viernes, 4 de julio de 2014

¿PODEMOS CREER EN LOS DERECHOS HUMANOS? (SEGUNDA PARTE)



3.- Las críticas a los Derechos Humanos



Se han levantado una serie de críticas a los Derechos Humanos, críticas que provienen de diferentes sectores o que algunos sectores van sumando para intentar fortalecer su posición. Algunas de estas críticas son estrictamente académicas, es decir, tienen como objetivo esclarecer jurídica, moral y filosóficamente un conjunto de problemas, como el de la universalidad de los Derechos Humanos. Otras, en cambio, son críticas que esconden una intencionalidad política que se disfrazan de argumentaciones académicas. Las críticas de este tipo tienen como objetivo fortalecer la posición política de gobiernos autoritarios, como los gobiernos de los dictadores asiáticos.

Podemos enumerar algunas de las críticas, teniendo en claro que la lista no es exhaustiva y que tampoco enfrentaremos todas las críticas. Una de las críticas sostiene que los Derechos Humanos es una  creación cultural de Occidente que se está imponiendo por la fuerza a otras culturas. Esta crítica señala específicamente que los Derechos Humanos expresan las aspiraciones morales de Occidente, pero que es necesario establecer una distinción entre la moral y el derecho. El derecho es establecido por las autoridades competentes de cada país, y si a nosotros, occidentales, nos parecen horrendas algunas normas del derecho vigente en otras culturas, estamos autorizados a solamente a cuestionar moralmente esas prácticas, pero en ningún momento estamos autorizados a exigir un cambio en la legislación del Estado en cuestión[1]. Es claramente la intencionalidad política que hay detrás de dicho argumento: fue escrito cuando el autor del texto colaboraba con el gobierno autoritario de Alberto Fujimori, y entre algunas de las falacias a las que De Trazegnies   recurre es a identificar Estado y cultura, cosa que no es evidente, además de señalar que la distinción occidental entre derecho y moral se puede extender a otras culturas de manera automáticamente.

Otros han asumido la misma posición, es decir, la de señalar que los Derechos Humanos expresan valores morales occidentales que no se pueden imponer a otras culturas, pero en vez de recurrir a la estrategia del “pluralismo jurídico”, como lo hizo el colaborador de Fujimori, estos críticos señalan que oriente, y específicamente, el Asia, tiene sus propios valores. Así el año de 1993, los representantes de las dictaduras asiáticas produjeron una declaración de valores asiáticos, en los cuales se señalaba con claridad que mientras que uno de los valores fundamentales de Occidente era el de la libertad, en el Asia, uno de los valores más importantes es la de la lealtad a la autoridad.

Es necesario mencionar que esta declaración de los “derechos y valores asiáticos”  fue una artimaña política para adelantarse a la Convención de Viena del mismo año, convención en la cual se iba a tratar la cuestión de los Derechos Humanos y la cultura. A fin de cuentas, se trataba de preparase políticamente para lo que se venía. Sin embargo, los defensores de los valores asiáticos tienen que enfrentar tres problemas para hacer plausible su posición. En primer lugar, la Declaración Universal de  Derechos Humanos de 1948 ha sido fruto de una amplia consulta y de un intenso debate entre diferentes culturas y distintas posiciones políticas (como la capitalista y la soviética). En segundo lugar, en ninguna de las lenguas que se encuentran en la región que denominamos Asia existe una palabra para denominar dicha región, es decir, los asiáticos no tiene normalmente la noción de compartir una unidad cultural y valorativa. Finalmente, un tercer argumento en contra de los defensores de los valores asiáticos es que no queda claro qué instituciones y personalidades representan al Asia, ¿acaso los dictadores asiáticos, o Gandhi y Tagore? Recordemos que Gandhi estaba convencido de la necesidad de instaurar en la India un gobierno democrático y que Tagore era partidario de que la educación en la India debería incluir los aportes de la cultura occidental y no sólo los aportes culturales de la India.  La misma pregunta podríamos hacerla respecto de Occidente: ¿quién representa realmente a Occidente? ¿acaso Hitler y los agentes de la Inquisición Católica, o los redactores de la Carta de Helsinki  o Martin Luther King?.

Los mismos dictadores asiáticos esgrimieron un argumento adicional, a fin de fortalecer su posición política. Dicho argumento señala que cuando un país se encuentra en condiciones de pobreza, las libertades políticas y los Derechos Humanos en general resultan ser un  lujo. De esa manera, en nombre del desarrollo y el crecimiento económico se legitima restringir Derechos Humanos, porque señalan que a los pobres de sus países no les interesan tales derechos, mientras que no se solucione sus urgencias económicas. Este argumento puede complementarse, como efectivamente se ha hecho en Perú durante los años 90, y se puede escuchar que si hay violencia en el país, se puede poner entre paréntesis los Derechos Humanos a fin de combatir a la subversión y garantizar el crecimiento económico. Este mismo argumento ha sido usado por los teóricos de la administración Bush al momento de plantear la lucha contra el terrorismo internacional.

Existe una versión sofisticada de este argumento. Ésta señala que si bien uno está comprometido con la democracia y los Derechos Humanos, las condiciones actuales no son las adecuadas para implementarlas. La pobreza, la necesidad de desarrollar económicamente el país, y el enfrentar la violencia y la delincuencia exige que se aplace la implementación de los Derechos Humanos y la democracia. Denominaré esta versión como el nombre “la democracia y los Derechos Humanos para otro día”. Una variante de esta versión se esgrime cuando el país se encuentra en procesos electorales y el candidato que representa los intereses de los poderes fácticos corre el riesgo de perder las elecciones. En dichas circunstancias se señala que cierto sector de la población tiene la intención de votar por el “candidato equivocado” porque carece de educación y cultura. Y el argumento continúa señalando: es conveniente educar a ese sector de la población, para que sepan votar correctamente, mientras tanto es necesario retirarle el derecho al voto. Denominaré esta posición como “el derecho al voto para otro día”. El problema de estos últimos argumentos que he presentado son fundamentalmente dos: en primer lugar, se trata de una élite pequeña y que representa los poderes fácticos operantes en el país que determina cuándo son convenientes tanto la democracia y como los Derechos Humanos (o quienes tienen derecho a votar y quienes no deben gozar de dicho derecho); en segundo lugar, pueden parar los años y las décadas y la élite en cuestión puede considerar que las condiciones para instaurar la democracia, hacer vigente los Derechos Humanos y universalizar el derecho al voto aún no están dadas y hay que posponer tales implementaciones indefinidamente.       



[1] Este argumento fue esgrimido por Fernando de Trazegnies, en un artículo titulado “Democracia y derechos humanos”.

No hay comentarios: