Los movimientos de izquierda organizados últimamente en torno a un sinnúmero de reivindicaciones sociales, desde las Machas Pulpín en Lima hasta los reclamos contra "Tía María" en Arequipa están representando un movimiento que tiene una característica que llama la atención: más que ser una propuesta articulada aparece como una aglutinación de exigencias, que si bien todas pueden ser asociadas a las izquierdas, no logra organizarse en un proyecto más amplio. Entre estas exigencias, se encuentran las de la redistribución de la riqueza, la crítica al neoliberalismo económico, las exigencias de la ecologistas, los feminismos, las exigencias del llamado "buen vivir", entre otros. En el caso de "Tía María", las bases des izquierdas no han llegado a un acuerdo sobre si deben oponerse solo a la minería ilegal u oponerse también a la minería formal con bajos estándares de descontaminación, o finalmente, a toda minería. Puesto que, al parecer que toda extracción minera genera un impacto contaminante, de acuerdo a los estudios con los que cuentan, el debate es ¿cuál es el nivel de contaminación que estarían dispuestos a tolerar? Lo sorprendente es que desde Conga, este debate no se haya llevado a cabo entre las izquierdas ecologistas.
Lo que alegan las izquierdas es que su proyecto político más amplio se encuentra en gestación desde la práctica. Que es desde la acción misma que irá surgir y que prefieren rechazar las teorías que provienen de la academia universitaria porque éstas, alegan, se encuentran contaminadas por los discursos dominantes. De esta manera, la actividad de las izquierdas se encuentra organizada, tanto respecto a las cuestiones prácticas como respecto a los discursos que provienen de las ciencias sociales de la academia universitaria, por la teoría de la hegemonía desarrollada por el intelectual italiano Antonio Gramsci. Pero, en nuestros días, donde la conciencia de ser sociedades postcoloniales, la teoría de la hegemonía adquiere el matiz de la teoría de la descoloniamlidad. Así, el feminismo exige descolonizar el cuerpo de la mujer y los ecologistas descolonizar el medioambiente. Y para ello es necesario, se señala, es necesario hacer visible las hegemonías.
Si esto es así, eso quiere decir que es falso que, en el movimiento de las izquierdas actuales en el Perú, la teoría esté partiendo de la práctica, sino que sucede lo contrario: la teoría de la descolonialidad antihegemónica está direccionando la práctica. Si bien ello no representa algo pernicioso de por sí, pues siempre existe un ir y venir desde nuestras prácticas a nuestras creencias y teorías, la pregunta es si la teoría que se está usando es suficiente para articular un proyecto importante que pueda ganar apoyo político de la ciudadanía, o se presentará como un conjunto de ideas aglutinadas por un pequeños grupos que serán visto como lo otro de las fuerzas políticas.
El discurso que estas izquierdas ponen en circulación entre ellos es el de visibilizar las hegemorías y los juegos de poder. Si bien, ese es un paso importante, no resulta ser suficiente. Por ejemplo, es suficientemente clara la hegemonía que tiene el discurso del neoliberalismo económico, y sin embargo es evidente que hay que dar otros pasos para mantener a raya dicho poder fáctico. La teoría de la homogenización al uso actualmente resulta ser insuficiente. Lo que hace falta es complementarla con una teoría de la democracia y de la democratización. Pero , es aquí donde las izquierdas tienen un problema: la teoría de la democracia exige realizar un trabajo de aislamiento de los poderes fácticos y de realizar un debate político sobre la base de razones. Pero si la izquierda le ha dado demasiado crédito a la creencia que toda exigencia de dar razones expresa una forma de hegemonía y colonialidad, entonces lo que queda es una posición crítica de la dominación pero sin una propuesta alternativa. La desconfianza frente a la posibilidad de la argumentación, al dar razones y al debate público provienen de una antropología atrapada en los presupuestos del fundacionalismo que defiende la idea del relativismo cultural.
De esta manera, las nuevas izquierdas requieren tomar una decisión teórica fuerte. O aceptan el proyecto de democratización o permanecen empantanadas. Pero aceptar la idea de la democratización deben abandonar un bien muy preciado para ellos, a saber la creencia de que la razón es un poder hegemónico per sé, no importando de quienes vengan los argumentos.