Los intelectuales de orientación
foucaultiana, que extienden erróneamente las críticas de Nietzsche a la cultura
también al ámbito de la política y a las cuestiones públicas, sostienen que el
proyecto de político de la ilustración
se encuentra completamente agotado, y que no vale la pena actuar
propositivamente en defensa de las autonomías privada y pública de los
ciudadanos. Sólo queda realizar cuestionamiento y crítica constante al sistema
democrático. En cambio, los
intelectuales ironistas no extrapolan las críticas a la cultura que hicieron
Nietzsche y Heidegger a las cuestiones políticas y públicas.
Richard
Rorty y Jürgen son quienes más han
defendido la idea de que el proyecto político de la ilustración sigue en pie.
Rorty, siguiendo las ideas de Dewey, señala que la escuela filosófica
pragmatista con la que se encuentra comprometido lleva adelantes las propuestas
de la ilustración. De esta manera señala
que:
“Voy
a interpretar la objeción pragmatista a la idea de que la verdad es una
cuestión de correspondencia con la naturaleza intrínseca de la realidad de forma
análoga a la crítica que la Ilustración hizo de la idea según la cual la
moralidad es una cuestión de correspondencia con la voluntad de un Ser Divino”
De
esta manera, el pragmatismo de Rorty y Dewey continúan adelante con el proyecto
de la ilustración, proyecto que consiste en cuestionar las pretensiones que
algunas personas e instituciones tienen de imponerse sobre los ciudadanos para
limitar la autonomía privada y la autonomía pública. De esta manera, nadie, ni
en nombre de la voluntad divina o de la naturaleza humana, está justificado
para limitar la libertad de los ciudadanos. Igualmente Habermas sostiene que el
cuestionamiento de la razón hecha por Nietzsche, y continuada por Lyotard y
Derridá en Francia no conduce a las consecuencias que ambos señalaron, a saber,
el acabamiento de la modernidad y el inicio de la postmodernidad. Habermas es
claro en afirmar que el reemplazo de las pretensiones de razón por las
exigencias de la “ética del discurso” permite continuar con el proyecto
político de la razón por otros medios. La ética del discurso supone que las
normas morales y jurídicas, así como los proyectos políticos deben someterse al
torbellino de la problematización que la deliberación pública supone. Dicha
deliberación tiene ciertas exigencias fundamentales, especialmente, que los
participantes en la discusión tienen que expresar argumentos y razones
claramente sustentadas y que se encuentran sujetas al cuestionamiento y la
crítica; además, todos los implicados tienen los mismos derechos de participar
en la discusión y que se ha de tener en cuenta las consecuencias que pesarán
sobre los implicados por las decisiones asumidas[2].
De
esta manera, resulta discutible la afirmación según la cual el proyecto
político de la ilustración ha agotado por completo sus energías. La filosofía,
y en especial, la filosofía política, ha de fomentar en la cultura
contemporánea lo que Rorty señala que debe promover también la educación
universitaria: la capacidad de dudar y cuestionar como la capacidad de
imaginar. La capacidad de dudar y cuestionar las verdades recibidas y
consagradas tanto por la cultura anquilosada por el positivismo como los
saberes recibidos en la academia universitaria. Dichas verdades deben ser
discutidas públicamente, tanto dentro y fuera de la universidad. Pero también
debemos cultivar la imaginación para generar relaciones sociales cada vez más
libres y emancipadas. El cultivo de la imaginación se realiza justamente a través
del contacto con la cultura, de manera que se abren nuestros espíritus en un
proceso de reedificación y forjación constante[3].
[1]
RORTY, Richard; Pragmatismo, una versión: antiautoritarismo
en epistemología y ética, Barcelona:
Ariel, 2000. P. 21.
[2] HABERMAS, Jürgen; ¿Afectan las críticas de Hegel a Kant a la
ética del discurso? En: Escritos
sobre moralidad y eticidad, Barcelona: Paidós, 1998.
[3]
Respecto la importancia del
cultivo de la imaginación por medio de las artes y las humanidades, Cf. NUSSBAUM, Martha; Sin fines de lucro. Por qué la democracia
necesita de las humanidades Bnos.As.: Katz, 2010 y de la misma autora: El cultivo de la humanidad. Una defensa
clásica de la reforma en la educación liberal, Barcelona: Paidós, 1998.
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