domingo, 25 de enero de 2015

¿ES EL ISLAM VIOLENTO? ¿SON LAS RELIGIONES AGRESIVAS?

Fenómenos como el de los atentados en Francia  o el del llamado Estado Islámico (EI o ISIS) han levantado el dedo de la acusación sobre una religión particular. Se señala que el Islam es violento, belicoso, machista, atrasado, retrógrado y radical. En los últimos años, y especialmente, los últimos días, se han reiterado muchas otras afirmaciones de agravio contra la religión que profesan billones de personas.  Frente a esas afirmaciones surgen preguntas como la de si se trata de una burda generalización y si esas gruesas afirmaciones, carentes de matices y precisiones no resultan ofensivos contra los creyentes de esa fe. 

Por ejemplo, una de las acusaciones más recurrente al mundo islámico es que somete a la mujer al dominio del varón, e incluso practica la mutilación de sus genitales. Pero si observamos las cosas con más detenimiento, hay países de mayoría islámica donde se practica la igualdad entre hombres y mujeres (como en Indonesia y en Turquía) y otros países africanos, donde la mayoría en católica, y se práctica la mutilación de los genitales femeninos.  La observación empírica apoya la afirmación de que la violencia entre mujeres y niños no representa se asocia al Islam como religión y que miembros de otras religiones, como el budismo, el hinduísmo o el cristianismo pueden estar llevando adelante esas acciones. Si esto es así, se puede afirmar que la violencia ni el pacifismo sea lo que diferencia a unas religiones de otras. La afirmación "el Islam es violento  mientras que el cristianismo es pacifista" es una simplemente una burda simplificación que no ayuda a pensar los problemas, y menos a resolverlos. 

La militancia radical y la violencia (como el pacifismo y la disposición al diálogo y a la colaboración) no son una actitud de las religiones, sino de las personas. Así como hay católicos violentos, hay otros que son dialogantes.  Otro tanto sucede al interior de las otras religiones a lo largo y ancho del mundo. Pero, las personas no viven aisladas, sino que viven en sociedades. Lo mismo sucede con las sociedades, viven en un mundo donde se encuentran con pueblos y sociedades diferentes. Y cuando las personas de una sociedad  son humilladas y heridas por pertenecer a una religión, se genera en ellos la idea de que son un pueblo cuya religión debe reivindicarse por medio de la agresión a otros. Cuando esa gente es presa de un  discurso radicalizado, sus líderes puede conducir a miles de personas a la confrontación. Pero eso no se debe a que haya algo esencial en la religión que profesan esas personas que los conduzcan por ese camino.  Lo mismo sucede con la violencia hacia los niños y las mujeres. Cuando las personas de una sociedad carecen de la educación suficiente, lleva adelante prácticas contra esos grupos, pero ello no tiene que ver con algo así como la naturaleza de sus religiones, sino a faltas de oportunidades para educarse suficientemente. En cierto que a muchos líderes y políticos les conviene que la gente se mantenga en la ignorancia, pero ello no tiene nada que ver con la religión, sino con la manipulación que se ejerce contra las personas. En muchas oportunidades, los líderes políticos han utilizado la religión para manipular a la gente, pero ello no tiene que ver con la religión, sino con la utilización política de la misma. Como muestra claramente Richard Bernstein, después de los atentados contra las Torres Gemelas, el gobierno norteamericano de entonces utilizó una retórica religiosa con fines políticos. Pero ello no decía nada respecto del cristianismo, sino que hablaba de los intereses de los líderes estadounidenses de entonces.

Amin Maalouf afirma con lucidez que un pueblo hace de su religión lo que es, y no al revés. A lo largo de la historia un pueblo modifica su religión, de tal manera que se puede volver irreconocible. Muchas veces, los líderes políticos intervienen decididamente en ese proceso. Pero también es cierto que un pueblo puede compartir una lengua y una cultura, pero no compartir la misma religión, como es el caso del pueblo árabe. Pero, como fuere, la gente modela su religión, de tal manera que la radicalización o no radicalización de una "religión" no es un proceso que sucede en la religión, sino en la gente. Es en este sentido que se hace necesario que tengamos una mejor comprensión de la gente que comparte nuestro mundo y que no le echemos la culpa a la religión de lo que le pasa a e la gente. A veces, nuestras afirmaciones basadas en creencias simplificadas y simplistas abona a que la gente se irrite y se radicalice. Para no hacer eso, debemos tener más comprensión de nuestro mundo. A muchos de nuestros políticos no les conviene que ampliemos los márgenes de nuestra comprensión y conocimiento y utilizaran una retórica dirigida a manipular nuestros afectos, pero nuestra tarea es no permitir que nos hagan eso. 


domingo, 18 de enero de 2015

El fortalecimiento de los radicalismos y la defensa de las libertades


Los atentados del terrorismo islámico sucedidos últimamente en  Francia hace un par de  semana pasada contra la revista Charlie Hebdo ha conmocionado Europa y el mundo entero, así como el último número de la revista ha producido una gran revuelta en muchos grupos en por países islámicos.. Hay quienes han equiparado estos acontecimiento con el 11de septiembre. Pero las reacciones que  han sorprendido más han sido de dos tipos:1)  Hay quienes han abogado por una política de endurecimiento de las fronteras en Europea, 2)  por otro lado se han escuchado voces que reivindicaban unas supuestas raíces cristianas de Europa, además 3) se ha señalado que es necesario colocar límites a la libertad de expresión y, finalmente, 4) no han faltado quienes señalan que no existe el derecho a blasfemar. Esta no es una lista exhaustiva y se podrían añadir otras reacciones relevantes. Además, no comentaré estas cuatro reacciones, por separado, sino que realizaré un comentario general. 

Una de las primeras presiciones que necesitamos tener en cuenta es que el radicalismo islámico y el yihadismo no representan al islam en general. Es necesario hacer una distinción entre el islam, en tanto que fe, y el islam político. El islam, en tanto que fe, expresa una serie de espiritualidades que se encuentran en debate y que ha sido y es sumamente productivo tanto espiritualmente como cultural y materialmente. La religión islámica carece de una estructura jerárquica, a diferencia del catolicismo, y cuenta con una serie de autoridades que pueden diferir entre sí respecto de la interpretación de los textos del Corán como de los acontecimientos en el mundo.  En cambio, el islam político no representa más que movimientos políticos de extrema derecha que utilizan la religión como motivos de convocatoria de masas. El sus posiciones más extremas, el islamismo político representa lo que en Europa es el neonazismo o el movimiento de Jean Marie Le Pen, el Frente Nacional, o la extrema derecha peruana, así como otros grupos de extrema derecha que han proliferado en Estado Unidos, Europa y América Latina. Algunos de esos grupos radicales tienen una retórica cristiana, pero no representan en absoluto la fe cristiana.   

Por otro lado, es cierto que existen sectores en el mundo islámico que son muy sensibles frente a las burlas a la religión y a Mahoma, y en cierta medida se comprende que las caricaturas del semanario francés no les haya causado ninguna gracia. Pero hay que tener dos cosas en cuenta. La primera, es que esas caricaturas de han realizado en un país europeo y no en África ni en el Medio Oriente. Pero, en un mundo donde cada vez el alcance de las comunicaciones y las influencias culturales mutuas, el mundo islámico debería de comprender también la dinámica de la libertad de expresión que articula las sociedades europeas. La segunda, que los musulmanes residentes en Europa tienen que insertarse en la dinámica de la vida social de los países europeos, incluyendo los derechos y las libertades que éstos tienen como parámetros y posibilidades. Ciertamente, las comunidades islámicas en Europa pueden colaborar para modelar la esfera pública de los países en los que radican, pero deben ser moldeadas al mismo tiempo por ella, en un proceso de integración social. En un mundo como el que tenemos ahora, no podemos darnos el lujo de desconocer al otro, de no comprenderlo y de tener una imagen burda de las prácticas del otro, tanto si se trata de alguien que vive en otros continentes como aquellos que son nuestros vecinos pero tienen otras tradiciones religiosas y culturales.

El no derecho a la supuesta blasfemia y la supuesta raíz cristiana que Europa estaría llamada a defender son dos ilusiones creadas por grupos radicales que es necesario cuestionar. Una blasfemia sólo la puede proferir alguien que desde dentro de una religión habla mal de lo sagrado para esa religión. Cuando sucede otra cosa, como la mofa de los símbolos religiosos de otros, ello no puede ser calificado de blasfemia, sino de ofensa a las creencias religiosas del otro. Si no tenemos eso claro, tendremos una confusión conceptual que enturbiará el debate público. Respecto de la supuesta raíz cristiana que Europa estaría llamada a defender es necesario que más antigua que la judeocristiana ha sido la herencia greco-romana. Además, apelar a una especie de réplica de "América para los americanos" para la Europa contemporánea deja de ser serio y cae en el ámbito de lo pintoresco o la añoranza folclórica. Europa es hoy, más que nunca, un continente pluricultural y multirreligioso. La reivindicación de las raíces cristianas van en sentido opuesto del fortalecimiento de la integración social que se necesita. Agrava los problemas más que aminorarlos y muestra una falta de comprensión de la situación que no podemos darnos el lujo de mantener en ninguna parte del mundo actual. Se entiende que los partidarios de la retórica del no derecho a la blasfemia y de la protección de las raíces cristianas tengan motivaciones políticas de extrema derecha, pero también hay que entender que se trata de una enorme irresponsabilidad política que conduce por irritar las identidades de las personas. La pregunta es, ¿es legítimo tener una retórica que conduzca a un mundo más violento sólo porque se quiere tener mayor poder político? La respuesta es abiertamente no.

Si en un país europeo u occidental alguien siente su religión agraviada, las democracias tiene mecanismos judiciales para manejar esas situaciones. Además, la misma dinámica de las sociedades democráticas permiten perfilar la comprensión de las libertades de unos y los derechos de otros respecto a la expresión y el agravio. No se requiere de recortes de las libertades desde el poder ejecutivo, porque ello no pertitiría el aprendizaje social y desplazaría los focos de agresión a otros campos. La represión de las libertades terminan por desplazar el conflicto a otra esfera de la sociedad en la cual termina por ser más difícil de manejar. La respuesta no puede ser la limitación de las libertades ni la represión de las mismas, sino el manejo inteligente de los problemas. La voz de la extrema derecha clama por la represión, pero debemos de ser, como mundo, más inteligentes que eso.  

sábado, 3 de enero de 2015

LA NECESIDAD DE FORTALECER EL ESTADO LAICO EN PERÚ

En  los últimos tiempos se han hecho públicos una serie de incidentes que llaman a la reflexión sobre el hecho de fortalecer la laicidad del Estado peruano. Hace ya un tiempo, el conocido incidente de CONCYTEC, en el cual la directora retiró de los espacios públicos de la institución una serie de símbolos religiosos que pululaban en ella. La decisión de la directora de CONCYTEC fue altamente cuestionada por muchas personas, que no entendían lo que la laicidad del Esto significa y lo importante que es, para la democracia, defender la independencia del Estado  del fuero de las Iglesias. Incluso, un grupo de personas, totalmente desconociendo los valores de un Estado republicano, pidieron al cardenal Cipriani que interceda a favor de reintegrar los símbolos religiosos en la institución.

Otro incidente importante es el ocurrido antes de la Navidad en la UNMSM. Una estudiante de Filosofía envió una carta al Decano de la Facultad de Letras en la cual exigía, con pleno derecho, que se proceda a retirar los símbolos religiosos y el nacimiento que se había puesto en las áreas comunes de la Universidad, puesto que se trataba de una institución pública.  Las reacciones adversas contra la carta y la estudiante no se hicieron esperar.  Ella se grangeó de insultos y agravios, y muchos de sus profesores (especialmente, de ética y filosofía política - de quienes se esperaba una mayor comprensión del problema-, mientras que los profesores de epistemología le dieron su respaldo). 

Un tercer incidente, que vale la pena mencionar en este contexto, es la presencia del altamente cuestionado cardenal Cipriani, en la toma de mando de Castañeda en la Alcaldía de Lima. El hecho de que el actual Alcalde invite al Cardenal   a tal ceremonia deja mucho que desear respecto de las credenciales democráticas del primero. Se podría enumerar una serie de situaciones e incidentes en la que la laicidad del Estado peruano es puesta entre paréntesis. Cada nuevo incidente da muestra el hecho de que muchas personas no entienden la importancia de afirmar la laicidad del Estado.  Las reacciones han ido desde señalar que el tema carece de importancia, o que, como el Perú es tradicionalmente católico, hay que aceptar la situación. Otros han señalado, que puesto que el catolicismo es la religión mayoritaria, está bien el que el Estado esté  teñido por el catolicismo. Incluso, hay varias personas que apoyan la idea de que el Estado peruano sea confesional.  Al  parecer, no sólo vivimos en un país homofóbica, racista y discriminatoria, sino rabiosamente religiosa, donde las versiones más radicales de las religiones se encuentran a la orden del día 

¿Por qué es importante fortalecer la laicidad del Estado peruano? La laicidad supone la consideración de la igualdad moral de las personas y la libertad de creencia (tanto religiosa o no religiosa), y para poder hacer valer esos principios, el  Estado laico tiene dos procedimientos importantes. El primero es la separación entre el Estado y la religión, mientras que el segundo consiste en poner en pie de igualdad a todos los credos.  Con ello se logra que no existan ciudadanos de segunda fila. Y no existen argumentos como el de la tradición, o el de la religión mayoritaria, que pueda esgrimirse seriamente en contra de la laicidad. Una de las consecuencias de la laicidad consiste en que el la esfera Estatal (escuelas y universidades públicas, ministerios u otras instituciones públicas) ninguna religión particular debe ser promovida por el Estado, y en los espacios comunes de las instituciones estatales lo religioso no debe estar presente.

Parece que las escuelas de derecho del país no tienen claridad sobre lo que la laicidad significa, y de su importancia. Muchos abogados arguyen que el artículo 50 de la Constitución Política del Perú faculta a las personas a ignorar la laicidad. Cada vez que surge una polémica sobre la laicidad, los abogados formados por profesores extremadamente conservadores,  enarbolan el famoso artículo 50, que señala lo siguiente: 

Dentro de un régimen de independencia y autonomía, el Estado reconoce a la Iglesia Católica como elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú, y le presta su colaboración. El Estado respeta otras confesiones y puede establecer formas de colaboración con ellas.

Para quien lea atentamente dicho artículo, en él se afirma claramente la independencia del Estado respecto de la religión católica y se aboga por el pluralismo religioso. Pero los abogados conservadores consideran que el que dicho artículo se declare a la Iglesia Católica como un elemento importante en la formación histórica, cultural y moral del Perú es igual a afirmar la confesionalidad del Estado. Lamentablemente, para nuestros ultramontanos criollos, eso no es cierto. Pero otro dato importante lo constituye en que los defensores del Estado confesional desconozcan el artículo 2 de la misma Constitución, que en su inciso 3 señala que: 

Toda persona tiene derecho:

3. A la libertad de conciencia y de religión, en forma individual o asociada. No hay persecución por razón de ideas o creencias. No hay delito de opinión. El ejercicio público de todas las confesiones es libre, siempre que no ofenda la moral ni altere el orden público.

Dicho artículo no puede ser más claro respecto a la defensa de la libertad religiosas y de creencia, y respecto a la defensa del pluralismo razonable. ¿Por qué no lo mencionan nuestros ultramontanos criollos? Tal vez porque no les conviene. Lamentablemente, la Constitución de 1993 no contiene una expresión como "El Estado peruano  es laico". Se entiende que los constituyentes, en su mayoría fujimoristas, hayan preferido mantener la formulación de la Constitución de 1979, debido al juego de fuerzas políticas. Es por ello que se hace necesario desarrollar una política que modifique esa situación para que la laicidad del Estado no quede en entredicho, y con ello la igualdad de los ciudadanos no quede en vilo.  

Debido a su formación, que incluye confusiones conceptuales, los abogados afirman taxativamente que el derecho y la política son dos cosas diferentes, que el derecho debe mantenerse puro ante cualquier pretensión política y que la palabra política en la Constitución política del Perú es como un detalle que debe ser ignorado. Es necesario comprender que una Constitución es fruto de un acuerdo político y que las fuerzas políticas progresistas de este país deben defender la laicidad. ¿Dije "fuerzas progresistas"?. Bueno, son escasas, pero allí están y deben de tomar en serio la cuestión de la laicidad, y no hacer como algunos profesores de San Marcos, que prefieren no involucrarse porque tienen miedo a perder su puesto de trabajo. Aquí, el dicho anglosajón cae a pelo: "NO PRETENDAS QUE ALGUIEN VEA ALGO CUANDO SU SUELDO PRESENTE Y FUTURO DEPENDE DE QUE NO LO VEA"