La extremada lentitud y demora que ha tenido el JNE para establecer quién ganó las elecciones en Lima y en otros lugares del país daña la ya pobre democracia peruana. Las suspicacias que esta demora produce, sea quien gane, termina por restarle legitimidad a la alcaldesa y credibilidad a la institución democrática.
Hay dos tipos de personas que apoyan el hecho de que la demora sea tanta: los abogados que no se han enterado de lo que se trata la política y los políticos que no conocen qué significa el término democracia. Los abogados creen que basta con fundar instituciones y las cosas se resuelven, como por arte de magia, de tal manera que vociferan que esperarán lo que declare la instancia pertinente. Sin embargo olvidan que una institución no sólo debe contar con reglar y normas, sino que es propio de un sistema democrático que las instituciones cuenten con legitimidad, es decir, con la confianza de la ciudadanía. Si el pacto entre la ciudadanía y las instituciones se quiebra se vulnera profundamente la democracia.
Ciertamente, muchos abogados tienen una pobre formación académica y se encuentran atrapados en el legalismo vacío que el derecho positivo representa. Bien hacía Kant en afirmar que el derecho positivo es como un tambor, que mientras más vacío (es decir, más carente de contenido y se presenta como un derecho puramente formal) se encuentra mejor suena. Es como decir que se trata de una cabeza sin sesos.
Los políticos, por su parte, están interesados en la lentitud del JNE porque ven en ello la oportunidad para presionar y hacer que gane su candidata preferida. Son realmente pocos los políticos peruanos que se encuentran comprometidos por la democracia y con que las instituciones en el país sean creíbles por los ciudadanos. La mayoría de ellos consideran que los ciudadanos no piensan ni sacan sus conclusiones de lo que ven. Ignoran que los ciudadanos no son tan ignorantes como lo creen. Es más, quisieran que los ciudadanos sean más ignorantes de lo que son actualmente, de otra manera no se explicaría por qué la educación en el Perú está en los últimos lugares ¿acaso por culpa del SUTEP? Si el SUTEP no controla la política educativa, sino que el gobierno lo hace, ¿quién tiene la culpa, entonces?
Hay dos tipos de personas que apoyan el hecho de que la demora sea tanta: los abogados que no se han enterado de lo que se trata la política y los políticos que no conocen qué significa el término democracia. Los abogados creen que basta con fundar instituciones y las cosas se resuelven, como por arte de magia, de tal manera que vociferan que esperarán lo que declare la instancia pertinente. Sin embargo olvidan que una institución no sólo debe contar con reglar y normas, sino que es propio de un sistema democrático que las instituciones cuenten con legitimidad, es decir, con la confianza de la ciudadanía. Si el pacto entre la ciudadanía y las instituciones se quiebra se vulnera profundamente la democracia.
Ciertamente, muchos abogados tienen una pobre formación académica y se encuentran atrapados en el legalismo vacío que el derecho positivo representa. Bien hacía Kant en afirmar que el derecho positivo es como un tambor, que mientras más vacío (es decir, más carente de contenido y se presenta como un derecho puramente formal) se encuentra mejor suena. Es como decir que se trata de una cabeza sin sesos.
Los políticos, por su parte, están interesados en la lentitud del JNE porque ven en ello la oportunidad para presionar y hacer que gane su candidata preferida. Son realmente pocos los políticos peruanos que se encuentran comprometidos por la democracia y con que las instituciones en el país sean creíbles por los ciudadanos. La mayoría de ellos consideran que los ciudadanos no piensan ni sacan sus conclusiones de lo que ven. Ignoran que los ciudadanos no son tan ignorantes como lo creen. Es más, quisieran que los ciudadanos sean más ignorantes de lo que son actualmente, de otra manera no se explicaría por qué la educación en el Perú está en los últimos lugares ¿acaso por culpa del SUTEP? Si el SUTEP no controla la política educativa, sino que el gobierno lo hace, ¿quién tiene la culpa, entonces?
Los políticos creen que las cifras macroeconómicas justifican sus actitudes adversas a la democracia. Lo que parecen ignorar es que sus políticas antidemocráticas, que excluyen la consulta de los sectores implicados en las decisiones que toman, no fomentan el crecimiento macroeconómico, y que menos aún está poniendo en movimiento la microeconomía. Resulta ser una bofetada a los ciudadanos hablar de las tasas de crecimiento macroeconómico que no significan absolutamente nada en sus vidas, vidas capturadas por las deudas de las tarjetas de crédito. Lo único que consiguen los políticos es que la población desprecie aún más la democracia y adhieran al autoritarismo. Sospecho que esa es actutud premeditada de los políticos que utilizan la democracia sólo de manera estratégica.
Se cree que si la comida peruana es valorada en el mundo porque alguien supo utilizar una artimaña para que eso suceda, el Perú es un país exitoso. Ese es un espejismo tan grande como el caso de los mineros rescatados en Chile, que simplemente funciona para fomentar un populismo de derecha. Personalmente siento vergüenza ajena por el show mediático que se armó en Chile al respecto sabiendo que las condiciones de los cientos de mineros de la mina cerrada quedarán “patitas en la calle” y que muchos mineros y otras personas pasan penurias y mueren de hambre a lo largo del mundo ¿acaso ha habido un seguimiento televisivo de la guerra en Ruanda, en la exYugoslavia o en los miles de peruanos que mueren de frío cada invierno?
Todo ello me hace recordar la película “Días de radio” de Woody Allen, en la que se ve a todo un país pegado de oído a la radio por la suerte de unos individuos particulares sin tener en cuenta el sufrimiento de miles de personas anónimas. Parece ser que las pantomimas no son exclusivas del populismo en Chile y que en Perú ocurre lo mismo con la llamada industria de la “comida peruana”.
Todo eso no hace más que vulnerar la democracia, y la democracia del JNE, sea cual sea el resultado, ya ha minado la democracia peruana. Pero eso no les quita el sueño a los poderes fácticos del país. Ya han perdido lo poco de decencia que tenían, de manera que no sorprenderá lo que hagan en el futuro. Lo único que nos queda a los ciudadanos es o permitir que se sigan riendo en nuestras caras o que tomemos medidas al respecto. Respecto de lo último, no estaré dispuesto a que esas medidas abonen en dirección al autoritarismo y la destrucción de nuestra democracia de baja intensidad.