Frente a esta pregunta es posible
responder afirmativa o negativamente. Quienes afirmamos que las mujeres han de
estudiar, consideramos que el derecho a la educación es un derecho que las
mujeres han ganado durante el siglo XX y frente al cual no puede haber marcha
atrás. Consideramos que la conquista del derecho a la educación se inserta en
el enfoque de los derechos humanos y en la perspectiva de una sociedad democrática
y liberal.
Quienes afirman, en cambio, que las
mujeres no han de estudiar abrazan lo que podemos denominar, con Julia
Annas, la “teoría de las dos normas”
(ANNAS, 1996). Según tal teoría las
sociedades contemporáneas han de tener dos normas jurídicas y sociales
distintas, una para los varones y otra para las mujeres. Esta teoría tiene
diferentes posiciones que se van organizando gradualmente. En la posición
conservadora más radical, las normas jurídicas y sociales que las sociedades
extremamente conservadoras tienen para las mujeres señalan que ellas no deben
estudiar y deben de encontrarse recluidas a la esfera privada del hogar. Del
otro lado se encuentra la posición liberal que señala que no deben existir dos
normas, sino sólo una, de tal manera que las mujeres y los varones deben de
gozar de los mismos derechos y libertades, y como consecuencia, las mujeres
tienen el mismo derecho a la educación que tienen las mujeres. Si nos
comprometemos con el enfoque de los derechos humanos, no hemos de suponer que
lo correcto se encuentra en la posición que coincide con el “justo medio”, de
modo que lo correcto sería que los varones cuenten un esquema de mayores
derechos a la educación apropiado. Si estamos comprometidos con los derechos
humanos, no hemos de elegir la tesis del “justo medio” en esta cuestión, sino
que hemos de comprometernos con la posición liberal.
Entre la posición del conservadurismo
radical y la posición liberal encontramos una línea continua de posiciones
intermedias que vale la pena explorar. Hay una posición que considera que desde
el punto de vista del derecho debe dar educación a las mujeres, mientras que
desde el punto de vista social no las familias no deben enviar a las mujeres a
la escuela o permitirles educación, debido a que las requieren para el trabajo
y el cuidado de la casa. En muchos sectores rurales se considera que invertir
en la educación a las mujeres no es una idea conveniente porque una mujer
educada en la escuela no tendrán tanto éxito en la esfera pública como un varón
educado en la escuela, de manera que si la familia tiene pocos recursos, los
más conveniente será utilizarlos en la educación del varón que invertirlos en
la educación de las mujeres. Pero además, esta conducta de la familia se ve
complementada con un argumento cultural según el cual la norma de la tradición
consiste en no educar a las mujeres. Muchas mujeres, en esos contextos abrazan
dicho argumento y consideran que es correcto el que ni ellas ni sus hijas
tengan educación escolar.
Una posición más progresista
considera la educación para las mujeres debe ser sancionada tanto por el
derecho como por las normas sociales, de manera que se considera que las
mujeres deben ir a la escuela, e incluso tener la posibilidad de acceder a
educación superior. Pero esto no supone que deben acceder al mismo grado de
educación que los varones. Los varones deben de tener una educación de mayor
calidad y llegar más arriba en la educación superior. Las mujeres deben de
tener una educación mediana, lo suficiente para que sea atractiva para poder
acceder a un buen partido como marido. De esta manera, la mujer instruida en
esta perspectiva ha de estar instruida para casarse “bien” y educar a los hijos
y reformar al marido conforme a los valores tradicionales. Es por esa razón que
más importante que la calidad de la educación que la mujer adquiera en la
universidad resulta ser el que tenga un título universitario, que la acredite
como “digna” de un “buen partido”.
3.- ¿Qué es lo que deberían
estudiar y para qué?
Una cosa es preguntarse si las
mujeres han de estudiar y otra es qué han de estudiar ellas. Una sociedad
tradicional que considere que las mujeres tienen el derecho a estudiar puede
considerar que las mujeres sólo pueden tener acceder a la educación primaria y
secundaria, pero no avanzar hacia la instrucción técnica o universitaria. En
este caso, la sociedad considera que las mujeres deben tener poco acceso al
ámbito público del trabajo y de la participación política. Una sociedad más
progresista puede considerar que las mujeres pueden acceder a educación técnica
y universitaria, pero sólo para ciertas carreras, principalmente, la educación.
Algunas pueden abrir el espectro de opciones a otras carreras como la
psicología.
Pero, incluso, cuando las mujeres acceden
a la educación superior, el posible la educación que reciben no les permite
para acceder a mayores márgenes de justicia política. La educación que reciben
puede encontrarse dirigida a que se adapten a un esquema político y social de
dependencia frente al varón. Este es el denominado modelo de educación autodependiente de capacitación y autonomía.
Este enfoque considera que “una mujer ‘está capacitada’ si sabe leer y
escribir, si tiene educación, habilidades productivas, acceso al capital y
confianza en sí misma” (UNESCO, 1997). Este enfoque no considera si las mujeres
tienen acceso a recursos, más allá del capital,
y acceso a cargos públicos. El proceso de educación no las prepara para
el trabajo cooperativo, sino que las atomiza como individuos que deben competir
entre ellas.
El enfoque alternativo es el de la
educación dirigida al denominado “equilibrio de género”, que permite el poder
político suficiente a las mujeres para que modifiquen el esquema de justica
imperante en sus sociedades, de manera que puedan acceder a una igualdad de
oportunidades tanto en el plano social como en el político. Este modelo las
prepara para, y enfatiza, el trabajo cooperativo, pues entiende que sólo a
través de la asociación y el trabajo en conjunto las mujeres podrán exigir
derechos dentro de la sociedad en la que se encuentren. Siendo los derechos a
la educación, de redistribución social y de representación política los más
importantes para que las mujeres puedan acceder a la justicia, el enfoque del
“equilibrio de género” resulta ser el
adecuado. El mismo término “equilibrio de género” evoca el equilibrio de la
“balanza de la justicia” en la que varones y mujeres deben encontrarse en
iguales posiciones. Más allá de las diferencias biológicas entre varones y
mujeres, la justicia debe de garantizar la igualdad de oportunidades. En
sociedades conservadoras, la educación no permite que las mujeres accedan a la
igualdad de oportunidades. En cambio, el enfoque educativo de “equilibrio de
género” otorga a las mujeres las herramientas suficientes para poder modificar
las condiciones sociales y políticas en las que se encuentran.
4.- Lo que la educación puede
lograr en pro la justicia para con las mujeres
La educación, en sus diferentes
niveles, puede otorgar a las mujeres herramientas valiosas en su camino de
acceso a las mujeres. Estas herramientas pueden ir desde información relevante
hasta comprensión más amplia respeto de las relaciones económicas, sociales y
políticas en las que se encuentran inmersas. Una de estas herramientas lo
constituye la información relevante para que las mujeres puedan salir del
ámbito doméstico e insertarse en la red del mercado para tener pequeñas
empresas comercializadoras. Pero este paso no es suficiente, pues lo que logran con ello es incorporarse a
un sistema de mercado que puede ser injusto porque carece de límites y los
poderes hegemónicos en él colocan a las mujeres en una situación de desventaja.
Un nivel superior lo constituye la
educación que permite a las mujeres comprender las relaciones sociales,
económicas y políticas en las que se encuentran. Esta les ofrece herramientas
para que puedan formar asociaciones que puedan fortalecer sus posiciones en el
mercado, así como defender sus derechos y ganar puestos de representación política
(NUSSBAUM, 2012). La incorporación económica no basta para que la educación
redunde en funcionamientos valiosos, es decir, para que tenga consecuencias
prácticas importantes en la vida de las mujeres. De tal manera, no basta con
que adquieran habilidades verbales y matemáticas básicas, como son aprender a
leer, a escribir y a realizar operaciones matemáticas básicas. Una formación de
mayor calidad, que involucre el cultivo de la imaginación por medio de las
humanidades y las artes, permite a las mujeres comprender las relaciones en las
que éstas se encuentran inmersas. Comprender las situaciones políticas y
sociales, y poder asociarse para pensar en maneras de acceder y conseguir
derechos es lo mejor que la educación puede hacer para las mujeres.
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