jueves, 21 de octubre de 2010

La demora del Jurado Nacional de Elecciones y la mina de la democracia

La extremada lentitud y demora que ha tenido el JNE para establecer quién ganó las elecciones en Lima y en otros lugares del país daña la ya pobre democracia peruana. Las suspicacias que esta demora produce, sea quien gane, termina por restarle legitimidad a la alcaldesa y credibilidad a la institución democrática.

Hay dos tipos de personas que apoyan el hecho de que la demora sea tanta: los abogados que no se han enterado de lo que se trata la política y los políticos que no conocen qué significa el término democracia. Los abogados creen que basta con fundar instituciones y las cosas se resuelven, como por arte de magia, de tal manera que vociferan que esperarán lo que declare la instancia pertinente. Sin embargo olvidan que una institución no sólo debe contar con reglar y normas, sino que es propio de un sistema democrático que las instituciones cuenten con legitimidad, es decir, con la confianza de la ciudadanía. Si el pacto entre la ciudadanía y las instituciones se quiebra se vulnera profundamente la democracia.

Ciertamente, muchos abogados tienen una pobre formación académica y se encuentran atrapados en el legalismo vacío que el derecho positivo representa. Bien hacía Kant en afirmar que el derecho positivo es como un tambor, que mientras más vacío (es decir, más carente de contenido y se presenta como un derecho puramente formal) se encuentra mejor suena. Es como decir que se trata de una cabeza sin sesos.

Los políticos, por su parte, están interesados en la lentitud del JNE porque ven en ello la oportunidad para presionar y hacer que gane su candidata preferida. Son realmente pocos los políticos peruanos que se encuentran comprometidos por la democracia y con que las instituciones en el país sean creíbles por los ciudadanos. La mayoría de ellos consideran que los ciudadanos no piensan ni sacan sus conclusiones de lo que ven. Ignoran que los ciudadanos no son tan ignorantes como lo creen. Es más, quisieran que los ciudadanos sean más ignorantes de lo que son actualmente, de otra manera no se explicaría por qué la educación en el Perú está en los últimos lugares ¿acaso por culpa del SUTEP? Si el SUTEP no controla la política educativa, sino que el gobierno lo hace, ¿quién tiene la culpa, entonces?

Los políticos creen que las cifras macroeconómicas justifican sus actitudes adversas a la democracia. Lo que parecen ignorar es que sus políticas antidemocráticas, que excluyen la consulta de los sectores implicados en las decisiones que toman, no fomentan el crecimiento macroeconómico, y que menos aún está poniendo en movimiento la microeconomía. Resulta ser una bofetada a los ciudadanos hablar de las tasas de crecimiento macroeconómico que no significan absolutamente nada en sus vidas, vidas capturadas por las deudas de las tarjetas de crédito. Lo único que consiguen los políticos es que la población desprecie aún más la democracia y adhieran al autoritarismo. Sospecho que esa es actutud premeditada de los políticos que utilizan la democracia sólo de manera estratégica.

Se cree que si la comida peruana es valorada en el mundo porque alguien supo utilizar una artimaña para que eso suceda, el Perú es un país exitoso. Ese es un espejismo tan grande como el caso de los mineros rescatados en Chile, que simplemente funciona para fomentar un populismo de derecha. Personalmente siento vergüenza ajena por el show mediático que se armó en Chile al respecto sabiendo que las condiciones de los cientos de mineros de la mina cerrada quedarán “patitas en la calle” y que muchos mineros y otras personas pasan penurias y mueren de hambre a lo largo del mundo ¿acaso ha habido un seguimiento televisivo de la guerra en Ruanda, en la exYugoslavia o en los miles de peruanos que mueren de frío cada invierno?

Todo ello me hace recordar la película “Días de radio” de Woody Allen, en la que se ve a todo un país pegado de oído a la radio por la suerte de unos individuos particulares sin tener en cuenta el sufrimiento de miles de personas anónimas. Parece ser que las pantomimas no son exclusivas del populismo en Chile y que en Perú ocurre lo mismo con la llamada industria de la “comida peruana”.

Todo eso no hace más que vulnerar la democracia, y la democracia del JNE, sea cual sea el resultado, ya ha minado la democracia peruana. Pero eso no les quita el sueño a los poderes fácticos del país. Ya han perdido lo poco de decencia que tenían, de manera que no sorprenderá lo que hagan en el futuro. Lo único que nos queda a los ciudadanos es o permitir que se sigan riendo en nuestras caras o que tomemos medidas al respecto. Respecto de lo último, no estaré dispuesto a que esas medidas abonen en dirección al autoritarismo y la destrucción de nuestra democracia de baja intensidad.

martes, 19 de octubre de 2010

¿Qué tan democrática es la derecha peruana?

Las elecciones municipales en Lima han puesto de manifiesto dos cosas que hay que destacar. La primera es que una izquierda democrática y liberal, como la representada por Fuerza Social y Susana Villarán, puede aglutinar a los movimientos de izquierda más importantes. La segunda es que la derecha democrática peruana no ha tenido un comportamiento tan democrático.
Frente al asenso y al eventual triunfo de Susana Villarán, la derecha ha caído en una contradicción que, a mi parecer, es reveladora y grave. Por una parte, se ha presentado como la paladina de la democracia que combate las fuerzas antidemocráticas que Fuerza Social y su entorno representarían. De otro lado, ha considerado que los únicos que tienen derecho de ocupar un lugar en la vida política y representan un proyecto válido es ella.
Desde el punto de vista de la derecha peruana, la izquierda no tiene cabida en la democracia. La pregunta cae por su propio peso ¿esa es una actitud auténticamente democrática? En realidad, la campaña electoral ha mostrado el rostro autoritario y antidemocrático de la derecha en el Perú. En diversos medios de comunicación se ha satanizado a Susana Villarán e incluso se ha llegado a amedrentar a los votantes diciéndoles cosas como “si usted votó por Villarán, será responsable de lo peor”.
Esta actitud es comprensible, pero no justificable. Es comprensible por dos motivos fundamentales: primero, la derecha está acostumbrada a no tener una izquierda atractiva, democrática y con cierta capacidad de convocatoria. La derecha está acostumbrada a que, haciendo uso de los poderes fácticos, puede hacer creer fácilmente a los ciudadanos que sus proyectos partidarios son los proyectos de todo el país. En segundo lugar, la presencia de Sendero Luminoso en la escena peruana reciente le ha hecho mucho daño a la izquierda, a tal punto que muchos piensan que algunos de los grupos que acompañan a Fuerza Social representan versiones camufladas del senderismo.
Tal vez se pueda comprender tal actutud, pero es imposible de justificar. Si la derecha cree que es la única que tiene acreditación democrática, quiere decir que no han entendido qué significa en realidad la democracia. ¿No es posible, acaso, que surja en el Perú una izquierda liberal y democrática que tenga derecho a formar parte del sistema de partidos? Parece que esa posibilidad incomoda, irrita y fastidia profundamente a ciertos líderes de la derecha y a ciertos medios de comunicación que se atreven a amenazar a los ciudadanos por sus creencias política o sus preferencias electorales. Parece que a la derecha defensora de la democracia, en el fondo no le agrada una democracia en la que podría perder alguna elección. Esto es sumamente grave, porque esa actitud mina el mismo sistema democrático