martes, 5 de agosto de 2014

VALORES NATURALES VS. DERECHOS FUNDAMENTELES

La laicidad ha sido una conquista importante en la modernidad. Como respuesta a la guerras de religión que azotaron la Europa del siglo XVII, la laicidad enarboló la bandera de la separación entre el Estado y la Iglesia, de tal manera que se puedan poner en pie de igualdad a todos los ciudadanos, no importando sus creencias religiosas, o si son agnósticos o ateos. Esta conquista civilizatoria en occidente se ha visto constantemente amenazada por aquellos que denostan de la modernidad y realizan una política de retorno a la Edad Media. Esta política de rechazo a la modernidad consiste en pugnar por la consolidación de un Estado confesional e  integrista, en el cual las instituciones del Estado,  el derecho y la moral de la religión católica se encuentren fusionadas.

En ciertas Facultades de Derecho del país hay profesores que señalan abiertamente que el Estado confesional es la mejor propuesta que podemos tener para el Perú. Hay quienes consideran que muchos de los problemas que sufre la sociedad peruana tienen su origen en la laicidad y la secularización. Ellos ven que lo que llaman "ideología de género", que aboga por la igualdad en derechos entre hombres y mujeres, y los derechos de las minorías sexuales no es otra cosa que una de las calamidades que surgen de la separación de la Iglesia y el Estado. Así, cuestiones como la unión civil, el aborto terapéutico y el aborto por razones de embarazos producto de violaciones sexuales, entre otras cosas, son vistas como las exigencias monstruosas de  una sociedad que ha perdido el rumbo del derecho natural medieval y de los "valores eternos". Desde antes de asumir el cargo de Cardenal de Lima, Juan Luis Cipriani ha sido un entusiasta y combativo de esta política adversa a la laicidad, la modernidad, lo que denomina la "ideología de género" y el pluralismo social, que él denomina "relativismo".

El 28 de julio último , en su homilía del Te Deum se refirió a la relación entre Iglesia y Estado bajo los términos de lo que él denominó "Laicidad Positiva". Señaló que este término fue acuñado por el papa Benedicto XVI y se opondría a una supuesta "Laicidad Negativa". Siguiendo la argumentación desplegada en la homilía, podemos deducir que mientras que la denominada "Laicidad Negativa" consiste en la confinación de la religión en el ámbito individual y privado, mientras que la "Laicidad Positiva"  supone la manifestación de la religión en la esfera pública.

Si eso es así, la distinción es completamente inútil e irrelevante pues nadie apoya la llamada "Laicidad Negativa". El debate, en realidad, se encuentra en lo que se considera como esfera pública. Ésta puede ser entendida de dos maneras: a) la esfera de la sociedad o, b) la esfera de la sociedad y el Estado. Lo que Cipriani está defendiendo es que la religión debe poder intervenir en la esfera pública, y entiende esta esfera como la suma de la sociedad y el Estado. Esta propuesta es cuestionable y altamente perniciosa, porque la propuesta del Cardenal es que la Iglesia intervenga en las políticas públicas como si fuese su derecho natural.

Realizando un juego de palabras que lo logra su objetivo, el Cardenal parece apoyar la separación entre la Iglesia y el Estado, con citas evangélicas y todo, mientras que, por otro lado realizas afirmaciones como

-      Es evidente que el criterio democrático de la mayoría puede ser suficiente, en gran parte, de la materia que debe regular jurídicamente los poderes del Estado. Pero también es evidente que en cuestiones fundamentales del derecho natural, en las cuales está en juego el presente y el futuro de la humanidad, otras consideraciones de carácter ético son indispensables

Con esta apelación al supuesto Derecho Natural se pretende subordinar las decisiones del Estado a los valores tradicionales de la Iglesia Católica. Puesto que, según Cipriani, el debate democrático puede ser pernicioso, es necesario sustraer la facultad de decisión a la sociedad para que la Iglesia tome la última palabra e indique la regla. Con ello desconoce el lugar que ocupan los Derechos Fundamentales dentro de un Estado Democrático de Derecho y en una sociedad democrática y plural. Pero ese desconocimiento no es un olvido, sino una negación, pues mientras los supuestos valores universales y naturales que acompañan al derecho natural desconocen la igualdad de los ciudadanos y dejan en manos de una élite teocrática las decisiones últimas, los Derechos Fundamentales hacen valer la igualdad en derechos y libertades a cada ciudadano y protegen las libertades políticas de las personas. Además, los Derechos Fundamentales cumplen de mejor manera el papel que Cipriani reclama para el Derecho Natural: servir como principios pétreos contra los que no se puede pactar en la dinámica de la discusión democrática. Lo hacen de mejor maneras, porque a diferencia de la versión del Derecho Natural que Cipriani defiende, los Derechs Fundamentales son compatibles con una sociedad democrática y plural.

El Cardenal, quien de una parte arremete contra la igualdad en derechos de los ciudadanos, por el otro reclama el derecho de los cristianos a actuar de acuerdo a sus valores tradicionales. De esta manera señala que:   Hay personas que, a título de suprimir la discriminación, pretenden a obligar a los cristianos, que desempeñen o no una función pública, a actuar en contra de sus conciencias. El problema no es que los cristianos conservadores expresen sus puntos de vista en sus iglesias y en la sociedad, sino que se abogue por el derecho que supuestamente ellos tendrían de determinar las leyes del derecho en el ejercicio de una función pública, como es el caso de los legisladores.  Y es que Cipriani capitaliza para sí la creencia falsa pero extendida de que los valores morales auténticos son los que se derivan de la religión católica y que éstos deben impregnar las normas del derecho. 

Muchas personas, especialmente en una sociedad conservadora como la peruana, considera que la moral se deriva de la religión. Cipriani aprovecha de esta confusión conceptual  instalada en la cabeza de muchas personas y difundida por el sistema educativo, para ganar posiciones en su proyecto contra la laicidad. Sin embargo, la idea de que la moral debe fundarse en la religión expresa deshonestidad  intelectual y no hace justicia ni a la religión ni a la moral. De esta manera, si queremos ser honestos lo que debemos afirmar son los Derechos Fundamentales y rechazar la idea de Derecho Natural medieval y los llamados valores naturales.

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