El ascenso de Ollanta Humala en las encuestas debería poner sobre el tapete nacional la cuestión sobre si los militares se encuentran preparados para gobernar un país que tiene régimen político democrático.
Ciertamente, dicha pregunta no ha sido planteada abiertamente debido, entre otras cosas, a que la presencia de Humala en la política ya tiene un tiempo que parece ser suficiente para barnizar su persona de espíritu democrático y, por otra parte, porque la clase política y los medios de comunicación han decidido hacerse de la vista gorda. Si bien no existe ningún impedimento legal, la escasa formación democrática de Humala debe llevarnos a la reflexión.
Los militares en el poder
La historia de la República ha mostrado cómo la presencia de los militares en el poder ha sido una piedra en el zapato para el fortalecimiento de las instituciones democráticas en el Perú. La democracia de baja intensidad que vivimos hoy es el resultado de un proceso histórico en el cual el régimen democrático ha sido permanentemente quebrantado por la presencia del autodenominado “poder tutelar de la nación”.
Mientras los militares se sigan pensando como los tutores de la nación, la relación entre instituciones democráticas y fuerzas armadas se encontrará distorsionada, cosa que produce un daño terrible al país. Las fuerzas armadas deben encontrarse subordinadas al control y al poder civil en vez de presentarse como los tutores del poder civil, tutores con el supuesto derecho de irrumpir en la vida política del país a través de mecanismos diversos con el fin de interrumpir el orden democrático.
Democracia, mano dura y manu militari
Muchas veces en este país, han sido los civiles quienes han tocado la puesta de los cuarteles para poner orden en la sociedad. Muchas veces ha sido la derecha quien ha tenido esa actitud, a fin de mantener su posición de dominio.
Repetidas veces la derecha ha sostenido y ha convencido a la población de lo siguiente: que la democracia no funciona para resolver nuestros problemas y necesitamos una mano autoritaria o militar para hacerlo. Los procedimientos democráticos, dice el argumento, son demasiado largos y costosos, y terminan dilatando y posponiendo la solución que una mano dura puede resolver inmediatamente. Pero siempre quedará la interrogante: ¿a qué costo?
Los militares y la izquierda
La alianza entre la izquierda y Humala parece ser sorprendente, pero en realidad no lo es. En cierto que las fuerzas armadas han visto a la izquierda como una amenaza para el país, sin embargo en el Perú desde el CAEM y la experiencia velasquista cierto sector de las Fuerzas Armadas, del que proviene el Etnocacerismo y el Partido Nacionalista, han congeniado con la izquierda.
Si bien, algunos de los que apoyan a Humala son demócratas, no necesariamente todos lo son. Parte de la izquierda tradicional y antiliberal comparten con los militares etnocaceristas su escaso compromiso con la democracia. Es por ello que han establecido esa alianza.
Una alianza que se entiende pero que no se justifica
Por la historia vinculada a Velasco se comprende la cercanía entre un sector de la izquierda y el Nacionalismo de Humala. Se comprende, también, porque si la izquierda quiere llegar al poder no tiene mejor opción que Humala ¿?. Pero no se justifica. El pensamiento de izquierda en el Perú tiene la obligación moral de madurar y de renovarse democráticamente. El Perú se merece una izquierda liberal y democrática, reformista y no revolucionaria, deweyniana y no foucaultiana.