lunes, 14 de abril de 2014

MUJERES, EDUCACIÓN Y JUSTICIA EN LAS SOCIEDADES CONTEMPORÁNEAS (PRIMERA PARTE)

El acceso a una educación de calidad en igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres representa uno de los pilares fundamentales de la justicia para con las mujeres, pues la educación resulta ser una herramienta de capacitación importante para poder lograr funcionamientos valiosos para el desarrollo de los planes de vida de las mujeres, además de ampliar los horizontes de lo que una mujer puede aspirar a ser y a hacer, así como dotar de recursos para que pueda hacer frente al medio social y político en el que se desarrolla.
Si bien, desde hace muchos años se ha sancionado el derecho igualitario a la educación entre varones y mujeres en el ámbito legal, no obstante, en el campo social su acceso a la educación se encuentra restringido por un conjunto de condicionamientos sociales que aún no han sido derribados. Respecto del derecho a la educación para las mujeres, se puede consultar los documentos del sistema internacional de protección de los Derechos Humanos. (ONU, 1948, 1966 ,1979 y 1984). Tales condicionamientos sociales se encuentran asociados a ideas que en muchos sectores de las sociedades contemporáneas persisten y que impidan que las mujeres tengan acceso a la educación o que cuenten con una educación de calidad. Desde el punto de vista legal la educación es universal y gratuita, sin embargo hay muchos sectores sociales en los que las personas, en general, no van a la escuela, y mucho menos tienen acceso a la educación superior (ya sea técnica o universitaria). Pero el grupo que cuenta con menos oportunidades reales son mujeres de sectores sociales deprimidos y que pertenecen a grupos étnicos excluidos.
            En las sociedades contemporáneas, el acceso a la educación de las mujeres, y el acceso a la justa igualdad de oportunidades en general se encuentran obstruidos por la confluencias de dos fuerzas políticas que han ido frenando los avances hacia una sociedad democrática y de respecto de los derechos humanos. Estas fuerzas son la neoliberal y la del conservadurismo ultramontano que han aunado esfuerzos para ganar terreno en la política internacional y al interior de los Estados. Aunque ambas fuerzas tienen raíces distintas, ambas coinciden en una política de conservadurismo cultural y de desmantelamiento de la democracia liberal. Justamente, el progresismo cultural y la profundización en la democracia liberal permiten un mayor acceso de las mujeres a la justicia, en especial a una educación de calidad. Tener en cuenta esto nos permite comprender la situación del derecho de las mujeres a la educación desde una perspectiva más amplia. 

1.- La escalada neoliberal en la escena mundial contemporánea

            A raíz del derrumbe del bloque soviético, simbolizado por la caída del Muro de Berlín    en 1989, analistas políticos como Francis Fukuyama pronosticaron “el fin de la historia” (FUKUYAMA, 1992). Dicho acontecimiento traería consigo el fin de las ideologías, pues se había dado término a la confrontación entre las ideologías capitalista y comunista. En una suerte de laberíntica interpretación de Hegel, lo que Fukuyama señala es que con el fin de las ideologías se abre el campo para el reino de la libertad. Pero lo cierto es que con el fin de la “Guerra fría” lo que se impuso fue la omnipresencia de la ideología neoliberal disfrazada de mundo no ideologizado y de pragmatismo.
            De esta manera, lejos de abrirse paso la libertad en el mundo y de de finalizar las ideologías, lo que sucedió es que se resucitaron las tesis de la economía neoclásica y los trabajos de los liberales económicos de la escuela austriaca de principios del siglo XX, especialmente los trabajos de Von Mises y Von Hayek. Lo que esos economistas traen consigo son las ideas de un mercado de productos, de servicios y de trabajo completamente desregulado, junto con la exigencia de un Estado reducido a su mínima expresión[1].
Estas ideas se han puesto en circulación en las sociedades por medio de las políticas económicas fomentadas desde el Banco Mundial, las escuelas de economía de las universidades, de las escuelas de derecho – bajo la forma del Análisis Económico del Derecho – y a través de la prensa escrita y televisiva; de manera que se han vuelto moneda corriente en los debates sobre políticas públicas y sobre las cuestiones privadas. Un anexo de estas ideas lo constituye el discurso del “sujeto emprendedor”, que supuestamente, a través de su esfuerzo podrá incorporarse al sistema económico dominante. Pero todo discurso, desde la economía, la política, la filosofía y el derecho, que sostenga que hay que modificar el sistema dominante en parte o en su totalidad es prontamente satanizado y tildado de “estatista”, “comunista” o “caviar”.  Es claro que no resulta buena la idea de desarticular los mercados. El mercado se ha mostrado como una herramienta eficaz de distribución de muchos bienes, pero hay que tener en cuenta que hay bienes que no se deben distribuir por o exclusivamente a través del mercado, como son la salud, la educación y la seguridad, entre otros.
La dominación de las ideas neoliberales ha hecho que las sociedades occidentales pasen del “Estado de bienestar” al “Estado de precariedad” (FASER, 2008). En este tránsito las personas en las sociedades contemporáneas han ido perdiendo  seguridad de empleo e incertidumbre frente a sus futuras condiciones de vida. Las mujeres, en especial, se han visto vulnerables y, como consecuencia de ello, se han replegado a políticas adversas al feminismo de reivindicación de derechos que tuvo fuerza entre los años 60 y 90. Este repliegue de las mujeres en el contexto de los “Estados de precariedad” ha tenido dos direcciones complementarias. La primera ha sido adherirse a un nuevo feminismo conservador que dejó atrás las reivindicaciones de justicia y las ha reemplazado por la exigencia de reconocimiento de la identidad. Este nuevo feminismo incluye un discurso de diferenciación biológica que explica los diferentes roles que cumplen los hombres y las mujeres. Conforme a dicho discurso, los hombres están más capacitados biológicamente para ocupar cargos públicos, para el pensamiento abstracto y la conducción de organizaciones, mientras que las mujeres serían más aptas para el cuidado y la expresión de la sensibilidad[2]
La segunda dirección consiste en la adhesión, por parte de las mujeres, a grupos religiosos y políticos conservadores, grupos en los que ellas encuentran seguridad y protección.  En el contexto de la “guerra contra el terrorismo”, esta segunda tendencia se ha acentuado en gran parte del mundo.  Las mujeres suelen preferir apoyar a líderes políticos que representen virilidad, seguridad y protección, incluso cuando estos líderes tengan políticas que disminuyen las posibilidades de educación y empleo de las mujeres. Incluso, las mujeres se encuentran más propensas a votar por propuestas que atentan contra su libertad reproductiva y su vida sexual, así como contra sus posibilidades de desarrollo en la sociedad y en la política. En el campo religioso, las mujeres tienden adherir a movimientos claramente machistas que limitan sus posibilidades de alcanzar cargos directivos dentro de sus congregaciones y asociaciones religiosas. Ambas direcciones comparten el matiz de un extremado conservadurismo, completamente adverso al progresismo que podría garantizar los derechos de las mujeres.
Ciertamente, no todas las mujeres que viven en un contemporáneo “Estado de precariedad”  toman decisiones sociales, religiosas y políticas adversas a sus intereses y derechos como mujeres, pero la tendencia es marcada.  En sociedades como las latinoamericanas, en las que la ola neoliberal ha penetrado con radicalidad, muchas mujeres adhieren a versiones del catolicismo radical de derecha, a movimientos políticos de derecha radical y votan por propuestas adversas a sus intereses y derechos, motivadas por la precariedad en el empleo y en sus condiciones de vida presente, así como la incertidumbre respecto del futuro.
Probablemente se intentará argumentar que este problema de la precariedad en las condiciones de vida que enfrentan las mujeres empata más con la experiencia de las mujeres en Estados Unidos y Europa a raíz de la crisis económica que estalló desde el 2008, pero que en América Latina  la situación es diferente, debido a la boyante economía y a los “éxito” de las políticas neoliberales en la economía. Sin embargo, la precariedad laboral se expresa en las políticas de desregularización del mercado de trabajo, la penetración de las ideas machistas en las sociedades latinoamericanas y en la desestructuración de las redes y movimientos sociales que protejan las condiciones de vida de las mujeres en sociedades fuertemente machistas, competitivas y consumistas. Las trompetas de victoria de la derecha neoliberal en Latinoamérica no son una buena noticia para las mujeres del subcontinente. Las protestas en Chile y en Brasil son una muestra de ello. No es casual que la lideresa más exitosa de la FECH (Federación de Estudiantes de Chile) haya si Camila Vallejo, una mujer.
La ola conservadora y neoliberal que se ha impuesto en las sociedades contemporáneas, traen consigo preguntas respecto de la educación de las mujeres que estas sociedades  se están formulando, a causa del retroceso conservador que estamos viviendo. Entre estas preguntas podemos destacar dos que son centrales: a) ¿Las mujeres han de estudiar?, y b) ¿Qué y para qué han de estudiar las mujeres?




[1] Últimamente, el abogado Alfredo Bullard defendió la idea de que la educación en su totalidad debería de privatizarse, y que el Estado debería apoyar a los padres de familia con un sistema de bonos para que puedan escoger la escuela que preferían. La propuesta de Bullard parecería apoyar  la capacidad de elegir de los padres respecto del tipo de escuela a la que enviar a sus hijos, sin embargo no es eso exactamente. Lo que se está defendiendo con esta propuesta es la empresa privada, y no al consumidor, pues el financiamiento por medio del sistema de bonos sería una versión criolla de lo que se hizo en Chile. Con ello, la educación dejaría de ser gratuita y universal, y estaría atada a un sistema de crédito bancario, con la lógica del interés bancario. Las propuestas de Bullard se mueven en péndulo. Van de una opción ultraneoliberal a lo superrealista. Hace no mucho sostuvo que la mejor manera de terminar con la congestión vehicular en Lima era privatizar las calles.
[2] Para ver en acción este discurso, véanse los trabajos de Carol Gilligan.

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