A raíz de los atentados en París, Bélgica y Dinamarca han comenzado a circular dos tipos de retóricas distintas en occidente. La primera señala que todo musulmán es terrorista, mientras que la segunda indica que el yihadismo representa una perversión del islam. Ambas retóricas tienen diferentes objetivos políticos, pero si las tomamos en serio estaremos perdiendo en comprensión respecto de lo que estamos presenciando.
Quienes señalan que el islam es violento por esencia y que todo musulmán es terrorista pertenecen a un sector de la derecha extrema populista que aboga por combatir al islam en Europa y en los Estados Unidos. Dicho sector promueve la islamofobia y considera que la solución al yihadismo es la expulsión de los musulmanes de Europa y de los Estados Unidos. Algunos de estos sectores abogan por la expulsión de los judíos son también antisemitas y neo-nazis. El discurso de estos sectores es simplificador de una realidad compleja y señala que defendiendo una Europa cristiana y expulsando a judíos y musulmanes se solucionaran los problemas europeos, desde el problema del terrorismo hasta los problemas económicos. Al exigir la vuelta de Europa a sus raíces cristianas, este sector empata con las exigencias de un cristianismo conservador de extrema derecha y reivindica el retorno al modelo de la España de la reconquista
Además se sostiene que mientras no se tomen esas medidas de expulsión, será necesario endurecer las leyes y las políticas de seguridad en detrimento de las libertades de los ciudadanos. Estos sectores señalan que el endurecimiento de las leyes y de las políticas en contra del terrorismo traerá consigo un costo en libertades y derechos, pero se trata de un precio que hay que pagar de todas maneras. No conciben la lucha contra el terrorismo utilizando un trabajo fino de inteligencia, que incorpore en su trabajo la infiltración en la células yihadistas o que estudie los procesos de radicalización de manera seria. Por su simplicidad, dicho discurso en muy popular, además de aprovechar que la población atemorizada espera que le ofrezcan una receta simple y rápida para hacer frente a los males que la amenazan.
La segunda retórica es mas sofisticada, pero no carece de simplificaciones, que no por ser mas sutiles dejan de estar presentes. Este discurso señala que el islam es una religión de paz y que los extremistas no hacen mas que pervertirlo. De esta manera, quienes recurren a este discurso distinguen entre musulmanes que entienden correctamente el islam y se integran a las sociedades europeas y aquellos que se radicalizan y atentan contra ellas. Esta distinción parece estar ganando el sentido común de la gente sensata y ganar la el aplauso de los grupos políticamente moderados de occidente. Sin embargo, decir que el yihadismo o los grupos conservadores en el islam o en el cristianismo distorsionan esas religiones es como afirmar que existe una interpretación correcta de las mismas. ¿Acaso no suena raro escuchar a grupos moderados decir cosas como esas?.
La religión no es ni violenta ni pacifista por esencia, puede ser ambas cosas sin ser distorsionada. Lo que sucede es que la práctica de la religión es realizada por personas que se insertan en comunidades y en sociedades concretas en las que articulan su filiación religiosa con otras filiaciones, como la política, por ejemplo. El cristianismo o el islam conservador es tan auténtico como las versiones progresistas de estas religiones. La cuestión reside en la filiación política que las personas y las comunidades asuman. El asunto se desplaza, entonces a otra parte, a saber, que en las sociedades contemporáneas, especialmente en occidente, hay ciertas exigencias legales que las personas no pueden soslayar. Quien mata a una persona, por razones religiosas o criminales debe ser llevado a proceso, porque así lo indican las leyes que hemos ganado en un proceso de reflexión basada en nuestras intuiciones morales básicas.
De esta manera, sucede un musulmán radicalizado es similar a un nacionalista radicalizado. Pero también sucede que un musulmán radicalizado es tan legítimamente musulmán como otro que es moderado. La radicalización política a la que se encuentra sometido el primero es un problema (o llamémoslo distorsión) de la política, no de la religión. No hay que perder de vista que el musulmán o el cristiano moderado y pacífico no lo es por su religión, sino por sus ideas políticas. Sé que la diferencia a la que estoy apuntando con esto es sutil, pero importante y debe ser comprendida si es que queremos tener un manejo mejor de los conflictos políticos que se encuentran en la escena contemporánea.