La
crisis de la educación que trae consigo el imperante modelo neoliberal ha generadoo un debate en torno a la necesidad de la educación humanista para la
forjación moral de los ciudadanos. Las partes en conflicto son, de un lado, los
defensores de la introducción del lucro en la educación, y en especial, en la
universidad, y aquellos quienes, de otro lado, consideramos la necesidad de
defender a las instituciones educativas, en general, y a la universidad, en
particular, de la centralidad en el lucro.
Hay cuatro precisiones necesarias antes
de continuar: a) No sólo a través de la universidad se puede forjar el carácter
moral de los ciudadanos (ello nos conduciría a la idea absurda que aquellos que
no han pasado por la universidad carecen de la posibilidad de desarrollar un carácter
moral); b) No todos los individuos que cursan la universidad logran fortalecer
un carácter moral (también la casa, la escuela y las circunstancias influyen);
c) La ganancia económica no está reñida con la universidad y la formación moral
(pero cuando las universidades se centran en el lucro, la formación moral de
los estudiantes parece afectarse gravemente, pues ni siquiera se reflexiona
seriamente respecto de la exigencias morales que tienen los ciudadanos); y d)
La formación moral de la que estamos hablando no es en una moral convencional
(religiosa o basada en la tradición), sino en una moral crítica (depurada a
través del examen racional y compatible con una sociedad democrática
caracterizada por el hecho del pluralismo).
Teniendo en cuenta estas cuatro
precisiones, quiero enfocar la siguiente reflexión en la posición que ocupa la
universidad dentro de una sociedad democrática. Es aquí donde se abren dos
concepciones diferentes. Los partidarios de la arremetida neoliberal en la
educación consideran que las funciones de la universidad son básicamente dos:
a) Generar individuos funcionales al sistema neoliberal, y b) Proteger el
sistema neoliberal de toda alteración o cambio social. Pero esta segunda tarea
no supone mantener y proteger la democracia y sus instituciones, sino,
perforarlas para que las políticas neoliberales puedan tener un mayor espacio
en la vida social. Neoliberalismo y democracia no son sinónimos, sino todo lo
contrario. Esto explica porqué muchos partidarios del neoliberalismo se sienten
más augusto con sistemas autoritarios y admiran países que tienen regímenes
políticos no democráticos. Por esta razón operan recortes en cursos,
departamentos y áreas académicas humanistas, porque la reflexión humanista
puede formar intelectuales comprometidos con el cambio social.
Quienes defendemos, en cambio, la
necesidad de las humanidades en la universidad consideramos que las cuatro
consideraciones que introduje arriba deben ser tomadas en cuenta, pero además
vemos en la universidad un espacio particular desde el cual se puede adquirir
una diversidad de conocimientos, desde diferentes orientaciones de pensamiento
y que, además, se puede generar una reflexión sobre la forma en que debemos de
vivir como comunidad. Esta reflexión es inevitablemente de carácter
ético-político, asumiendo u punto de vista crítico respecto de nuestras formas
actuales y convencionales de asumir la vida personal, social y política.
Ciertamente, la reflexión no nos vuelve en personas morales de manera automática,
pero nos brinda una plataforma que nos hace pensar una toma de posición en
nuestra vida personal y social respecto de diferentes temas. Esto hace que la
universidad se convierta en una institución comprometida con la transformación
y el mejoramiento social. Las humanidades en la universidad pueden forjar
ciudadanos comprometidos con el fortalecimiento de la democracia y sus
instituciones, y que la protejan frente a la arremetida neoliberal.
Quienes defendemos las humanidades en
la universidad no consideramos que la universidad es el único espacio en el que
se puede tener este tipo de reflexiones, pues otras instituciones también lo
pueden desarrollar, pero somos de la idea de que la universidad es un lugar
privilegiado para ellas. Si bien, la conexión entre el conocimiento y la
reflexión con la formación del carácter moral no es automática, sí hay una
colaboración estrecha entre una cosa y la otra. La virtud moral y la conciencia
de las injusticias pueden ser fortalecidas en las universidades donde la
filosofía, la historia y la literatura están presente, junto con las artes. El
hecho de que en algunos casos ese fortalecimiento no se dé, ya no es un problema de la universidad, sino de la casa o
de los otros ambientes sociales. Las llamadas universidades empresas, que
destierran las humanidades no pueden ofrecer esa plataforma para que los
estudiantes formen carácter moral. Si en esas universidades empresa los
estudiantes adquieren espíritu crítico, fortaleza moral y reflexión sobre qué
tió de vida debemos vivir como sociedad no se debe al fomento que viene de la
universidad empresa, y a veces, es a pesar de la misma universidad.
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