lunes, 18 de agosto de 2014

50 años del IEP

El prestigioso Instituto de Estudios Peruanos (IEP) está cumpliendo sus 50 años. Ello es una buena noticia para un país como el Perú que no cuenta con un centro nacional de investigación financiado por el Estado, como sí sucede en otros países de la región. El IEP se ha convertido en un think tank importante en el país que proporciona insumos importantes para el análisis de la sociedad peruana y de sus procesos y desarrollos tanto para que el Estado pueda elaborar políticas públicas como para que la sociedad pueda tener información relevante para orientar su accionar. Y esto es así, porque el instituto ha desarrollado un trabajo riguroso e interdisciplinario para pensar el Perú.

Hay dos elementos que caracterizan de manera particular al IEP. En primer lugar, se plantea la misión de reflexionar sobre el Perú a fin de aportar elementos para  la democratización del país (una nación de ciudadanos),  la disminución de la pobreza y el combate de la desigualdad, y el respeto a la diversidad cultural. En segundo lugar, su trabajo se nutre de los aportes de las ciencias sociales. Este segundo aspecto es el que va marcando una linea de continuidad y cambio en el actuar del instituto a través del tiempo. Dependiendo del paradigma metodológico de imperante en las ciencias sociales que los miembros más influyentes del instituto abrace, las estrategias para alcanzar el objetivo varían. De esta manera, la manera los miembros del IEP tienen de concebir su tarea se encuentra estrechamente vinculada con las ideas que tengan de las ciencias sociales y de su metodología de trabajo. Así, en los años 60s y 70s, el paradigma de las ciencias sociales es completamente distinto al dominante en la actualidad.

Esta relación entre modelo dominante en las ciencias sociales y acción del IEP es comprensible y natural, pero resulta ser un limitante. Los miembros del instituto conciben  el 50 aniversario como un momento para hacer un balance y autocrítica, pero esta autocrítica se puede encontrar restringida si quienes la realizan son agentes externos al instituto que, sin embargo, comparten los patrones de pensamiento metodológicos. De esta manera, la crítica se efectúa a los trabajos desarrollados, pero no a la epistemología que se encuentra detrás de los mismos. Esta crítica parcial puede terminar acercándose, de manera involuntaria, claro está, a la autocomplacencia  que significa el ser un instituto de larga data y bien ganado prestigio, así como por la trayectoria y el peso que tienen los miembros más influyentes tanto en el Estado como en la sociedad. 

El problema no está en asumir las ciencias sociales como herramienta de trabajo, sino que éste radica en la metodología dominante en las ciencias sociales en la actualidad. Dicha metodología es limitante porque no permite el proceso de reforma que la sociedad y el Estado peruanos necesitan, sino que se contenta con el perfeccionamiento de las instituciones existentes. Esto es así porque las ciencias sociales al uso se han exaservado  su empirismo y su afán de neutralidad. El investigador social no se concibe como agente de cambio en vista de una reforma de las instituciones, sino como proveedor de insumos para una maximización de los procesos de las instituciones. El objetivo no es hacer que las instituciones se transformen, sino que sean más eficientes en la persecución de las metas que siempre se han propuesto.

En en ese sentido llama la atención que los investigadores más influyentes del IEP en la actualidad afirmen que el Estado debería acoger sus sugerencias, pero que no abracen la idea de transformar el Estado. O que señalen que la política peruana puede arreglarselas muy bien sin la existencia de partidos, sin plantearse la necesidad de fortalecer una democracia con partidos políticos fuertes , democráticos y transparentes. La apuesta es clara: hay que perfeccionar la burocracia y la tecnocracia, pero no fortalecer la política. Esta apuesta se encuentra en una metodología de las ciencias sociales que raya con el positivismo. Incluso, la misa afirmación de que la política es una actividad especializada reservada a una élite ilustrada es índice del bajo compromiso que los presupuestos epistemológicos con una democracia participativa.  De esta manera, el IEP parece observar e investigar el país como a través de anteojos o microscopios que separa al investigador de la "cosa" investigada.  como si asumiesen una premisa básica según la cual el investigador debe describir acertadamente la realidad pero no transformarla. Pero lo peor de todo radica en que, con esta actitud estrictamente analítica - que deja fuera la actividad política -, lo que se hace es impactar en la sociedad de una manera no deseada. Y este impacto se da a través de un mensaje soterrado y no intencional que señala que para ser un buen investigador no hay que tomar partido y no comprometerse, ya que ambas cosas contaminarían de "ideología" la misma actividad del investigador. Y ese impacto, ese mensaje soterrado, constituye también un discurso político y una apuesta partidaria.  

Con esto no estoy diciendo que el instituto sea la fachada de un partido político determinado, no nada por el estilo, sino que la metodología neopositivista de las ciencias sociales que se encuentra a la base se sus investigaciones tuerce a sus investigadores hacia la derecha, a pesar  malgré lui.  No basta con investigar la pobreza para ser de izquierda, sino que la metodología es políticamente relevante. Claro, el instituto reclama ser  políticamente plural, pero para ello se requiere que las metodologías de investigación dominantes en él sean diversas. De esta manera, en este 50 aniversario el IEP debería de plantease la idea de modificar su metodología de trabajo y de incorporar a intelectuales que vayan más allá de las ciencias sociales y se conviertan en miembros influyentes. Ciertamente, todos queremos que el think tank más prestigioso que tenemos perdure y mejore, porque lo valoramos profundamente. Y si hago una crítica, en el sentido precedente, no es para destruir ni para el escarnio, sino para contribuir de la mejor manera a su mejora.

   

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