples dimensiones, la identidad de una persona también tiene esa complejidad.
De otro modo, Garatea no habría tenido la posibilidad de colaborar de manera tan significativa con una sociedad como la peruana que se encuentra marcada por la pluralidad de concepciones del mundo. Si Gastón hubiese asumido una religiosidad alienante habría pugnado por imponer una concepción homogeneizante del mundo marcada por un cristianismo conservador y no se se encontraría comprometido con la democratización de este país. Si él no hubiese abierto su corazón a la una sociedad que produce pobreza y marginación, habría aprovechado de la posición de poder que en este país aún tiene el hombre de sotana, así como lo tienen los hombres de uniforme. Más bien, su compromiso con los marginados le granjeó más problemas que beneficios, como es la enemistad de Cardenal de Lima.
El entenderse como ciudadano y no sólo como religioso, trae consigo otro elemento importante. Normalmente se considera que todas las obras realizadas por personas que pertenecen a la Iglesia Católica son obras de la misma Iglesia. Pero ella concepción es cuestionables. Esto supone que todas las personas que pertenecen a la Iglesia consideran que toda su identidad se agota en dicha pertenencia. Además, gracias a ese mal entendido (involuntario o inducido) la Iglesia se lleva todas las Palmas. Frente a ello hay que señalar que en este país hay y hubo muchas personas que, perteneciendo a la Iglesia, aportaron a la democracia en tanto que ciudadanos.
Los sectores más conservadores de la Iglesia Católica intentan inducir a pensar que dichos aportes son "aportes de la Iglesia" y, en consecuencia, el Perú tiene una deuda moral con la Iglesia Católica que debe ser retribuida con una posición de dominio sobre la sociedad. En ese sustraer palmas, la Iglesia conservadora ha estado ganando posiciones por rebanadas para poder definir cuestiones importantes en nuestra sociedad, desde cuestiones que van desde el aborto a la unión civil y la eutanasia, marcando claramente el debate público.
En este sentido, la condecoración que Gastón Garatea recibe este lunes 20 tiene un gran significado. El que una persona como Gastón reciba el reconocimiento de gran Amauta dice algo respecto del sentido que debe tener la educación pública en este país. Ante una escuela pública marcada por el curso de religión católica y por la impartición de valores católicos, el dar dichas Palmas a una persona como Garatea significa que el magisterio debe asumir una filiación ciudadana y la escuela pública debe afirmar su laicidad. Este es un signo importante, pues muchos de los debates públicos sobre temas sensibles en este país están marcados por la presión que tiene el catolicismo conservador en la mente y los corazones de los ciudadanos que han sido formados en una escuela moldelada por valores católicos. En la escuela se juega la promesa de la laicidad del Estado. Tener a Gastón Garatea como gran Amauta es un paso adelante en esta dirección.
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