miércoles, 19 de diciembre de 2012

¿Está agotado el proyecto político de la ilustración?


           Los intelectuales de orientación foucaultiana, que extienden erróneamente las críticas de Nietzsche a la cultura también al ámbito de la política y a las cuestiones públicas, sostienen que el proyecto de  político de la ilustración se encuentra completamente agotado, y que no vale la pena actuar propositivamente en defensa de las autonomías privada y pública de los ciudadanos. Sólo queda realizar cuestionamiento y crítica constante al sistema democrático.  En cambio, los intelectuales ironistas no extrapolan las críticas a la cultura que hicieron Nietzsche y Heidegger a las cuestiones políticas y públicas.

            Richard Rorty y  Jürgen son quienes más han defendido la idea de que el proyecto político de la ilustración sigue en pie. Rorty, siguiendo las ideas de Dewey, señala que la escuela filosófica pragmatista con la que se encuentra comprometido lleva adelantes las propuestas de la ilustración.  De esta manera señala que:

 

 “Voy a interpretar la objeción pragmatista a la idea de que la verdad es una cuestión de correspondencia con la naturaleza intrínseca de la realidad de forma análoga a la crítica que la Ilustración hizo de la idea según la cual la moralidad es una cuestión de correspondencia con la voluntad de un Ser Divino”

 Y continúa diciendo:

 “A mi parecer, la explicación pragmatista de la verdad y, más generalmente, su explicación antirepresentacionalista de la creencia constituye una protesta contra la idea de que los seres humanos deben humillarse ante algo no humano como la Voluntad de Dios o la Naturaleza Intrínseca de la Realidad” [1].

    
            De esta manera, el pragmatismo de Rorty y Dewey continúan adelante con el proyecto de la ilustración, proyecto que consiste en cuestionar las pretensiones que algunas personas e instituciones tienen de imponerse sobre los ciudadanos para limitar la autonomía privada y la autonomía pública. De esta manera, nadie, ni en nombre de la voluntad divina o de la naturaleza humana, está justificado para limitar la libertad de los ciudadanos. Igualmente Habermas sostiene que el cuestionamiento de la razón hecha por Nietzsche, y continuada por Lyotard y Derridá en Francia no conduce a las consecuencias que ambos señalaron, a saber, el acabamiento de la modernidad y el inicio de la postmodernidad. Habermas es claro en afirmar que el reemplazo de las pretensiones de razón por las exigencias de la “ética del discurso” permite continuar con el proyecto político de la razón por otros medios. La ética del discurso supone que las normas morales y jurídicas, así como los proyectos políticos deben someterse al torbellino de la problematización que la deliberación pública supone. Dicha deliberación tiene ciertas exigencias fundamentales, especialmente, que los participantes en la discusión tienen que expresar argumentos y razones claramente sustentadas y que se encuentran sujetas al cuestionamiento y la crítica; además, todos los implicados tienen los mismos derechos de participar en la discusión y que se ha de tener en cuenta las consecuencias que pesarán sobre los implicados por las decisiones asumidas[2].

            De esta manera, resulta discutible la afirmación según la cual el proyecto político de la ilustración ha agotado por completo sus energías. La filosofía, y en especial, la filosofía política, ha de fomentar en la cultura contemporánea lo que Rorty señala que debe promover también la educación universitaria: la capacidad de dudar y cuestionar como la capacidad de imaginar. La capacidad de dudar y cuestionar las verdades recibidas y consagradas tanto por la cultura anquilosada por el positivismo como los saberes recibidos en la academia universitaria. Dichas verdades deben ser discutidas públicamente, tanto dentro y fuera de la universidad. Pero también debemos cultivar la imaginación para generar relaciones sociales cada vez más libres y emancipadas. El cultivo de la imaginación se realiza justamente a través del contacto con la cultura, de manera que se abren nuestros espíritus en un proceso de reedificación y forjación constante[3].



[1] RORTY, Richard; Pragmatismo, una versión: antiautoritarismo en epistemología y  ética, Barcelona: Ariel, 2000. P. 21.
[2] HABERMAS, Jürgen; ¿Afectan las críticas de Hegel a Kant a la ética del discurso? En: Escritos sobre moralidad y eticidad, Barcelona: Paidós, 1998.
[3] Respecto la importancia del cultivo de la imaginación por medio de las artes y las humanidades, Cf. NUSSBAUM, Martha; Sin fines de lucro. Por qué la democracia necesita de las humanidades Bnos.As.: Katz, 2010 y de la misma autora: El cultivo de la humanidad. Una defensa clásica de la reforma en la educación liberal, Barcelona: Paidós, 1998.

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