domingo, 27 de abril de 2014

JUAN XXIII, EL GRANDE

     

La santificación de Juan XXIII es un acto que enaltece a la Iglesia Católica, debido a lo que significó e imparcto positivo su papado. El Papa Juan XXIII marcó de manera decisiva, por sus acciones,  ideas y gestos, a la Iglesia. Después de él, nadie se le puede comparar en grandeza.  Su gran legado fue el modernizar a la Iglesia como Institución, más que imprimirle una dirección política en tal o en cual sentido. Esta modernización se consolidó a través del Concilio Vaticano II, que es el que rige a la Iglesia Católica hasta el día de hoy. 
      El Concilio Vaticano II significó un giro copernicano en la Iglesia. Antes de él, la Iglesia exigía al mundo a que se adecuase a un modelo preestablecido, que no se había modificado desde la Edad Media, y que suponía el desdén por la Modernidad y la laicidad (es decir, la separación entre Estado e Iglesia). Con el Concilio, en cambio, la actitud de la Iglesia cambió radicalmente: en vez de cerrar la Iglesia al mundo moderno, ésta se abre de para en par, para comprenderlo.
      A la luz del Concilio, se produjeron las conferencias episcopales latinoamericanas más importantes del siglo XX y XXI: Puebla, Medellín, Santo Domingo y Aparecida. Además se gestaron espiritualidades y teologías que fueron de suma importancia para la Iglesia y para el mundo. Entre ellas se encuentra la Teología de la Liberación del padre peruano Gustavo Gutiérrez. La Teología de la Liberación fue uno de los aportes más importantes a la Iglesia. La obra de Gutiérrez impactó en todo el mundo de manera significativa porque recoge una de las grandes instpiraciones del Concilio y del papado de Juan XXIII: la opción preferencial por los pobres, que se recoge de los evangelios.
      De manera vergonzosa, dentro de la Iglesia hubo personas que no estuvieron a la altura del Concilio Vaticano II. Algunos de ello fueron separados, pero muchos permanecieron dentro. Incluso algunos papas posteriores consideraron que el concilio representava un exceso que había que corregir o cancelar. Algunos, cargados de una ideología extremadamente conservadora y de odio contra todo lo que les podía oler a "comunismo", prefirieron encubrir a sacerdotes que tenían cuentas con la justicia a seguir las líneas del Concilio Vaticano II.
       Uno de esos papas fue Juan Pablo II. Durante su excesivamente largo pontificado se dedicó, entre otras cosas, a desarrollar una política conservadora que tenía tres líneas centrales: a) Desmantelar Vaticano II, b) Perseguir a las teologías que se inspiraron en el concilio y c) Proteger a los sacerdotes que tenían cuentas con la justicia. Juan Pablo II combatió con todas sus fuerzas a la Teología de la Liberación de Gustavo Gutiérrez por considerarla una penetración del comunismo en la Iglesia Católica. Con ello mostró tener una pobre comprensión del mundo no europeo, a pesar de haber viajado mucho. Es en ese contexto que nombre cardenal de Lima a Juan Luis Cipriani, en primer cardenal miembro del Opus Dei. Esta acción representa una política completamente opuesta al Concilio Vaticano II.
       Felizmente, para la Iglesia, parece que los años de oscuridad que el pontificado del papa polaco están quedando atrás. El Papa Francisco ha mostrado una actitud de apertura frente a la Teología de la Liberación. Hace unos meses invitó al padre Gutiéttez a Vaticano para darle su apoyo. Eso es un buen augurio respecto de la dirección que va a tomar la Iglesia respecto al concilio. Un signo de esperanza para creyentes y no creyentes.

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