La planilla negra es uno de los elementos que mejor simboliza a la derecha radical en este país. La tercealización, la proliferación de las services y otros mecanismos para mantener trabajadores en las empresas y en las universidades empresas paro fuera de planilla y sin beneficios sociales. A ello podemos incluir formas las presiones del lobbie empresarial para que una flexibilización radical del mercado laboral sea legislada por el Estado, lo cual constituye un ofensa terrible contra la dignidad de los empleados en este país.
Estas
prácticas expresan una perversa alianza entre Estados y empresarios. Todo ello
se intenta abalar con un discurso ideológico y con una teoría económica
idealizada. El discurso ideológico señala lo siguiente: “para que el país pueda
crecer económicamente el Estado debe fomentar la inversión privada y por ello
debe flexibilizar el mercado de trabajo”. Además, dicho discurso se complementa
con la idea siguiente: “si las empresas crecen, todos los peruanos se verán
beneficiados”.
Este
discurso, que es propalado por los medios de comunicación y ha sido repetido
hasta el cansancio (como si la sola repetición de un discurso bastaría para
hacer de este verdadero), es ideológico, porque pertenece a todo un conjunto de
discursos que se justifican unos a otros a modo de círculo vicioso que no toma
en cuenta otros puntos de vistas ni la experiencia. De hecho, la elección de
Ollanta Humala fue una muestra empírica que el discurso era falso, pues la
prosperidad de las empresas no era sinónimo de bienestar de la población.
Por
su parte, la teoría económica que sirve de sustrato a este discurso es el de
los mercados libres perfectos, según la cual es posible la existencia de un
mercado completamente libre sin regulación del Estado. Este supuesto ya ha sido
cuestionado ampliamente por la misma economía y la experiencia. No hay país que no tenga un
estado regulado por parte del Estado, ni siquiera en los Estados Unidos. La
teoría de los mercados libres idealizados es perniciosamente enseñada en las
escuelas de economía, así como el
análisis económico del derecho es replicado con el mismo perjuicio en las
escuelas de derecho.
Pero
hay otro aspecto de “la planilla negra”: los manejos turbios de las empresas, a
través de las cuales burlan las escasas leyes de protección del trabajo. La
doble planilla, las subcontratación, las horas extras de trabajo no pagadas,
los trabajos ad honorem forzados.
UNA DENUNCIA DE TIERRAS EN PROPIEDAD COMUNAL
El
despojo de las tierras de una comunidad por parte de los agentes del gran
capital es una de las más deplorables prácticas de la derecha dura. El proyecto
de ley que se discutió hace unos años respecto de la venta de las tierras
comunales en la selva es una muestra clara de esto. Entonces se discutió si las
comunidades podías decidir vender sus tierras con mayoría simple (si el 50% más
uno estaba de acuerdo). El objetivo era modificar el régimen que existía hasta entonces,
que ponía una valla más alta.
La historia de las tierras comunales en la sierra y la selva ha sido triste y oprobiosa
durante el siglo XX y lo que va del XXI, desde la era del caucho hasta la era
de las petroleras. No sólo por las prácticas que la ley permitía sino también
por los engaños legales o el uso de la fuerza (e incluso el uso de las armas)
con los que la derecha radical ha procedido. Mucha sangre comunal se ha
derramado en este proceso desarrollado por esta derecha que tiene las manos
manchadas. La crónica y la literatura en el Perú ha dado cuenta reiteradamente
de estas acciones delincuenciales. Las obras de Arguedas, de Ciro Alegría y de
Manuel Scorza, entre otros dan testimonio de todo esto. Y hoy en día, estas
prácticas se han sofisticado, pero siguen siendo las mismas.
Es
por esta razón que la derecha radical es este país no odie tanto a alguien como
a Velasco Alvarado, por haber llevado a cabo la reforma agraria que terminó con el gran latifundio y con la
república aristocrática. Por esa razón, antes
de que hiciese popular el término “caviar”, la derecha dura se refería a sus
adversarios como “velasquistas”. Si bien
Velasco cometió muchos errores, incluso en la implementación de la reforma
agraria, la idea de realizar tal reforma ha sido una de las más atinadas de la
historia republicana.
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